Not beautiful: impresiones de una castellanoparlante

Puede ser un plan excelente para finales de septiembre. Toma un autobús fabricado en Goierri Valley y ve a Bermeo Tuna World Capital. Compra un par de cervezas en Izaro Irish Pub y disfruta de las regatas sentado en el muelle. Seguro que en alguna de las traineras hay remeros pertenecientes a BAT Basque Team, y a lo mejor Go Fit Hondarribia gana la regata. Si no te gusta el deporte, cerca está Urdaibai Bird Center. Al caer la tarde puedes ir a Gipuzkoa y, tras cenar en el Basque Culinary Center, puedes darte una vuelta por Donostia, a ver qué encuentras en San Sebastian Region.

Jon Ander de la Hoz, Euskarazko hazia lore erdaretan. Berria, 25 de mayo de 2018 (la traducción es mía).

Como persona hija de emigrantes castellanos, que ha estudiado en castellano y cuyas relaciones personales se desarrollan mayoritariamente en castellano, mi aproximación al euskera, y esto a pesar de haber ido a la guardería en ese idioma, se ha dado de una manera algo casual, impulsada por los acontecimientos, aunque también tengo que decir que vivo en un barrio bastante euskaldun y todo ayuda. Ergo, mi acercamiento al idioma no ha sido una necesidad práctica (tengo que  sacarme el perfil no sé qué para la oposición no sé cuántos), sino casi casi una decisión política con un entorno que me ha llevado en volandas. Mi consumo mediático en castellano ha descendido en picado especialmente tras el 1-O, y ahí estaban los medios en euskera para tener la posibilidad de acercarme al mundo de otra manera. Ya los consumía antes pero ni por asomo en la proporción actual. Una cosa lleva a la otra y sin proponértelo empiezas a moverte en otros parámetros. Tu mundo ya no es ese en el que el programa de Cachitos pone una canción en euskera en señal progre de respeto y diversidad, sino que simplemente la centralidad está en otro sitio. ¿Va a hacer Cachitos un programa con todas las canciones en euskera? ¿Va a formar parte de la normalidad que alguna canción de las galas de OT se cante en euskera? En el caso de RTVE, en vez de aumentar la presencia de “lenguas regionales” a base de desconexiones territoriales como se propone, ¿va a comenzarse a tratar con naturalidad que se hagan declaraciones en gallego, euskera, castellano, valenciano, asturiano… en programas de ámbito estatal? La mayoría sabemos que la respuesta a estas preguntas es que no, es el elefante en la habitación, y por eso vamos caminando hacia otras partes. Así que una ya no está en el centro, está en lo que era la zona complementaria, que tú misma conviertes en cuasi central, al menos en algunos ámbitos.

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¿Os acordáis de las conchas de oro y plata, lo bonitas que eran? Ahora les dan lo que sujeta arriba esta mujer, que parece una manualidad de 3º de Primaria para regalar el día de la madre.

De un tiempo a esta parte y en aras de una supuesta difusión/internacionalización, veo dos tipos de iniciativa que tienen al euskera como protagonista: por un lado, el juego que Jon Ander de la Hoz comenta en el párrafo superior, y que consiste en una difusión de “lo vasco” que se salta el castellano y pasa directamente al inglés (dándose la paradoja de que el euskera se borra en vez de difundirse, véase Donostiako Zinemaldia transformado en SSIFF), y por otro, el uso de las redes sociales para la difusión de curiosidades, no tanto para que se aprenda el idioma (quienes se encargan de estos contenidos no son filólogos ni profesores), sino para que se simpatice con él. Hay quien ha optado por hacer canales para ello y quien se ha apuntado a la viralidad con vídeos e hilos de Twitter.

Empiezo, desde el castellanoparlantismo general, con algunas de mis objeciones. Cualquier idioma está formado por raíces y desinencias, mezcolanzas varias, contagios, adaptaciones, todo tipo de vueltas de tuerca. Con cada idioma se podría hacer un hilo o un vídeo y denominar al idioma bello, bonito, exótico or whatever. La periodista Karmele Jaio nos recuerda que, si en euskera bombero se dice suhiltzaile, o sea, asesino de fuego; en inglés se dice firefighter, esto es, luchador contra el fuego. “¿Y no es esto bonito también?”, se pregunta la escritora. Pues claro. Siempre que el parámetro de validez de un idioma lo quieras poner en la bonitez, por llamarlo de algún modo. Bajo el manto de la divulgación se establece una suerte de competición de poca monta con unos mimbres bastante anglófilos (sí, la coletilla de “and I think that’s beautiful” me da para atrás). Me ha tranquilizado un poco saber que personas de entorno y actividad 100% euskaldun lo ven de la misma manera.

Sin embargo, la normalización, si se quiere la valorización de un idioma, no viene dada por su belleza, por la realización de contenidos que interpelen a quienes no hablen esta lengua, tratando de hacerla deseable en clave de cierta exotización de la misma. No trato de criticar dichos contenidos, solo quiero ponerlos en contexto. La presunta belleza no debería ser causa de legitimidad, mucho menos en el caso de los idiomas. Otra cosa que no estaría de más aclarar es que quienes rechazan las lenguas minorizadas no lo hacen por ignorancia: si les damos un dato nuevo sobre x, no va a servir para acercarse o al menos respetar el idioma. Lo odian porque se puede odiar, porque no tiene consecuencias, porque han doblado muy bien la cuchara de sentirse agredidos cuando se habla otra cosa distinta del castellano (aunque a veces cambien de opinión y no les importe minorizar su castellano porque el inglés es una cosa importantísima para tener mundo. Como dice Griseo, el problema no es El Inglés, el problema son los españoles hablando inglés). Los virales no vienen a llenar un hueco que trate de paliar un desconocimiento y una vez “hecha la luz” llegaría la normalización (o al menos el respeto) idiomática, qué va. Como en el caso de las fake news a cuyos destinatarios les importa tres pares de cojones que sean mentira (y para esos destinatarios se hacen), el permitirse conocer o desconocer una lengua; el permitirse tomar o no como cierto un bulo, viene de una posición propia de poder, de saber que se puede estar por encima de algo o de alguien. (offtopic: ¿para cuándo un Maldito Bulo de los empleos directos e indirectos que se crean -jeje- en España? ¿Para cuándo otro sobre el dinero público que nos cuestan las empresas?).

(no ha sido en Girona)

Y mientras todo esto ocurre, ¿dónde estamos cada uno?

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Qué tiempos aquellos cuando éramos turismófobos.

Pues el Ayuntamiento de Donostia, mi ciudad, ha decidido que es una buena idea hacer rutas y un manual con vocabulario para que los turistas “jueguen” (literal) con el idioma. Repasemos cronología de Ayuntamiento de Donostia con el turismo: 2017: nos llamaban turismófobos. 2018: lanzan una campaña en inglés y francés bajo el título ‘Love San Sebastian, Live Donostia’, en la que se pide respetar a los vecinos (vamos, que reconocen implícitamente que algo de razon teníamos). 2019: como un intento conciliatorio cutre, utilizan el idioma autóctono (indigenizándolo una vez más) para tratar de que nos parezca mejor que nos meen en la calle si saben decir eskerrik asko. Ok. No lo digo yo, no lo dice el Gara, lo dice El Confidencial. Un aditamento como la puta noria de 50 metros que nos han plantado en Alderdi Eder, y que junto con las luces de navidad ha hecho que muchos pasemos de ir al centro para evitar un ataque de epilepsia. Aunque al concejal del ramo le parecía que estábamos salvando vidas.

Por otra parte, Aitzol Elizaran se planteaba en un artículo de opinión: “¿se imagina alguien entrar en un establecimiento y encontrarse un cartelito que dijera “sabemos castellano”? No, ¿verdad?”. No sé si podemos permitirnos dejar algo para “jugar” a nadie cuando nuestra situación real es esa.

¿Y qué pasa cuando, por el contrario, alguien consigue, “mayorizar” la lengua minorizada? Que nos encontramos con un problema análogo al que plantea el turismo, pero por distintos motivos. MTV se trajo sus premios a Bilbao y uno de los grupos que actuaron durante aquel fin de semana en el que muchos movimientos sociales se manifestaban contra este tipo de eventos que redundan en una idea de ciudad-marca era… Berri Txarrak. El grupo explicaba sus razones para actuar en dicho evento de manera sucinta, y su argumento no pecaba de extravagante ni contribuía a la indigenización. Preguntaban directamente qué hacíamos cada uno por el euskera. Si había oportunidades como la de ese fin de semana para decir a nivel mundial “eh, hola, aquí no hablamos, ni creamos, ni vivimos todos en castellano”. La cuestión, en resumidas cuentas, es si se puede asegurar una difusión masiva no exotizante sin hacer uso del engranaje del capitalismo financiarizado en el que vivimos en este minuto, en el caso que nos ocupa, asociado a los macroeventos. El problema, o la bendición si se quiere, de Berri Txarrak, viene derivado del crecimiento inconmensurable que han tenido como banda, y ya sabemos los problemas que puede plantear eso (ya solo puedes crecer por ahí, y decrecer no es una opción). Pocos como ellos están en condiciones de internacionalizar la lengua. Ha sido un debate desde una posición extraña, porque por primera vez parecía que el euskera se situaba en una palestra ganadora. Además, todo esto fue antes de saber que el grupo más internacional que hemos tenido jamás anunciaba un “parón indefinido”. No creo que todo esto haya sido clave para la decisión, pero sí que Urbizu y cía han podido vislumbrar los puntos ciegos de las trayectorias ascendentes con respecto a lo idiomático.

Siempre se habla de la ligazón de uno con la lengua por esos momentos bellos, inolvidables, “lo que nos enseña nuestra madre en el regazo”, con la que dices tu primer te quiero. Para mí es todo lo contrario. El euskera (u otras lenguas minorizadas) no tiene que ser un idioma bonito: tiene que ser un idioma de uso cotidiano que sirva, más que para esos momentos que decíamos arriba, para la banalidad del día a día, diría incluso para lo tedioso. Lo mantendrá vivo esa banalidad: pedir un café, pedir cita para hacerte una histeroscopia, ir al notario, preguntar en el supermercado dónde está la leche, poder hablar con el de la grúa para decirle en qué punto kilométrico se te ha pinchado la rueda del coche… Y sí, venga, también decir te quiero. Puedo hablar más idiomas aparte del castellano, el euskera también es mi idioma no por transmisión familiar, sino porque es el idioma en el que hablo con una parte de la gente a la que quiero; sin embargo, y por mucha fluidez que tenga en otra lengua me resulta imposible enfadarme y jurar en un idioma que no sea el castellano. He ahí lo banal.

https://twitter.com/boligorria/status/1073710656443084800
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Que lo normal sea usarlo, que no nos parezca bien (es más, que parezca pelín insultante) que el premio para el ganador de un reality de supervivencia en el canal autonómico en euskera sea… participar en un reality de supervivencia en el canal autonómico en castellano. Ponernos en el centro en vez de buscar la complicidad de quien quizá no participaría de ello pero sí miraría a otro lado si nos aniquilan. Abrir espacios nuevos. Usarlo, no como hago yo aquí (razón práctica, que no es excusa, tardo cuatro veces más en escribir en un idioma que no es mi lengua materna). No hagáis lo que yo.

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17 enlaces por si en Nochevieja piensas empiltrarte a las 00.30 (como mucho) (II)

Ante la buena acogida de la edición 2016 de este mismo post, ese servicio público que es DeC se ha decidido a hacer una recopilación de algunas cositas leídas por su administradora a finales de este convulso 2018 por si a alguien le interesaren. He de decir que ante la inflación de artículos (que al final la periodistada padre tiene que comer) que el imperativo de la inmediatez nos trae -que vuelva la economía productiva, plz-, mi morro se ha vuelto bastante fino y paso más tiempo descartando artículos que leyéndolos en sí, por no decir que he leído más papel y libros que nunca, así que los enlaces deberían de ser algo mejores que otros años (puede que también más largos, así que si habéis bebido muchos gintonics a cara de perro -expresión de @srdaine-, igual no es el mejor momento para su lectura). Al final se trata de leerte o escribir cosas tres o cuatro meses después de ese momento de histeria colectiva porque ha pasado X y tengo que «entenderlo» como sea. Siempre ha sido ese y no otro el espíritu de esta vuestra casa. La inmediatez la dejamos para las urgencias del hospital, todo lo contrario es inútil y contraproducente. Lo siento, pero servidora ya no se traga un análisis de «el ascenso de Vox» (por poner algo muy contemporáneo), al día siguiente de unas elecciones. No pulso ahí, give that bone to another dog.

Ok, al lío.

1) Sectores ¿productivos?

*Un reportajillo en Vanity Fair sobre la historia e implicaciones de Marina D’Or. Es como una historia de los últimos 20 años de la costa mediterránea española en pequeñito (te mueres con el último párrafo). También este reportajillo viejuno (2006) de Joseba Elola en El País sobre el momento en que el templo de Oropesa estaba en la cresta de la ola. Desternillante.

*Aquí nos explican en qué consiste lo de hacer America Great Again. Las empresas no retornan (ni siquiera se puede decir retornar, porque muchas veces el capital ya ni es americano) como si no hubieran ensayado las peores prácticas posibles durante sus tiempos de deslocalización en Asia. El boom de la industria automovilística en Alabama ha sido algo así. El repor describe de modo bastante gráfico los accidentes que se dan en estas áreas de creación de empleo like fucking churros (bueno, y como si hicieran falta más coches).

*Una reseña muy completa del libro Bullshit Jobs (Trabajos de mierda, ya editado en castellano) de David Graeber. Es la continuación natural de este artículo que hemos enlazado en DeC más de una, más de dos y puede que más de tres veces. Ahí está quien esto escribe, en una mezcla entre lo flunky y lo duct taper.

2) Aniversario de esta nuestra Constitución

*Paco Letamendia contándote por qué su «no es no» is for real.

*Una bonita disección de cómo se gestó el texto constitucional y sus consecuencias. Con un montón de referencias y menciones a cosas que hoy estamos pagando.

3) Comunidad, desiertos neoliberales, fachas around?

Ha sido un lugar común durante este año leer que los ascensos ultraderechistas se deben, a varias causas: pérdida del sentido de la comunidad, certezas -¿pero sobre quiénes?- ante la intemperie neoliberal e incluso ausencia de propuestas políticas que pongan en valor y peleen por los «intereses objetivos» de clase.

*Algunos apuntes de César Rendueles sobre la dificultad de que nuestras acciones colectivas sean eficaces en sociedades individualistas. Vemos los lazos densos como una dependencia insoportable cuando a la vez la (supuesta) autonomía extrema nos vuelve inermes para conseguir objetivos que vayan más allá de nosotros mismos. No hay prueba más fehaciente de esto que el hecho de que estemos escribiendo blogs en nuestras casas pensando que el conjunto de datos, evidencias y testimonios que damos, en algún momento desborda un vaso y, chas, llega la «acción colectiva» ¿Qué camino debemos transitar entonces?

*El resentimiento como un vínculo social tan poderoso como la confianza. Cada vez estamos viendo más de cerca la traducción de este hecho. Medianamente relacionado, un hilo de @SeoirseThomais  que disecciona al primo hermano del resentimiento -vamos, el fanatismo- y cómo distorsiona los denominados «intereses objetivos de clase» hasta llegar a regímenes pretéritos quizá no tan superados como pensamos. Cuando se habla de «políticas transformadoras» y de «intereses objetivos», echo de menos que me respondan el «hacia dónde» y el «de quiénes», porque ya no sé quién es el que «objetiviza».

*Owen Jones sobre cómo ser un hombre. El síndrome del breadwinning, que me gusta llamarlo, cuando se vienen abajo porque pierden sus curros y su supuesto lugar en la vida -lo que acaba como ya estamos viendo en algunos lugares del globo, con una alianza nacional de mínimos con el poder real para machacar al que está peor-, vamos, una radiografía de la relación masculinidad/trabajo asalariado/roles familiares.

*El vacío de las experiencias pop-up, (contra una supuesta rutinización, necesidad de que todo sea nuevo) edición Nueva York. Me ha parecido más agobiante que las colas para Port Aventura y ya se sentará alguien conmigo y me explicará, pero me cuesta entender cómo se puede pagar para entrar a estos sitios, la verdad. Me han dado ataques epilépticos solo viendo las fotos.

4) Dossier chalecos amarillos (para los que no quieren agobiarse con el tema pero tampoco comprarse el libro cuando salga, porque evidentemente va a salir)

En cierto modo relacionado con esto último, una esta un poco preocupada por cómo parece que cualquier cosa que haga un movimiento social de antiguo o nuevo cuño tiene que ir envuelta en una suerte de empaquetado (que tampoco sé si los ponen los movimientos o los ponen los medios) que lo haga mediáticamente consumible. Al final, antes que frente a un nuevo movimiento social (o ponle el nombre que sea a estas cosas, yo ya no sé qué nombre ponerle), parece que estamos ante un cantante cualquiera salido de la Factoría de OT, que tiene un par de temas que OK pero que termina por apagarse para dar paso a… el siguiente cantante de la Factoría de OT (léase la analogía entre la Factoría de OT y los medios de comunicación). Los medios, ¿nos visibilizan (TM) o nos chupan la sangre? Igual hay que empezar a pensar en clave de lo segundo.

* Una aproximación más general al tema diseccionando por género y sobre cómo el movimentismo no tiene por qué ser exclusivamente de izquierdas (lo cual replantea la ecuación entre derecha y «orden», claro).

* Impuestos verdes, chalecos amarillos. Como describen los autores, estamos ante el trailer de la crisis ecosocial que se nos viene (el artículo deriva de este hilo, por si prefieres leerlo en ese formato). PD: Dicha crisis ecosocial toca de lleno las leyendas y modos de vida de las clases medias europeas (y ya no hablamos tan solo de un tema de reparto, sino también de expectativas, de vida buena, de qué significa «comprarse un coche mejor» -en ciudad, significa no comprarse ninguno-. Que no es solo eat the rich, sino que el modelo de «parecerse un poquillo al rich» tampoco sirve). Sensación de pérdida vs. sensación de todo por hacer.

* Cómo se incardina el movimiento de chalecos amarillos dentro de una economía global no productiva, sino financiarizada.  Los manifestantes saben de qué va el tema. 

Una fotito de los libros en castellano que más me han gustado durante este año.

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Feliz 2019. DORMID MUCHO. No se me ocurre mejor modo de ser bueno con uno mismo que dormir como está mandado, incluso más.

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Napbox, ¡pero si yo lo que quiero es dormir en mi casa!

Imagino que más de uno y más de dos estarán arrepentidos de haber hecho aquel comentario de qué maravilla el smartphone que puedo conectarle el correo del trabajo y si tengo un tramitillo mierder lo puedo solventar en el momento y no tengo que esperar hasta el día siguiente. Claro, pero es que con una medida que “te beneficia” (ejem), te viene todo el pack que no (jefe llamándote a cualquier hora porque sabe que no apagas el teléfono y además estás haciendo el pollas con alguna app, regalando más datos-dinero a otra gente que no sabes ni quiénes son y a los que casi das más beneficios que a tu propio jefe.

Pues nada, resulta que un nota ha presentado en ese evento tan sano y dejador de dineros -me imagino a Colau llamado a los porterillos de todos los barceloneses con un sobre en mano con lo que le «deja» a cada barcelonés- que es el MWC un cubículo para dormir (artículo completo aquí). Y yo digo: “A ver, pero si yo ya tenía uno de estos en el local de la peña del pueblo, qué me estás contando”. Algún periodista dice que ha sido el mejor invento visto en Mobile. Ya sé que en periodismo se cobra poco pero hay que tener una vida un poco difícil para describir como mejor invento una cama de 60 centímetros de ancho, que son los que tiene. Sin más demora, diseccionemos este cacharro llamado Napbox, que tiene telita. Empezando por que al inventor se le ocurrió tamaña idea en el módulo de deportaciones de un aeropuerto bielorruso.

La primera en la frente: resulta que lo que se supone un habitáculo para descansar está “lleno de tecnología”. A mí ya se me quitaría el sueño haciendo check in y check out. ¡Se te come la hora de la siesta solo para entrar y salir! “En una pantalla exterior te registras con una tarjeta de crédito y escaneando tu DNI”. Te sacan los datos hasta sobando, Hulio. “El modelo que hay en la feria tiene una rejilla de ventilación para que se disipe el calor de la pantalla publicitaria que hay en el exterior de la puerta. Este modelo concreto está pensando para aeropuertos o estaciones de tren, para rentabilizar más su inversión». Madre mía. Imagino que la inversión serán los 28.000 euros que nos ahorraríamos a lo largo de la vida laboral según Antena 3 si no tomáramos café. ¡Que el café no deja dormir!

Yo no le quito al señor que el invento es, literalmente, “disruptivo”. Fíjate si se nota que lo ha inventado un tío que considera que es un avance tecnológico de la hostia el hecho de que una sábana se cambie sola. ¡Como en los hoteles, no hay que hacer nada! (me estoy imaginando al tío ya con toda la Napbox inventada y montada pero dándole al coco para aportar algo de VALOR AÑADIDO y ocurriéndosele en la ducha en plan Eureka lo de la sábana). Lo que tardas en hacer el check in y el check out es más de lo que tardarías en cambiarla, pero en fin. “La domótica nunca me había generado tantas expectativas”. Las mismas que tenías con tu madre, pero vale

Terminas de leer el artículo y la sensación es de derrota absoluta. Ok, la mayoría de los que hemos leído esto hemos echado una cabezada alguna vez en algún aeropuerto (y te haces daño en el cuello pero no te sacan el número de la tarjeta de crédito). Es como si siempre venciera el mientras tanto y la adaptatividad y se aprovecharan de eso. El destinatario medio de Napbox es el mítico ejecutivo que vive en los aeropuertos, cuando ya como modo de vida es algo bastante discutible y también por el cambio climático tendríamos que volar menos y por favor que pare ya ese turismo dignificado pero igualmente destrozaciudades que es el turismo de congresos (justo donde se ha presentado este artilugio, no se podía saber). Yo no le voy a decir a nadie que no rompa los techos de cristal y se supere a sí mismo bajo la mirada de otros, pero espero que tengamos en general un mundo lo suficientemente amable para que a nadie se le ocurra que vivir en aeropuertos es digno de llamarse éxito. Al final Napbox es una plasmación más física que los servicios del teléfono móvil de esa necesidad de estar no solo siempre disponible, sino de estar siempre productivo y -en este caso gracias a esos microdescansos que no se dan en el hogar sino en el centro de trabajo o entre centros de trabajo- de descansar el mínimo para rendir de una manera óptima. Como una vez que vi un Españoles en el Mundo de Singapur o sitio similar, que el españolito de a pie explicaba que había un chaval con los brazos encima del mostrador haciendo una minisiesta porque allí no paran para comer ni para nada.

Es como si alguien pensara por nosotros y se diseñaran sistemáticamente soluciones para todo pero cuya prioridad no es proporcionar un servicio o satisfacer una necesidad, sino eludir por todos los medios el conflicto. Imaginemos que ponen una Napbox en tu curro. Primera impresión: “Bua, de lujo, una siestecita aquí en la oficina y sigo las dos horas de la tarde de puta madre”. Realidad: un día -creedme, nunca es solo uno- se alarga un proyecto y te quedas currando hasta tarde. Tu mente analítica racional te dice que total, pa qué volver a casa (porque además vives a tomar por culo del trabajo). Llamas a tu mujer, que te dice que el pequeño está enfermo, y le dices que te quedas en la Napbox. Caso 2: trabajas con más gente y hay una sola Napbox para toda la oficina: hay que NEGOCIAR. Imagina en qué terminos puedes negociar con tu jefe (que evidentemente algún día te va a dejar a ti usarla, para que vayas a casa diciendo que es buena persona, que pudiéndola usar él todo el tiempo te la deja a ti usar un día. Así estás motivado y permaneces productivo. No se da puntada sin hilo).

Por si a alguien le quedaban dudas de que Napbox es algo para la empresa y no para ti, ATENCIÓN.

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¡Que tiene una mesa por si quieres trabajar! O sea, se le racanea espacio a la cama de 60 centímetros de ancho para tener una puta mesa “por si” quieres trabajar. Lo que yo digo siempre: lo “voluntario”, lo “opcional”, acaba siendo lo más coercitivo. El primero que la use un día en la oficina abre la veda para los demás, igual que el primero que va con gripe a trabajar (porque si hay un ERE qué van a tener en cuenta, etc, etc.). Imagínate la conversación.

-A ver, Bermúdez, ¿tiene el informe?
-Es que he estado echando una cabezada en la Napbox, lo iba a terminar ahora en mi sitio.
-¿Pero para qué cojones cree usted que está la mesa ahí?

Aquí un interesante enlace sobre la obsesión con la productividad

Bonus: el fin de la política

Estaba yo volviendo de trabajar (apréciese por favor el esfuerzo, que hice la foto a las 00.30 con 0 grados de temperatura y me arriesgué a que me amputaran un dedo), cuando me aterroricé con esto.

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¿Esterilización de facto?

Con la Napbox la sábana se cambia sola (confirmado por tanto que aquí los estartaperos no solo no crean empleo sino que lo destruyen, que iba a haberlo presentado este señor en el MWC poniéndose el de recepcionista y cambiador de sábanas por los coj…), y con el baby planner pues tú echas cuatro cuentas y ya tu pareja y tú os ponéis al lío si tal. Pa qué voy a intervenir en mi sueldo, crear un entorno de cuidados, etc, si el algoritmo, algoritmo de la noche ya me calcula él solo las “opciones”. Metemos unos informáticos en el ministerio de Igualdad y como cuando te sacan el impreso de la declaración de la renta: valoran tus opciones y ya te llegará a casa y te dicen si sí o si no. Ni la política de hijo único de China. La “planificación”, los marronáquers varios, eso ya de tu cuenta. Al final, parece que vas a comprar al niño en vez de a tenerlo. Gestión y no conflicto. Es como si hacer política estuviera prohibido. 

De este modo las apps/gadgets (de comida rápida, de dormir) combinados con el gran hermano de la empleabilidad (¿si hay un ERE, ¿quién se queda, la gente que se pira a casa cinco minutos antes si puede o, yo, que estoy muerto de miedo comprometido con la empresa y me he quedado aquí hasta que he terminado todo?) no solo no nos facilitan el trabajo sino que convierten la jornada laboral en algo que no termina jamás. Así que en DeC nos cuesta mucho entender la fascinación por ellas. Cuidadito con las ñapas liberatiempo/calculacosas: nos comen por otros sitios.

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Becarios: la avanzadilla de la empleabilidad

Hace tiempo estaba con un amigo tomando algo y me habló de su último contrato. Era, claro, una beca. Me llamó la atención que me dijera que tenía los créditos de la carrera sin terminar porque era, precisamente, una de las condiciones para que le contrataran como becario ya que esta empresa ni se planteaba hacer contratos de otro tipo (y ojito a la paradoja de que la formación finalizada compute a estos efectos “como lastre” en los tiempos en los que se fabrican memes diciéndote que Iceta no terminó los estudios y Arrimadas sí). Llegó el momento en el que el susodicho contrato finalizaba y el jefe se dirigió a él. Le dijo que estaban contentos y bla bla bla, así que iba a preguntar a la universidad (no al empleado/becario, porque claro, aquí los que se lo llevan crudo son la empresa y la universidad, que para eso se llaman así las “fundaciones” -que ya sabemos también para qué son las fundaciones-: empresa-universidad, tú no eres ni el guioncito de en medio) a ver si le podían alargar el contrato seis meses más. Respuesta de mi colega: “Ehmmm… Igual preguntad, pero creo que ya no se puede”. Efectivamente, no “se podía” -habían agotado todas las prórrogas posibles- y claro, hasta luego Mari Carmen.

Traigo esto a colación porque la semana pasada el Congreso aprobó la propuesta de tramitación un estatuto para los estudiantes en prácticas. De entrada esto está bien, pero me ha suscitado algunas preguntas. Por ejemplo, si este estatuto, fuera de unas supuestas condiciones en las que se harían las “prácticas” (lo pongo entre comillas porque sabemos que hay una parte importante que no tienen nada que “envidiar” a un puesto de trabajo), tienen algún tipo de mecanismo punitivo para las empresas que lo incumplan (quiero decir, es un estatuto, solo puede permitirse dar pautas y recomendaciones, que como ya sabemos también suelen caer en saco roto). Como ejemplo práctico de lo que pasa cuando esto no está explicitado en ningún sitio estaría la famosa obligación de dar de alta a las empleadas del hogar que, como me reconoció una compañera de trabajo, “al final te apañas con ella y no hace falta”. Vamos, que la otra no tiene muchos mecanismos para “hacer que haga falta”.

Al fin y al cabo, el estatuto de los becarios, la obligación de dar de alta a las empleadas del hogar en la Seguridad Social o cualquier medida que combina una pátina legislativa con buenas intenciones, nacen en un mercado de trabajo, el español, cuya ventaja competitiva o sector estratégico, al contrario de lo que se nos dice a menudo, no es ni el turismo, ni el sol, ni los servicios ni nada de eso. El factor de competitividad está en los márgenes de “qué se le puede hacer al otro sin que pase nada”, esto es, el fraude masivo en la contratación, por supuesto no con la ignorancia, sino con la acquiescencia plena -con incentivos y demás-, de la Administración-. El turismo o los servicios solo son el modo más fácil -y más barato para el empresario-, de poner en práctica ese escenario de franqueo de límites constante por parte de las empresas. Ahora mismo tienes más derechos si eres un CIF que si eres una persona física. Si se franquean los límites de todo no es porque no haya papeles-leyes-mobidas en los que pongan ese tipo de recomendaciones/normas con fuerza de ley, sino porque SOLO tenemos esos papeles. La parte de organización que corre a nuestra cuenta -o sea, plantearse qué vamos a hacer en el probabilísimo escenario de que se limpien el culo con los papeles-leyes-mobidas- es la única herramienta que históricamente más o menos ha funcionado para que en algún momento termine la necesidad de hacer cesiones a condición de “mantener el empleo”.

La sensación es que este estatuto, como tantas otras cosas al final solo va a cobrar vida a modo de recomendación, al menos si no hay mecanismos punitivos. Incluso habiéndolos en los contratos normales la inspección de trabajo está a por uvas. No todas las cosas del trabajo son tan opinables: la reforma laboral se cumple a rajatabla, la prohibición de concatenación de contratos temporales, no. Sobre el papel de las administraciones, por mi trabajo tengo ocasión de leer a qué se dedican estructuras 100% industrias del desempleo como las agencias de desarrollo local, algo que no es desconocido: básicamente a la captura de fondos europeos o de otro tipo para repartirlos entre pymes inútiles de las comarcas a las que, por hacer contrataciones se les paga el 65 o el 70% del salario del empleado a fondo perdido (si no fuera a fondo perdido, la Administración tendría que recuperar el 65 o el 70% de los beneficios que ese trabajador genere, claro está). El discurso antielitista se ha enfocado mucho en el rollo del 99%, pero ojito a la transferencia de rentas no solo vía descenso del impuesto de Sociedades -en Euskadi acaba de bajar al 24%, 20 para las pymes- sino también con estos detalles que son recibidos como “inversiones” (para los trabajadores supone pagarnos nuestro propio sueldo) y “creación de empleo”. Lo dicho, más derechos y por ende más dinero si eres un CIF que si eres una persona. Y la existencia de las becas es un mecanismo exactamente igual que el anterior. Porque pongamos que mañana mismo abolimos las becas. ¿Quiénes se van a mostrar más en contra? Posiblemente los propios estudiantes, que ya tienen catalogada esta modalidad como la única mediante la cual pueden entrar en la “rueda del empleo” (realidad: dar vueltas de seis meses en seis meses por distintos sitios, sin derecho a paro, y cuando tienes 30 tacos irte al paro porque ya eres muy mayor para una beca. Irte al paro sin cobrar el paro porque… ¡las becas no dan derecho a prestación!). Son escenarios en los que se ha abierto tanto -por seguir con lo de arriba- la veda de lo que “se puede hacer con el otro” que a los estudiantes no les queda más remedio que convertirse en consentidores indirectos de la situación y, si acaso, redactores de algo de reglamentación para que les exploten, “pero no mucho”. O sea, una reclamación “sensata” ™ que no despierte a la bestia patronal, no vayan a “cerrarse puertas” ™. Es lo lógico cuando se viven los estudios como una inversión: hay que tener contentos a los consumidores de la inversión, y una de las formas de tenerlos contentos es que se pueda hacer prácticamente de todo con el inversor/estudiante. A ver cuándo devuelven las empresas quebradas el dinerito que se les prestó en su día en forma de mano de obra formada en centros públicos. No lo veremos y sin embargo debería de ser lo primero que viéramos. Si quieren sus currelas a medida que se monten una Singularity University con dinero pedido al banco (ay, calla, que la banca la tenemos nacionalizada también). Nada, macho, que nos roban de todas todas. What a surprise.

Primera imagen que me sale cuando pongo en Google "becarios". Parece que fuera algo a consumir, no sé.

Primera imagen que me sale cuando pongo en Google «becarios». Parece que fuera algo a consumir, no sé.

Formación a cargo de la empresa: otro paripé verbal

Pero volvamos a mondo becario. Hace unos meses una diputada de En Comú Podem en una alocución en el Congreso (no en el hemiciclo, sino cuando se ponen detrás del mostradorcito ese) presentaba una proposición de ley en la que hablaba de “recuperar el delicado equilibrio entre empresas y trabajadores” y “devolver la democracia a las empresas”. Claro, no se puede recuperar lo que no ha habido nunca (puedes decidir no abrir una empresa; pero en general no puedes decidir no trabajar), y por otro lado, la condición de existencia de las empresas es que NO sean democráticas. Pongo este ejemplo como modo en el que mucho del contenido otrora reivindicativo y organizativo -vamos, en el que se ponía en juego la agencia de los trabajadores- ha devenido en una especie de “desconflictivización” del ámbito laboral cuando precisamente el conflicto no es que sea una característica sobrevenida, sino que es el origen del propio ámbito -mediante reglamentaciones, llamadas al diálogo, visibilizaciones, etc.-. Nos hacemos trampas al solitario del lenguaje. Aplicado a mondo becario, esto pasa con la repetición de la matraca de “la formación práctica en las empresas” (o sea, el que sería el ámbito de aplicación de este estatuto becarial). Al final lo que parece es que llegamos a una especie de solución de compromiso entre ese “lo que es posible hacer con el trabajador” -hasta cuánto usarlo- y la demanda del trabajador de rentabilizar su inversión formativa o entrar como sea en “lo suyo” ™, vamos, que ha sabido presentarse bien como algo irremediable. La formación a cargo de la empresa viene a empastar estas dos realidades, haciendo que discurran paralelas unas supuestas necesidades formativas con la demanda por parte de las empresas de tener currelas que estén a la última pregunta y además sean baratos. Vamos, una herramienta a priori “atractiva” de las de “salvar el equilibrio” para las dos partes. Otra cosa no, pero si no están en un acto institucional de firmas de convenios -y a veces incluso allí-, son gente muy sincera y te reconocerán lo evidente: una empresa ni tiene por qué tener ni de hecho tiene ninguna finalidad formativa. Podemos ponernos la venda dialéctica que nos dé la gana. Las empresas se abren para algo tan simple como ganar dinero. Y ni un estudiante ni nadie está allí ni por “creativo” ni “porque me valoran” ni nada. Estará allí porque esa creatividad se traduce en cash (y cuando deje de hacerlo, patada) y será valorado porque su tarea se traduce en cash, o en desgravaciones o en lo que sea (recordemos esas maravillosas ofertas de empleo en los que se piden mozos de carga con discapacidades físicas del 33%). Y si no, no estás. No hay más criterio. Por otro lado, no es rara la empresa en la que el becario acaba yendo al despacho de un jefecillo a “mira a ver niño, que no sé a qué le he dado en el ordenador” y sacarle de un sitio en el que se ha metido sin querer, así que es pertinente preguntarse quién forma a quién. Pero claro, pasa algo muy básico: que “er niño” no es EL DUEÑO de la empresa. Así que toda esa mierda se esconde debajo de la alfombra de “la formación”.

La estrecha relación entre la empleabilidad y el miedo en la era del trabajador del conocimiento exhausto

Algo que ha tenido de malo el modo en el que hemos conceptualizado la formación a modo de ascensor social es que ha “disuelto” la realidad primigenia, esa que dice que en general no puedes estar sin trabajar. Cuando veo reportajes de jóvenes (en DeC abogamos desde hace ya un lustro por que se hable menos de los jóvenes a cambio de que se ponga en la picota a quienes viven de esos mismos jóvenes), suelen identificar como la anomalía del mercado laboral el hecho de que sus estudios no encajen en el mercado de trabajo -en vez de identificar el propio mercado de trabajo como zona bastante problemática- o, por ejemplo (todo un poquito tamizado por la “narrativa crisis”) el problema de la migración, cuando hace no tanto precisamente la migración era sinónimo de prestigio. O cómo la “narrativa crisis” ha vuelto del revés los trabajos en los hostels internacionales: lo que en momentos de calma económica era una aventura, vivir sin ataduras, oportunidades de viaje, etc. etc, los tenedores agobiados de un capital cultural que -sienten- ya no conduce a nada empiezan a percibirlo como un lugar de explotación. ¿Por qué? Porque al igual que ocurre con su capital cultural, se dan cuen de que no tiene pinta de que vaya a traducirse en nada de provecho en un futuro cercano.

La semana pasada los becarios de la UAM hicieron una jornada de huelga y esta semana están llamados a otra. Y el hecho de que muchas de las dependencias de la uni tuvieran que cerrar muestra que tenían razón en lo que decían. Y como sabemos también, el hecho de tener razón no suele bastar en el curro. Lo que hay que poner en valor es que se hayan puesto de acuerdo para hacerla. Con los mimbres que comentábamos en el párrafo anterior y dado que, una vez que pasas el Bachillerato te conviertes en alguien que juega bazas individuales para emplearse (el CV, los cursos extra, el máster para que parezca que estoy haciendo algo y tener ocupadas todas las fechas del CV para que no parezca que esto en el paro, etc.), que haya una mínima organización para algo así es llamativo, sobre todo en esos primeros años “de lo tuyo” donde, más que los conocimientos, lo que te da la llave de la empleabilidad es hasta dónde llegue tu margen de tolerancia (entre máximas comillas) con según que prácticas. Por decirlo de una manera así muy rimbombante, las bases “antropológicas” del tipo de curros en los que se ha hecho extensiva la becarización son de base competitiva, no organizativa. Así, nos encontramos en un brete en el que el “por favor, explótame” se entrecruza con la -certera- intuición de que la mierda a tragar por la promesa de empleo futuro ya no compensa (eso si se piensa que ha compensado en algún momento). O sea, en “pelear” (con actitud y conocimientos) dentro de un escenario en el que el valor máximo es tu prescindibilidad. Pero que nadie se lleve a engaño, esto no es cosa de universitarios. La FP Dual trae muchas promesas de empleabilidad con modelos de mierda de la buena (hemos tomado Alemania como ejemplo) y, como me gusta decir, tiene pinta de que con la extensión de esta modalidad formativa, se me van a hacer los posts solos.

Por resumir, me da la sensación de que nos estamos enfangando en tres tipos de terrenos que, siendo importantes -la petición de reglamentación, la “visibilización” (¿la copia que nos podemos permitir de la emancipación?) y la apelación al consumidor (no pidas a Deliveroo, no te alojes en el Hotel Hilton porque externaliza a las camareras de piso -¿de verdad te crees que me puedo alojar en el Hilton?-), dejan sin contestar la pregunta fundamental: ¿qué vamos a hacer si, como suelen, se pasan la reglamentación por el forro? En general, en los trabajos no se gana mucho cuando se piden cosas, se gana cuando les obligas a que te las den, e igual que ellos han tenido muchas facilidades para descubrir “todo lo que se puede hacer con un trabajador”, a nosotros nos queda todavía mucho por descubrir de cómo y hasta cuánto se puede obligar.

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Cospedal, saber cocinar y las ojeras farloperas

Llevamos cinco años de DeC e, inexplicablemente, no hemos hablado aquí nunca de una de las cosas que más le gustan a quien esto escribe: COMER

Hace tiempo hubo un bulo que decía que María Dolores de Cospedal había afirmado que cada vez más gente acude a los comedores sociales porque no saben cocinar. Era todo mentira, pero cojamos esta afirmación para hacer unos apuntes al margen del leitmotiv DeC (pasta en disputa): en este caso, sobre la disponibilidad de tiempo y la consideración de qué es o qué no es una habilidad.

Ok, Dolores no ha dicho esto, al menos en público. Sin embargo, igual que en su día nos preguntamos qué pasaría si Daniel Blake hubiese votado a Donald Trump, vamos a pensar que, de haberla dicho, podría haber algún punto a considerar. Por supuesto, la causa directa de que haya más gente que vaya a los comedores sociales no es “que no sepan cocinar” -aunque luego desarrollaremos un poco en qué consiste saber cocinar-, sino que va ligada a la escasez o ausencia de ingresos y a cómo juegan nuestras entradas y salidas del mercado de trabajo con la disponibilidad temporal que tengamos tanto para hacer una compra en condiciones (productos de temporada, de proximidad, de cierta calidad) como para después preparar una buena comida. Por cierto, hace un par de inviernos los propios bancos de alimentos pedían a quienes depositaban comida allí que, por favor, esta estuviera ya precocinada (vamos, que no llevaras una bolsa de garbanzos Luengo sino una lata de garbanzos Litoral) por la sencilla razón de que muchas familias ni siquiera podían pagar las facturas de la luz, y cocer los garbanzos ya cuesta un rato. Así de triste. Volvemos, por tanto, al punto de partida: no es que los usuarios “no sepan”, sino que además “no tienen” porque hay un oligopolio energético que mama de nosotros y “no deja”. Que se pidiera precocinada no quiere decir, claro, que los usuarios no supieran cocinarla. Y entre quienes se compran una lata de Litoral, habrá quienes lo hagan por desconocimiento de cómo se prepara una fabada y quienes lo hagan por falta de tiempo o por pereza. Como el resultado de compra es el mismo, a la marca le chupan un pie las razones detrás.

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De que se pasen Cuaresma y Semana Santa te hago unas manitas de cerdo cojonudas.

Tampoco se escapa el hecho de que muchas de las personas que acuden a los bancos de alimentos o comedores sociales son parejas jóvenes o familias monoparentales con hijos pequeños. Los supermercados Día -me llamó mucho la atención- recogían hasta hace no mucho (no sé si lo siguen haciendo) comida para «los jóvenes en paro» (imagínate lo amplio que puede ser ese perfil, tan amplio que a lo mejor algo de esa comida cayó en manos de algún exempleado de la cadena). Estas personas jóvenes son (somos) la vanguardia de la terciarización y de un nuevo reparto en el que el tiempo de trabajo se ha comido por completo al de la vida, pero pintándolo de “avance”, a la misma vez que no ha conseguido sacar a la luz (ni a la nómina) el trabajo doméstico real, vamos, el trabajo de reproducción de la fuerza de trabajo. Hemos cambiado la forma que tenemos de explicarnos a nosotros mismos desde nuestro lugar en el mundo productivo para hacerlo desde nuestras preferencias (u objetivos, que aquí se habla mucho de ‘merecérselo’) de consumo. Tanto es así que el proletariado que originalmente tenía a sus hijos como única riqueza ha experimentado una vuelta de tuerca y ahora ve a los hijos -y nómina en mano (si tienen nómina), con mucha razón-, como un gasto inasumible. El hijo pasa de único patrimonio a lujo asiático, es el hito vital que te mete, precisamente, en el banco de alimentos.

La vanguardia de la terciarización ha contribuido a que hayan sido nuestros cuerpos por donde ha pasado todo el auge de la comida precocinada liberadora de madres y posteriormente liberadora de hijos que estudiaban más años que las madres, para incorporarse después al mercado laboral y una vez allí, tratar de ascender en el cuento de la lechera y, a su vez, tener a otra que les cocine. El mercado laboral ha puesto la impronta de tiempo inútil a la alimentación, convirtiendo en símbolo de estatus el poder dejar de lado una elaboración muy sofisticada de las comidas de maneras muy variopintas. Desde las mas humildes (el tupper), las de la nueva economía/neofeudalismo/apps sustituyemadres (JustEat) al añorado cheque restaurante y a esa comida precocinada que se hace en un minutito en el microondas cuando llegas a casa porque te han molido a palos en el trabajo. Como siempre, igual aquí la afirmación no es la comodidad que supone esto último, sino que toma forma de pregunta. Si llego a mi casa hecho un guiñapo, ¿no estará el problema en otro sitio? ¿Esto que me presentan como una ventaja no es tal vez otra cosa?

Y hete aquí el tema: la cosa es que es MUY POSIBLE que la gente no que vaya a los bancos de alimentos, sino que tenga menos de 40 años -y aquí está el meollo, que si Cospedal hubiera dicho aquello, hubiera cogido la parte por el todo- no tengan demasiada idea de cocinar de un modo más o menos elaborado. ¿Qué pasa? Que el avance social que suponía el “ni tener que molestarte en cocinar” se hace añicos cuando los ingresos son cero, que era algo con lo que no contaba esta generación. También se ve aquí el impacto de la economía invisible y de que igual los curros de publicidad y marketing tiene que venir alguien a desmantelarlos porque a lo mejor la vida está aquí, en la mesa, y habría que empezar a desembridar esto del discurso de subordinación, me parece a mí (el de la representación, lo de que se vean directivas y todo eso. ¿Por qué, si yo mandaría a una gestora de bolsa al gulag soriano?). Conseguirle el sitio que merece al papeo pasa más, que diría mi hermano Víctor, por desempoderar a hombres antes que por empoderar a mujeres. Que si te quedas en paro y tu novia no, muchacho, no hagas solo la paella de los domingos “que me sale mu rica”. Darle visos de realidad con dinerito contante y sonante. Paso bastante de visibilidades y dignificaciones en este particular: prefiero preparar y comerme una menestra, aunque no me vea nadie, es más, mejor que no me vea nadie. El «ascenso social» asentado en la expresión de preferencias de compra (también incluyo aquí comprar el trabajo de terceros para poder comer) se va al garete cuando el presupuesto no es el previsto, pero el valor de la cocina y lo doméstico reside precisamente en cómo un mínimo movimiento estadístico o salida a la palestra de la disciplina pone a tambalear las supuestas meritocracias. Es un camino que va a costar mucho desandar por la analogía que se ha hecho entre el territorio doméstico, la «pata quebrá» y la alienación; pero baste un dato. Como contaban en The Atlantic, la línea de pobreza de USA se hizo dando por hecho que en cada hogar había una esposa que sabía cocinar (pura economía sumergida). El experto te dirá que la entrada masiva de la mujer al mercado laboral ha procurado que el escenario  no sea replicable. Yo diría que al menos una parte también se debe a que el hombre no se ha incorporado al hogar -¿por qué nadie considera anómalo esto pero sí ‘que no haya jefas’, si algunas no queremos jefas ni jefes?- y a que no ha sido precisamente la aspiradora Roomba la que ha reducido nuestro tiempo de trabajo, sino el traspaso de tareas a otras mujeres casi siempre de otros estados nación. Como cerca de la mitad de nuestro salario se explica por el lugar donde vivimos, si vienes de fuera te vas casi de seguro a sostener lo real pero cobrando poco. Es nuestra dependencia. Ahora que se habla mucho de soberanías, poquita soberanía alimentaria veo yo aquí.

https://twitter.com/teriyaki02/status/918232782970785793

Vale, pero yo le había dado clic al post por lo de la farlopa…

Caaalma, caaaalma, no se me amontonen. Pasamos ahora a mi relación de odio-odio con el mundillo anglosajón y a los que sí saben cocinar. Antes de la paella con chorizo, Jamie Oliver se había hecho famoso entre otras cosas por tratar de introducir menús más saludables en los comedores escolares. La cosa salió regular porque, como le suele pasar a esta gente, descuentan todos los factores ajenos a la motivación personal -vamos, los factores que facilitan bastante cualquier tipo de motivación para cualquier cosa-. La lectura que hacen de que un crío prefiera unos emanems a un plátano pasa por la voluntad personal, olvidándose de todo el entorno que no puede controlar, que incluye entre otras cosas que la fruta es cara y el chocolate, además de ser barato, te lo ponen en la línea de la caja registradora en vez de coserlo a impuestos. No es raro, pues, que el experimento fracase en el país (ex)UE con una desigualdad más disparada. Lo explican bien aquí. Este tipo de escenarios han llevado a la representación del McDonald’s como “feudo obrero” porque “cuánta hambre quitan las hamburguesas a un euro” y a la ridiculización de la verdura como una pijada. Pues no, coño, yo quiero lo bueno pa nosotros también, no que se “estigmatice” como pijada por unos y se queden los ricos como consumidores únicos de la verdura que ya plantaban tus abuelos, diciéndote encima que te jodes porque está fuera de tu alcance tanto comprarla como sacar un hueco para prepararla. Lo próximo que se va a estigmatizar en este sentido van a ser los coches viejos: se va a decir que los pobres no tienen conciencia ecológica cuando lo que no tienen es dinero para comprarse un coche menos contaminante ni (viendo cómo se están dando los fenómenos de reordenación urbana) nadie va a poner un duro para que no necesiten tenerlo.

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No queda fruta a un páund, ninio, solo KinderBueno

Y ahora sí, pasemos a la farraka. Resulta que Gordon Ramsay, inspirador de Pesadilla en la Cocina, ha hecho una especie de reality documental para destapar el alto número de adictos a la farlopa en el mundo de la restauración. Lo que le hizo preocuparse al buen hombre fue que uno de sus mejores amigos (imagino que también chef) murió por la droga en cuestión. Para no perdernos, sigamos el hilo conductor: hemos empezado hablando de gente joven, posiblemente con hijos, que no tienen para comer; luego ha entrado el primer chef estrella al que le parece “inexplicable” que la gente que no tiene para comer coma así de mal y ahora tenemos otro chef, también más famoso por las industrias del entretenimiento que por otra cosa; preguntándose por qué en su gremio la gente se pone hasta las cartolas, lo cual suele incluir una alimentación deficiente. Y aquí está la paradoja: si entre los curritos de a pie, el paro y un hijo les descuadran las cuentas hasta el punto de tirar para el comedor social, cosa que al margen de la escasez de ingresos también se ve afectada por el hecho que esos saberes domésticos (pausa para respirar) han sido apartados y dados por descontados en la esperanza de remunerar a otros con lo que te pagaran del propio trabajo del que ahora careces; los currelas de cocina de lujo -entendidos como las personas que mejor cocinan- ni siquiera pueden cocinarse para ellos o sus familiares y se tiran a la droja. Cualquiera que se haya echado a la espalda turnos de 12 horas en un restaurante sabe que lo que te apetece cuando terminas es comerte un sándwich de mierda, emborracharse o drogarse. No precisamente ponerte a cocinar pa ti, aunque lo sepas hacer muy bien.

Hombre, si me encuentro en mis restaurantes farraka en los baños del personal por sistema, antes de ponerme a hacer un documental “buscando respuestas” igual primero hablaría con los empleados -que evidentemente no se van a autodelatar-, lo que pasa que el nivel de psicopatía de esta peña que tiene éxito (basado en exprimir a los demás y en trazar un círculo vicioso en el que el exprimido ahora verá como recompensa necesaria la posibilidad de exprimir a otros), ya lo conocimos con las famosas declaraciones de Jordi Cruz sobre los stagiers, que parece que le deben algo y no lo dice como boutade, lo dice porque lo piensa de verdad.

A donde quiero ir a parar con todo esto es a que da igual que sepas o no sepas cocinar. Ni los que ni siquiera una vez fuera del trabajo cocinan porque todo su tiempo y habilidades se enfocaron en dejar todo lo doméstico a un lado; ni quienes saben cocinar de manera portentosa y sin embargo son víctimas de una picadora de carne que asimila cocina a turnos de diez horas en pos de un éxito que nunca llega y que es una mierda aunque llegue -y todo esto sin meternos en la concentración de las empresas alimentarias, que es otro monstruo que lo enfanga todo-, son capaces de alimentarse, por unas cosas o por otras, como es debido.

No sé, al final de lo que me acuerdo es de la escritora que entrevisté en su casa que se levantaba y lo primero hacía la casa, luego tomaba un vermú con la madre y luego escribía y, por cierto, no le iba mal. Y del chef que entrevisté mucho después que también me saltó con la historia de que los realities de cocina eran buenos para concienciar a los críos de comer verdura pero yo me preguntaba cuándo veía él a sus hijos. A mí me sigue y me seguirá pareciendo que la que tenía una vida guay era la primera, aunque el segundo fuera más conocido (y seguramente con más deudas bancarias). A lo mejor lo que tenemos que cambiar también, además del reparto del tiempo y de la dieta, es la noción de éxito, lo que es admirable. Nos ahorraríamos, creo, mucho abuso y mucha espiral del silencio. Y si os están quitando tiempo para comer tranquilamente, no es porque llevéis una vida excitante. Sospechad.

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Brasas del siglo XXI (IV): Against Retina

Hoy vamos a hablar de manera tangencial de un tema muy original del que jamás se ha hablado: la “crisis de los medios de comunicación” (¿alguna vez no lo han estado?). Creo que todos venimos contemplando desde hace una temporada cómo la mayoría de medios de comunicación (que en el mejor de los casos no tienen un duro porque ha habido que quitar pastuqui de la publi institucional; y en el peor están hasta el culo de deudas y ha habido que tirar de algún jeque catarí), van segmentando contenido y ese contenido está extrañamente asociado con alguna marca y/o actividad. Igual que ahora Amstel o Iberdrola te presentan pelis en los festivales de cine. Conmino a que cojáis la edición impresa de El País y que veáis lo que ocupan un día de diario suplementos publicitarios que en ocasiones son más gordos que el propio periódico + lo que se sacan estafando a los chavales con su máster de dos años + los eventos varios tipo “congresos del bienestar” con demenciales patrocinios de publi de diputaciones y unidos a la turistificación de localidades de mediano tamaño + Antoño Navalón que le debe un montón de dinero a Hacienda. Este es el retrato del haber del primer periódico español (ya bajando de los 100.000 lectores). Antoño, tengo un mensaje para ti.

No abandonamos mi querido grupo Prisa. Por si no teníamos bastante con ESTARTAPEANDO, patrocinado por Vodafone, en el programa de Ánchels de la SER, hoy hablaremos de EL MAL hecho suplemento de periódico (de su versión online, y que luego tiene alguna paginita en el Cinco Días): Retina.

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Ya el menú de la página dice mucho.

Retina, en ese afán segmentador para lograr ingresos como sea y crear contenido a cholón, se presenta como un suplemento/sección/no sé muy bien cómo desc acerca de la “transformación digital”. Mantra importantísimo de mantener: hay una revolución cuatropuntocero en marcha, un tsunami, aquí hay que apechugar y no te resistas que las máquinas funcionan solas –no son propiedad de nadie, se conoce- y si te resistes va a ser peor. ¿Qué quiere decir esto? Que va tratar prácticamente todos los temas excepto los estructurales del mundo laboral, esto es 1) El capital (la propiedad, si se quiere llamarlo así) y 2) El trabajo (los salarios, si se quiere llamarlos así). A cambio, Retina te promete una especie de viaje apasionante “analizándolo todo” para que “te adaptes” (vamos, que elijas pero que no decidas –esto es muy importante-) a la “transformación digital”. La jugada, lo hemos dicho a menudo aquí, pasar por descriptivas e inevitables cosas que tratan de ser en realidad prescriptivas. Sin embargo, a nada que escudriñes ves una amalgama de elementos que tiene que ver con “lo moderno, lo de ahora, no te quedes atrás” pero sin rascar demasiado. En todas partes para no estar en ningún lao, vaya.

Así que los de Retina quieren estar a setas y a Rolex y que no les pillen con el pie cambiado y el resultado es un suplemento mix and match que te avisa de todo lo que hipotéticamente va a pasar en el curro en el futuro excepto de las condiciones feudales en las que lo vas a desarrollar, y almibarado con ***tecnología***(a saber), que es un fetiche que barniza muy bien los sujetos agentes y encarcela mejor a los pacientes (ver Europa años 30). Una conjunto informe de robots, cuentos de la lechera sobre las horas que vas a trabajar y semanas de cuatro días (el mensaje lo ha lanzado Carlos Slim, cuidado con los emisores porque luego son los que eligen cómo se materializa eso), crowdfundings, startups, nomadismo digital (xD), bitcoins, y movidas actitudinales. También cosas que dice “la 100cia” y Esperanzas Gracia de medio pelo (de esto se ha aprendido mucho de otros sectores, porque aunque falles más que una escopeta de feria te sacan en los medios igual). De “la 100cia” tiran un poco todos estos suplementos online segmentados de El País porque traducir un péiper es rápido y relativamente fácil. Total, si lo que tienes es que “generar contenido” –vamos, hacer textos para acompañar a la publi, que lo que importa es que se vea la publi, eso si el propio texto no es la publi aunque parezca que es información-, vas a terminar de currar antes. Tiene sentido. Veamos qué cosas está haciendo la “100cia” últimamente. A ver si vamos a estar mirando mucho “la 100cia” y poco a los “100tífikos”. Abe.

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Y ojo, que a veces hasta Retina tiene alguna pieza crítica con la “precariedad laboral” diciendo que no la han inventado las apps. No son tan malas las apps entonces, que solo “recogen” algo malo que han hecho otros. Ya me quedo más tranquila. A veces –como hay que estar a Rolex y a setas- algún artículo hasta tiene un arranque de sinceridad.

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Aparte de esto las apps no han aportado mucho más que una especie de amadecasización del trabajo tanto en el contenido (que me lleven la comida a casa) como en la forma (vamos, un vaciado monetario y contractual; un contrato mercantil si es que tienes algún contrato; todo ello disfrazado de “echar unas horillas y que se adapten a mi estilo de vida”. Estilo de vida que suele pasar por una formación eterna para que no parezca que estás en el paro). No entiendo todavía por qué las llamamos apps si son empresas (hay unos jefes que ganan dinero y hay unas personas trabajando). No entiendo por qué si estamos en una “crisis del empleo” nos empeñamos en llamar trabajo a cosas que no lo son y en vaciar de curro y llamar “economía colaborativa” a cosas que son puro curro y no solo puro curro sino más feudal que nunca (eh, pero “adaptado a tu estilo de vida”).

https://twitter.com/HermanosPelaez/status/883665241564995584

La leyenda del espacio: nómadas digitales

Por centrarnos en un aspecto en particular, y puesto que parece que Retina analiza “un poco todo” para ver de qué hilo tienes que tirar para adaptarte, el otro día estuvimos unos cuantos hablando sobre el tema de las nuevas oficinas diáfanas, con pizarras en el váter, con mesa no fija porque hay que trabajar “por proyectos” y, por supuesto, con su mesita de ping pong como la redacción de algún famoso medio onláin hispano. Partimos de este ártical de Retina.

ult

Ya el primer párrafo es bastante prometedor: te habla de una cosa que todo el mundo dice que está pasando pero que nadie está viviendo. Vayamos a la realidad real, no a lo que te dicen que es real sino a lo que vives tú todas las mañanas: como dice Poloi, si tu jefe ni compra la licencia de Excel, ¿cómo mierdas va a sustituirte un robot y/o a ponerte un asistente virtual? Por otro lado, y sobre coches automáticos/voladores, vuelvo a poner el célebre artículo de David Graeber sobre este particular. ¿Cuántos años llevan braseándonos con coches voladores? ¿Cuántos coches voladores has visto? Y el “riesgo para el sector del taxi” ha venido no de un coche que se conduce solo, sino de un par de compañías que no aportan nada excepto saltarse toda regulación, no hay “innovación” aquí, a no ser que se innove para atrás. Pues eso. Que decir no es hacer.

Si preguntas a gente que conozcas que trabaje en “entornos inteligentes” lo más frecuente son sillas que acaban teniéndose que traer de casa o de alguna sala de reuniones porque todas están ocupadas, llamadas el día anterior para indicar si hay que estar presencialmente o no en la ofi al día siguiente (en función del espacio que haya disponible), por supuesto “misteriosas desapariciones” de material… Y la prueba del algodón: si trabajamos en proyectos horizontales, colaborativos, etc, ¿el jefe tiene su propio despacho? En general, sí. A lo mejor hasta con baño. El entorno colaborativo suele ser que tengas que llevar el papel higiénico de casa (caso 100% real).

Luego está el tema la parte de TEGNOLOGIA ESTREMA que te quemas.

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No sé Rick, si habéis trabajado en una oficina sabéis que hay gente que no se habla porque no se pone de acuerdo con cómo poner el aire acondicionado. Hay gente que se queda afónica por los aires acondicionados. Si tienes que traer el papel higiénico de casa y tu jefe no compra la licencia de Excel y a veces hay que mangonear sillas, es muy probable que no trabajes en un entorno inteligente. Y sabiendo todo esto, a lo mejor hasta te están hablando de algo que no existe ni va a venir nadie a poner un duro para ello, a saber. De hecho, me jugaría 20 euros a que el lector medio de este blog trabaja en una pyme y sobrevivirá a esa pyme cuyo jefe tiene bastantes cuentas que ajustar con el banco. Estás tú mejor que ellos, acuérdate. Te necesitan ellos más a ti que al revés.

¿Qué hay de fondo en toda esta mierda? Aparte de la ya trillada idea de que las oficinas no ubicadas en un centro de trabajo (vamos, las que están en una casa o en un coworking) transfieren una serie de gastos del empleador al trabajador, los objetivos son varios: esa confusión decir/hacer que comentábamos antes –idea de proyecto personal pero de la que en realidad se lucra un tercero, y además no sabes muy bien para quién trabajas- y hacerse nómadas para adaptarse perfectamente a los procesos especulativos de suelo en los que nos encontramos inmersos (y para los que España, como “país de propietarios”, es un caramelito). Recordamos, sin embargo, que si curras 14 horas al día, los “entornos” en los que se desarrolle ese curro pues dan un poco igual. Y luego sentido común: si vas con el portátil a la playa te da todo el reflejo del sol, y la arena igual se te mete en el ordenador… No te dejes llevar por la foto. Aparte, el cliente tiene prisa igual. Estés donde estés. Seas todo lo nómada que seas. Llames a tu lugar de nomadismo Silicon Bali o Acelerador de Ideas de Cevico Navero. No tendrán bastante los pobres de Bali con vernos hacer el polla de luna de miel, de gap year o de retiro espiritual que además ahora la gente se va allí a hacer como que trabaja. Pobre gente (los de Bali).

felipe

Y luego está la mentira de mentiras, eso de que Retina es «el futuro». Abe. Que ha ido este señor, please. El otro día seguí con el rabillo del ojo el evento (ojo, en la era de la transformación digital si no haces eventos no eres nadie) y aquello era demencial incluso antes de aparecer Felipe González. Era demasiado sencillo tirarle beef al pobre chaval al que le hubieran mandado tuitear todo esto y que seguramente bastante tiene ya con hacer como que se cree todo lo que allí dicen y que incluso podría estar haciéndolo sin cobrar, mientras le cuentan que un robot le va a quitar el trabajo y secretamente piensa que, para esta mierda, ojalá. Impresoras tres dé, bitcoins y yo que no tengo dinero ni para el autobús de vuelta a casa.

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El master, ¿fase superior del capitalismo?

Como saben los lectores habituales de esta casa, nos gusta hacer las cosas con mucha calma y en esta ocasión vamos a referirnos –para hablar finalmente de otro tema- a aquel famoso piso de Montxo Espinar (que parece que no pero hace ya casi cinco meses de la broma). Cuando se descubrió el pastel, resulta que Montxo tuvo que salir a dar explicaciones porque, tal es el poder de Podemos que al chaval solo le faltó sacar el ticket de la compra del MediaMarkt del portátil que se compró con la diferencia que obtuvo entre que compró el piso aquel y la venta posterior. Que ahora en 2017 a toro pasado es fácil decirlo, pero hasta hace no mucho la propiedad en España significaba Que Te Hacías Mayor, la vivienda en propiedad era el espacio de reconocimiento adulto. Es la mejor herencia que dejó el Atado y Bien Atado de Paco, no ha sido nunca discutida, al revés, ha sido incentivada por lo progre mediante cosas como esas cooperativas de vivienda (que no son para todo el mundo precisamente) que hicieron fortuna en sitios como la Comunidad de Madrid, donde está precisamente empadronado Montxo Espinar. Bibliografía recomendada

Pero es que Montxo, aparte del portátil “que lo tenía hecho una pena” (sic) en Mediamarkt, y una vez truncado el sueño de la emancipación, tuvo la brillante idea de cursar un máster. En DeC no estamos demasiado interesados tanto en las correcciones o incorrecciones desde un punto de vista «ético», lo dadivoso que es uno o lo que especula a nivel personal o como dinámica sectorial; pero SÍ lo estamos en saber por qué las personas pagamos dinero por gilipolleces. En Román paladino, cómo es posible que una persona humana gaste dinero que le sobra –o dinero que no tiene, ¡que se piden préstamos para esto!-en un máster. ¡¡¡EN UN PUTO MÁSTER!!

montxo

Izq: Montxo sin master/Dch: Montxo con master

Ya hemos hablado muchas veces de las confusas relaciones entre empleo y formación, así que quizá convendría trazar someramente por qué triunfa el tema este de los másteres. Vayámonos una década atrás más o menos. A punto de petar la burbuja de vivienda y con el Estao todavía funcionando a buen ritmo como expendedor de títulos para poder currar (acompañado por un buen número de universidades privadas para que los ricos sin muchas luces puedan heredar la empresa con un título que dé cierto decoro, sin parecer completamente gilipollas), ZP intentó de maneras muy torpes que ese marcador emancipatorio que es la tenencia -en el régimen que fuese- de un hogar propio perviviera entre las nuevas generaciones (el hipotecamiento a 50 años convivió con ese engendro que fueron las kelifinder). Se construyeron casas y casas y se firmaron hipotecas e hipotecas, aunque hubo también quienes no las obtenían o no les convencía lo de comprar, y hubo que tirar de subvenciones de diverso pelaje al alquiler (Barrio Sésamo: las subvenciones al alquiler, niños, son regalar dinero público al propietario por serlo). Parecía que la cosa iba palante (lo que quiera que signifique palante) pero sin tocar demasiado la estructura de propiedad, o intentando, como mucho, que algunos más entraran a ese juego.

Así que todo ese incremento en el recorrido formativo que tenía la doble función de 1) ocultar el altísimo paro estructural del Estado (sí, también Cuando Éramos Ricos, sobre todo Cuando Éramos Ricos) y 2) dar la sensación de ventana de oportunidad para una nueva clase media –más clase media en lo cultural que en lo económico, remember mileurismo, remember plan PIVE-, actuó como pata identitaria en lo laboral (creador de expectativas, modo de imaginar mundos posibles que son más o menos hacer lo que has visto en casa y si puedes un poquito más y esgrimirlo “como derecho”, cuidado) de la chavalada nacida entre mediados de los 70 y mediados de los 80. Ante la imposibilidad de garantizar la propiedad para todos debido al disparatado precio de la vivienda y ya dejado de la mano de dios el mercado laboral desde finales de los 80; se incentivaron los centros universitarios como ascensor/pacificador social/sitio donde dejar aparcaos a los chavale para que no molesten mucho (una guardería de veinteañeros). Con la burbuja estallada, los entre tres y seis años de duración que solían tener las carreras ya no eran suficientes para contener todo ese paro real estancado en las facultades fumando porros ni la FP podía absorber el empleo destruido a modo de “vehículo para la reinserción laboral”. Ni se podía crear más empleo público barra esponja de absorción de lealtades. Los estudios pueden no darte un trabajo, pero te dan un lugar en el que estar, al menos mentalmente y también tienen una función orientativa (hacia dónde deberías ir). Y bajo estas dos últimas premisas –dilatación ad aeternum de la formación para que no parezcas un parao cualquiera y “¿quién soy yo y qué es lo mío?»- se abre paso la hegemonía masterística.

Pero no se acaban aquí las maravillosas propiedades de los másteres. Fue con ZP que conocimos por primera vez el máster como narración de lo posible… Tan posible que fue gracias a ellos que se nos coló la financiarización por la puerta. ¿Cómo conseguir que gente que solo tiene en el banco la cartilla de ahorros y no parece que vaya a hipotecarse contraiga algún tipo de deuda pa tenerlos bajo control? Vamos con la cantinela de “si no complementas tu formación con no sé qué tu título no vale nada” (recordamos a los lectores que per se ni el título de la uni ni tampoco un curso de bikram yoga no tienen ni tienen por qué tener ninguna utilidad) y hagamos que las administraciones públicas establezcan relaciones dudosas con las entidades bancarias. ¿Y cuál fue el resultado? Lo mejor del modelo USA, y no hablamos precisamente de la Ibilí ni de Silicon Valley, sino de un montón de peña endeudada que no podía pagar los préstamos ni siquiera “en condiciones ventajosas”, vamos, una precuela de la publicidad de Cofidis que dan durante la publicidad de El Programa de Ana Rosa pero en vez de aplicada a la emergencia de “necesito pasta porque me cortan la luz” aplicada a la expectativa de “no quedarte atrás en la vida”. En fin, que los chaveas no “consiguieron” empleo y a ver cómo salimos de este marrón de la deuda. Oh sorpresa, conseguir empleo depende de ti en una porción insignificante. Dependería de ti si pudieras elegir cuáles son los sectores estratégicos del país, y eso ni lo has votado en la vida ni lo vas a votar.

Hace poco leía en algún sitio que el doble mortal adelante del mercado laboral ha consistido precisamente en eso, en ir más allá del “pago en narrativas”, en la interpretación -con por supuesto terribles consecuencias materiales- de que si te gusta tu trabajo, ¿por qué deberían pagarte por ello? Así que, si ya hemos visto que esto de los másteres es un sacacuartos, que te endeudas, que no es que no curres de lo tuyo, sino que no curras de nada, ¿por qué no pincha esta burbuja y se siguen ofertando másteres y másteres?

Mi respuesta a esto pasa por un sendero que transita en paralelo al capitalismo, esto es, que si el capitalismo cuando ya no tiene nada más que devorar se devora a sí mismo, nosotros hacemos algo parecido: el máster es un modo tangencialmente de “inserción laboral” (me descojono) pero centralmente de consumo de uno mismo y de proyección en el futuro.  No es que solo seas prosumidor de videos de YouTube, es que eres prosumidor de tu experiencia vital.  Juegan a la bolita por un lado con un pasado reciente que se considera “lo normal”, por otro con las expectativas del mañana y por último con lo que te cuelan en los titulares de clickbait (“las 100 mejores universidades”, “las diez profesiones más buscadas en 2017” –luego en 2018 saldrá alguna profesión totalmente contraria a la lista de 2017 Y ADEMÁS el redactor que ha titulado así probablemente haya sido despedido ya, así que NO HAGÁIS CASO A LAS LISTAS que solo sirven para colar en medios intereses espurios de algunas empresas como las ETTs) ; a todo lo cual se añade un miedo irredento a quedarse descolgado –de no sé dónde-  y que si un robot me quita el trabajo y no sé qué –alma de cántaro, si tu empresa no invierte en domótica de parvulitos para ahorrar en luz, ¿qué robot se van a comprar?-. Ante este negro panorama, el máster se reproduce de modo mitótico, hasta tal punto (y no hace falta ni que demos nombres)  que tenemos antiguos alumnos de másteres montando másteres. Antes te dabas de hostias con otro grupo (como los punks y los mods) y ya eras “un grupo social”. Ahora hay que hacer talleres, presentar libros, montar un máster y montar un partido si me apuras, rollo marca personal colectiva. Y un podcast. O te inventas (esto lo tenía que meter en el post como sea) un eslogan como “los datos son el petróleo del futuro” para vender un posgrado en Big Data –os juro que esto lo he oído en la radio-. Extractivismo del mejor. Pensamos que si ponemos pasta, panoja, parné (leánse estas tres últimas como lo hace Jorge Javier cuando se dirige a Isabel Pantoja para decirle “usted viene de la cárcel, del trullo, del talego” estamos, a ojos de los demás, ganándonos un reconocimiento, un lugar, un networking en lo posible, en lo que es lo mío. Que te estás comprando a ti mismo, como si hiciera falta.

Otra buena respuesta está en el último párrafo de aquí y que se resume en ese sentido del yo del que habla Esteban Hernández. Como explica el propio artículo, ya hay muchos campos en los que no solo no es que no se exige más formación, es que te piden que ni acabes la formación mínima para poder seguir acogiéndose a convenios y pagar ellos poco. Tú buscas identidad y ellos buscan sacarte pasta como sea: unos caminos que nunca se cruzarían si no fuera porque trabajar es obligatorio.

Están tocando algo muy íntimo -combinado con miedo, se parece un poco a los anuncios de las alarmas de Securitas Direct, en mi opinión- que desde lo puramente material es difícil de analizar y que está en relación con estas “políticas de identidad” (que llevan aparejados unos consumos, evidentemente), que tan en boga están ahora. Se entremezcla con intentar ver cuánta pasta se puede sacar de un acojone difuso.

Así que decretamos que sí, que el master, por muy público y oficial que sea, es la fase superior del capitalismo; el imperialismo mental en el que pagas dinero y tiempo por ser tú y para seguir siendo tú o una versión mejorada de ti en el lugar que crees que te corresponde, el lugar en el que calmar incertidumbres haciendo networking con otros pringaos como tú y como yo. Esa, y no la “formación” –que ya no sé ni lo que significa esta palabra-, amén de todas las “intervenciones intermedias e interpretaciones variadas” a modo de ansiolítico cultural; es su función primordial. Lo que os digo yo poniendo voz de Esperanza Gracia es que la identidad ya la tienes, no hay que pagar dinero a nadie para que os ponga un sello como si fuerais astados de una ganadería en sanfermines. Mi consejo, tras perder entre matrículas y alquileres seismil pavos en un año -al menos no me endeudé-, es el que doy siempre por estos lares: si no sabes lo que hacer, no hagas nada. No les demos más razones para convertir el miedo en nicho de mercado.

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Este blog ya ha cumplido cuatro años largos y la sensación de quien esto escribe es que el empleo se está metiendo en los medios (sí, ya se habla de las condiciones en Mercadona y van a hacer un Carne Cruda de accidentes laborales) pero por las razones equivocadas, y con el discurso –como ya comentamos aquí-, o los medios/artes, como último bastión a conquistar. Y ahí –con excepciones como la sentencia de los interinos, de la que no tenemos noticias de su implementación- se frena todo. Ya ha salido en la tele, ya hemos montao un lipdub, pues ya está. Ea.

El otro día pasaba por la calle y había un letrero de un curso de coaching (que se han normalizado totalmente sin que, hasta la fecha, sepamos de nadie que haya reventado un acto excepto los chavales de la Universidad de Valencia que le montaron el taco a un directivo de McDonald’s, o sea, no exactamente a un coach), y hablaba del ‘viaje del héroe’, por lo visto una subtécnica del coaching. Como nos indican aquí, “el héroe acude a la aventura e inicia su viaje. Durante el mismo supera una serie de retos y desafíos en el que aprende valiosas lecciones. Finalmente, regresa al lugar de inicio transformado”. Vamos, que el gancho del viaje del héroe es que puedes darle a tu vida una estructura narrativa, y es de eso de lo que vamos a hablar hoy, de cómo ciertas premisas laborales acaban haciéndose tolerables porque se presentan de un modo narrativo que nos suena muy familiar.

Empecemos por lo más reconocible por el españolito medio: comienza un mes cualquiera y salen los datos del paro. Ahí vivimos nuestra primera estructura narrativa, lo que en un libro saldría como diálogo con rayitas delante de cada nueva frase de un actor implicado. Una serie de réplicas y contrarréplicas entre expertos, sindicalistas, empresarios, periodistas y básicamente todo pichifú que se haya apuntado a esta nueva submodalidad de industria del desempleo. Está la ya conocida predación de la búsqueda de empleo (cuyo actor más reconocible es la ETT y últimamente la empresa auxiliar) en la parte “material” y este teatrillo en la parte llamémosle “discursiva”. Al gobierno le toca decir que son datos “muy positivos”, a los sindicatos que hay “mucha temporalidad” y a José Carlos Díez le toca ir a LaSecstaNotxe con la pizarra de los cojones y de paso a explicarle no sé qué a una señora del público que es de Albacete. Un mes tras otro hasta que todo esto siga dando dinero. Hablamos de una serie de actores que han encontrado acomodo en las industrias del desempleo comentando… el propio desempleo. Y es que el binomio paro/trabajo es un tema clickable/vendible precisamente porque puede disponerse a modo de estructuras narrativas metidas de manera sinuosa en nuestro día a día como la cosa más normal. Tú escuchas el dato del paro en lo de Pepa de la Cadena Ser patrocinado por Randstad mientras te duchas por la mañana y ni te inmutas. Y no, en frío es MUY FUERTE que una ETT patrocine los datos del paro. Que patrocine los datos del paro en la empresa famosa por su ERE de becarios, por cierto.

Y aparte de estas dinámicas predatorias, y de tener que informar sobre empleo como si no pasara nada dentro de sus propias compañías, ¿con qué se han encontrado los medios de comunicación últimamente? Con la dicotomía datos/narración. El recuerdo absolutamente CANSINO que tengo de mi paso por la facultad de comunicación de una prestigiosa universidad del Estado español era la perorata romántica de que el periodista tiene que “buscar historias”, ser profesional pero un poco Salinger pero un poco Jabois y un poco alcohólico e hincharse a follar. En prensa escrita esto se deja para los ejemplares de domingo (las historias con rostro humano) y tenemos, especialmente desde 2008, una variedad amplia de dramas para elegir y ser pertinentemente diseccionados, dando lugar en el caso de la televisión a programas que son un género en sí mismos (más industria del desempleo, of course). Esto fue antes de que en 2011 alguien viera otro nicho industrial: tenemos en la TV una serie de expertos de tipo guerracivilista y necesitamos el rigor de los #datos para el debate sensato. ¿Resultado? Pues cuatrocientos millones de másteres de #datos y no una sustitución del antiguo tertuliano guerracivilista por el de los #datos, sino una coexistencia pacífica entre ambas modalidades a lo “entre bomberos no nos pisemos la manguera”. Había un mero tapón generacional y las industrias del desempleo (a modo de formación, a modo de programas, a modo de procesos) han logrado la entrada de nuevos actores. ¿Cómo ha afectado esto a nuestra vida? Haciendo que ver la tele sea un ejercicio absolutamente cansino. ¿A nuestro trabajo? Pues de ninguna manera, porque el truco es ese: la inflación discursiva sirve para que parezca que todo cambia sin que nada lo haga realmente. Sigue habiendo sentencias contra afectados del amianto, sigue habiendo despidos a camareras de piso que se quejan… Y “el paro” simplemente es un “terreno numérico” que “se comenta”. Y quienes son ungidos como comentaristas tienen, por supuesto, muchas esperanzas laborales puestas en ello. Se empeñan porque saben que hay otros mil esperando en la puerta. Todo esto, por supuesto, por no hablar de la cadena fordista librera, en la que se hacen libros igual que se fabricaban coches en los años 20 y el significante “cultura” que parecía alejado de la producción industrial es ahora, exactamente, una producción industrial masiva igual que tu camiseta Made In Bangladesh. En los sesenta hicieron falta manos para los Altos Hornos, ahora para vender libros. Sobre todo, que no tengan los chavales la sensación de que están en el paro.

Caso práctico: los sísí (os están tangando)

¿Qué medio está aprovechando divinamente el culo de saco discursivo, y combinando como dios un poquito de datos, un poquito de historias y por supuesto, la industria del desempleo de tener su propio master? El Mundo. Gracias a El Mundo conocimos la retribución flexible, conocimos las trabajaciones y hace unos días conocimos los sísí, el reverso tenebroso de los nini (sí, en serio, esto es como en el atraco de José Luis Moreno, que los albanokosovares eran los buenos. Los buenos son los nini, no los sí sí). Puestos de trabajo igual no -aunque al día siguente de que saliera Pokemon Go ya teníamos ofertas de Pokemon instructors,-, pero vocabulario desde 2008 sobre trabajo y sus contornos y lo que se supone que debe hacer un persona si DE BERDÁ quiere trabajar hemos creado un huevo, y sobre cómo ridiculizar a quienes ni estudian ni trabajan (que, por cierto, es la opción racional, igual que lo es quedarte a vivir con tus viejos para no regalar pasta al banco o a un casero avaro), pues también. Nuestro diario predilecto (quizá solo detrás de EL ESPAÑOLAZO), nos acercó esta realidad, aunque este acrónimo de sí sí no es nuevo.

sisi

A ver cuándo tenemos por fin el reportaje con alguien que no dé golpe, que me interesan mucho sus trucos de lifestyle.

Lo de ser un sísí es como lo de de @jack contándote que el 11% de los sirios en USA son business owners (lo que conocemos en España como emprendedor), vamos, básicamente que eres más pobre que las ratas, y por ende más vulnerable a que hagan negocio contigo, no hay mérito aquí aunque en elmundo.es te pongan en la portada. Por un lado, vas a pagar para estudiar -ya conocemos de sobra la inflación formativa a falta de algo mejor que hacer-, por otro, vas a tener una jornada laboral doblemente mala, tanto en horas (porque trabajarás a tiempo parcial) como en el tipo de contrato (99,9% de posibilidades de que no sea indefinido). No es guay, no es nada de lo que enorgullecerse. Se están aprovechando del ambiente antijóvenes reinante -cuándo no es fiesta- y se están aprovechando los mismos que han dejado el país hecho un erial. Nada más. Lo de que los sísí vayan aumentando en número mientras que los nini bajan es como mínimo tan tan tan buena noticia como las cifras récord de turismo (ESPOILER: NO son una buena noticia. Luego no vale llorar porque no puedo pagar el alquiler).

Empiezas diciendo que eres sísí y acabas tuiteando que cómo va Trump a echarme de Estados Unidos A MÍ, que llevo diez años aquí y aquí han nacido mis hijos y yo he trabajao como un cabrón y -mi favorita siempre- pagado religiosamente mis impuestos. Los discursos nini vs. sísí no tienen otra finalidad que establecer divisorias de supuesto mérito entre personas que, descontando el factor familia -índice Gini in crescendo-, van a encontrarse con el mismo tipo de mercado laboral. Recuerdo que hace algunos años la prensa británica hablaba del «sense of entitlement» que los desempleados tenían respecto de sus prestaciones por desempleo. Luego cuando Ken Loach hace una película y encontramos que hay colas delante de los bancos de alimentos y en esas colas hay algún conocido nuestro, las manos a la cabeza. Y cuando la clase media credencializada (porque somos excelentes rellenando formularios) tiene que cobrar el paro, o se le acaba el paro, sale en los medios contándonos que «yo sí quiero trabajar». Y, como siempre, a las empresas que malemplean a los sísí ni tocarlas. Lo importante es la voluntad del chaval, no lo otro. ¿Conflicto capital trabajo? De qué, si yo sé idiomas. Pues no: un mercado laboral no se configura a base de voluntades victoriosas (los sísí) que, en la pugna por empleos escasos se imponen a las voluntades débiles y jetas (los nini). Hay mucho empeño en que se vea así -porque en que se vea así muchas instancias se juegan mucha pasta- pero nada que ver. Quien decide en última instancia es el empleador y tú poco puedes hacer ante eso, porque si quiere te puede decir que prima x título y luego coger a otra persona por otras razones mucho menos «formativas», y creo que todos sabemos a lo que me refiero.

De la historia que nos cuentan en El Mundo «Llegó la hora de los sísí» (ESPOILER: esto es como la precariedad, que no es algo pasajero, sino un efecto buscado. ¡Surpráis!, así que la hora ha llegado para quedarse) lo primero que me sorprende es la sonrisa de oreja a oreja de la primera de las chavalas. Y luego que no me salen las cuentas: si trabaja 5,5 horas día x 5 días/semana me salen 27,5 horas semana, que son 110 horas al mes, a 500 euros… No sé, Dayana, te están tangando. Suerte que tenemos el nombre de la empresa para la que trabajas en la noticia, pero claro, es que nunca nadie pregunta por ellas…

La conversión

Pero hablábamos de estructuras narrativas, y claro, nuestra protagonista tiene que recorrer el «camino de la heroína» (femenino de héroe, no la otra, aunque yo si tuviera esta vida me daría a la otra, pero esto ya es algo muy personal) desde el lado del mal, el del ninismo, al lado del bien, el del sisismo. Nos cuenta: «estudiaba, pero hacía lo mínimo para aprobar». Bien: como dice mi querido Víctor, esto de tratar de nini a alguien que estudia debe de ser alternative facts también. Pero claro, es que si no tratamos la trama partiendo de una base de chunguez extrema, la historia no tiene su puntito catchy. Entonces, como cuando Chicote llega a un restaurante, hace una reforma de la hostia y de repente se soluciona todo, llega un momento revelador, en el que nuestra heroína cambia interiormente (y lo de heroína no lo digo yo de risas, que lo dice el cuerpo del repor) que es cuando su madre le coge el móvil y de repente ella TIENE UNA IDEA.

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Y el segundo caso es casi peor… Belén, que trabaja en el instituto Cervantes por la mañana y luego va por la tarde a hacer un master en investigación (sospecho que el master del propio El Mundo). La misma empresa que te saca los cuartos es la que luego te va a dar unas prácticas de esas de las que querías escapar. Rueda de hámster del desempleo full equipe, vamos. No contenta con no ser (potencial) trabajadora de dicho medio de comunicación tiene que servir para hacer de fuente de los reportajes. Si es que ya ni somos trabajadores, somos materia prima.

Epílogo: la autonomía del relato (y la incapacidad para la acción)

Estableciendo una analogía similar a la que este artículo efectúa con el procés catalán, los relatos sobre empleo –sea sobre los sísí, sea sobre un mayor de 45 años que tras ocho años en paro va y consigue un trabajo porque no sé quién le vio en el programa de Toñi de Canal Sur (sociedad del espectáculo)- funcionan de una manera autónoma, como un fetiche, como una pauta, pero –explica también el artículo-, no son más que un reflejo de un sistema social total: por mucho que lo que veamos sean casos particulares, la prescripción es tan poderosa que marca el camino. El relato tiene una vida propia que atraviesa las nuestras. Estos reportajes no son diagnósticos ni informaciones inocentes, descriptivas… Su función es, más bien,  prescribir esos “caminos del héroe”, en los que no hace falta rascar demasiado para darse cuenta de las condiciones reales, pero que en este caso emergen como una oportunidad, un modo de lograr cierto fortalecimiento interior salvando obstáculos sin preguntarse demasiado quién los pone ahí ni para qué, sin reconocer que dentro del relato hay gente (la que no sale, no sé, el propietario de la academia, por ejemplo), en posiciones de poder.

El relato –que es mercancía de la sociedad del espectáculo- ofrece unas directrices que si se cumplen estrictamente (bases ante notario) ofrecen “un premio” (un “buen” trabajo -¿qué cojones es eso?-) que prácticamente nadie consigue pero, ¿por qué yo no? Se trata de algo poderoso porque podemos ver el mundo derrumbarse a nuestro alrededor pero, por alguna razón que desconozco, pensamos que nuestro caso va a ser diferente. Se hace un giro que te cagas aquí: si el fetiche antes era el dinero (era lo que te daban por trabajar, ¿os acordáis?), ahora es el relato. Nos pagan y nos encaminamos a potenciales trabajos (“el día en el que tenga un buen curro todo esto habrá valido la pena”) gracias a una narrativa (lo explicamos aquí), que funciona dentro de nosotras pero de modo independiente a nosotras: es un fetiche. Una mercancía, el relato, que por supuesto genera plusvalor: un montón de matriculados en el master de investigación de El Mundo todos los años (y en otros muchos másteres). Un montón de audiencia para LaSecstaNoche.

«Es lo que me habían contado». «Cuando tenga un buen trabajo, habrá valido la pena». O no, y cuando vuelvas de la hora de la comida dirás, ¿otros treintaypico años de esto? Luego casi es más decepcionante que te sientas de un modo muy distinto del que pensabas que te ibas a sentir. Casi peor que el sueldo. La «estructura narrativa» que además ni la dibujas tú, que «te la habían contado». No está guay ser su materia prima, su mercancía, sus trabajadores y su relato. No vale todo. No debería

 

 

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26 enlaces por si en Nochevieja piensas empiltrarte a las 00.30 (como mucho)

Amiga, amiga, amiga que pasas de sortear vómitos y de gastarte sesenta lereles en un cotillón. Ante el éxito de crítica y público que ha sido en ediciones anteriores la Lumpenpedia, para que esta noche sea tu noche, si eres de las que como servidora se va a comer las uvas, felicitará el año y dirá hastaluegomaricarmen para estar convenientemente empiltrada a las 00.30, hago aquí una selección de enlaces que me han gustado este 2016.

(1) Siempre que se ha hablado de populismo todo este año he echado mucho de menos una mención al PSOE-A (Susanyahu) y al Eajotapeneuve. ‘La PESOE vs. el pueblo, populismo y hegemonía (cuándo serás mía) en Andalucía’.

descarga
Eajotapeneuve. Señores qué

(2,3) También este año ha terminado con una traca final cochista en la Villa y Corte. En esta casa ya hemos tratado el cochismo a ciento cien. Médico crítico nos habla de cómo se incardina en el debate del yo frente al nosotros. ‘Prevención primaria de tu tubo de escape’.

(4,5,6) Un genero propio dentro de la sección de economía que cada vez me gusta más: start ups que se van a la mierda o que tienen malísima pinta aunque sigan existiendo. Me imagino a gente gritando por los pasillos»¡El algoritmo funciona!» y diciendo «¡Ronda de financiación!» como cuando dicen «La rrrronda informativa» en Carrusel o como cuando tú pides chupitos para todo el bar. Me han gustado mucho los casos de Jobandtalent, la Amazon Española y la gente esta de Gijón.

(7,8,9, 10) Renta básica y fin del trabajocentrismo: El famoso artículo de James Livingston ‘A la mierda el trabajo’ y una contestación que todavía plantea más preguntas. Cive Pérez nos plantea por qué «más y mejor empleo» no son una solución. Problemas de la RB si no se plantea desde la perspectiva del trabajador.

(11, 12) Complemento salarial: el señor Incómodo se hace un artículo para enmarcar en el que sale la figura de «Toni Roldán con una riñonera». Cualquier trabajo es mejor que ninguno: así hunden tu sueldo las empresas auxiliares (la subcontrata de la subcontrata).

(13, 14) Emprendedores murcianos: El señor del Edificio España (que también le condenaron a un año de cárcel) y un chaval que vendió chaleces sobre plano en Brasil y luego al final no por «circunstancias sobrevenidas por la crisis mundial» . Este repor además tiene una de las que, para mí, es de las frases del año.

Hoy cuesta creer que gente de clase media pueda dar un anticipo para comprarse una casa en Brasil, pero entonces tenía sentido. «Te explicaba que en avión tardabas cinco horas, que iba a ser igual volar desde Alicante que ir en coche a Segovia».

(15, 16, 17, 18, 19) (Auto)explotación: Cómo nos mata el sueño americano, refeudalización de las condiciones laborales según Harvey, otro artículo en la línea de la lógica perversa del haz lo que amas, con una frase bastante sintética: «Es imposible cumplir el sueño de convertirte en dueño de tu destino, porque para hacerlo debes encajar en lo que buscan las empresas». Por qué el trabajo creativo explota más y mejor (porque juega con la construcción de nuestra identidad, básicamente). Por qué urge no solo una reivindicación económica sino también de tiempo -sobre todo de tiempo- en el mundo postempleo

(20,21) Apps: JobToday, la tinderización del trabajo -No se podía saber- y una muchacha que se descargó una App para ser feliz y, salta la sorpresa en La Condomina, no fue feliz.

(22, 23, 24, 25, 26) Interrelación formación/empleo: No entiendo cómo pueden seguir existiendo las au pairs, la dicotomía no era temporal-indefinido sino becario-lo demás, elitismo educativo, escuelas concertadas y bilingüismo, los padres que hablan inglés a sus hijos.

Feliz 2017 masimamente empiltrado.

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880.000 héroes sin capa entre nosotros: un recorrido histórico por el absentismo laboral

Es desconocida para nuestras autoridades médicas, aunque nuestros hacendados y capataces conocen bien su síntoma diagnóstico, el absentismo del trabajo […]. Para observar esta enfermedad, que hasta hoy en día no ha sido clasificada en la larga lista de males a los que está sometido el hombre, se hace necesario un nuevo término que la describa. En la mayoría de los casos, la causa que induce al negro a evadirse del servicio es tanto una enfermedad de la mente como otras especies de alienación mental, y mucho más curable por regla general. Con las ventajas de un consejo médico adecuado, si se sigue estrictamente, este comportamiento problemático de escaparse que presentan muchos negros puede prevenirse por completo, aunque los esclavos se hallen en las fronteras de un estado libre, a un tiro de piedra de los abolicionistas…

Este párrafo corresponde a un maravilloso PÉIPER (Diseases and Peculiarities of the Negro Race) publicado en un JOURNAL DE PRESTIGIO (The New Orleans Medical and Surgical Journal 1851: 691–715) por el psicólogo (cuidado con ellos) estadounidense Samuel A. Cartwright, que en el siglo XIX se sacó de la manga una enfermedad mental llamada drapetomanía, descrita como unas injustificadas ansias de libertad y tendencia a darse a la fuga de ciertos esclavos negros.

Quien lea asiduamente DeC sabe que uno de los dogmas con los que se trabajan en esta casa es que el “mercado de trabajo” ™ ha podido variar en: la deslocalización industrial, lo que le corresponde a cada país producir, la envergadura de ese mercado, los tipos de contratación, la formación requerida, el grado de redistribución de la riqueza (por parte además de quien no la crea, pero que simplemente reparte) que procura, la automatización y cualquier otra cosa que se te ocurra; pero como demuestra el párrafo anterior, las bases “antropológicas” del tema currar no se han modificado demasiado: vas cambiando los envoltorios y suele ser suficiente. Y con los envoltorios también me refiero a las disposiciones legales en las que encajas dichas labores. Veamos otro párrafo del chavea –el párrafo de remedios para curar la drapetomanía-:

Si son tratados con amabilidad, bien alimentados y vestidos, con suficiente leña para mantener ardiendo toda la noche un pequeño fuego -separados por familias, cada familia teniendo su propia casa -no permitiéndoles correr de noche para visitar a sus vecinos, recibir visitas o beber licores embriagantes, sin hacerlos trabajar en exceso ni exponerlos demasiado a la intemperie, ellos son fácilmente controlados-más que otros pueblos en el mundo. Si cualquiera o varios de ellos, en cualquier momento, están inclinados a levantar sus cabezas al mismo nivel que su dueño, o capataz, la humanidad y su propio bien precisan que sean castigados hasta que caigan en el estado de sumisión que les fue destinado ocupar -y a «pelear por tus derechos», makina (esto es mío)-. Ellos solamente deben ser mantenidos en ese estado, y tratados como niños para prevenir y curarlos de la fuga.

Oh, vaya, las primeras líneas parecen incluso un protoestado del Bienestar, como cuando Franco “hizo la Seguridad Social” ™ y casas en antiguos barrios chabolistas, no porque creyera mucho en los derechos de nadie, sino para comprar paz social y, de paso, animar un poquillo al sector inmobiliario: la misma razón por la que te sacas de la manga unos Juegos Olímpicos, para asear un poco la cosa. Vamos, lo de siempre: tú crees que te dan “derechos” y “dignidad” y ellos simplemente reconvierten las formas de usar el palo y la zanahoria. Porque siguen teniendo el palo y la zanahoria, que es LA MOBIDA. Y lo peor es que nadie tiene demasiada intención de quitárselos.

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Oficina joven, dinámica y con ambiente internacional. ¿Tú que harías? Yo me ausentaría

Pero vayamos un poquito más atrás todavía. Marco Sidonio Falco (un personaje creado por por el profesor de Estudios Clásicos Jerry Toner, como modo de traernos a la actualidad el romano medio) nos enseña en la obra Cómo manejar a tus esclavos (aquí un señor que trabaja en temas de liderazgo diciendo lo útil que es el libro) que también en esta época se manejaba el palo y la zanahoria. Igual que en el XIX estadounidense, igual que ahora. Pueden cambiar la sociedad y el envoltorio, o el lenguaje. Pero un manual actual de RRHH, con un léxico quizá más acaramelado, no dice algo muy distinto de esto:

El palo:

En el campo, los esclavos te dirán que han sembrado más semillas de las que en realidad han utilizado. Te robarán las reservas del granero para suplementar sus raciones; amañarán los libros de cuentas para demostrarte que la cosecha no ha sido tan abundante como te imaginabas y venderán el exceso en el mercado del pueblo. O se tomarán su tiempo para hacer cualquier cosa, irán tan tranquilos que el trabajo que debería llevarse a cabo en un par de horas se prolongará el día entero. Y cuando tú te quejes, te jurarán por todos los dioses que era un trabajo mucho más complicado de lo que te imaginabas y que han hecho todo lo que han podido. Y si no te andas con cuidado, te creerás sus mentiras y, sin que te des ni cuenta, todas las tareas de la granja consumirán el doble de tiempo de lo que debían consumir. Los esclavos funcionan así. Fuerzan constantemente los límites para ver si se pueden salir con la suya.

Y la zanahoria:

Creo que tratar a los esclavos con cierta generosidad de espíritu es beneficioso. Muéstrate siempre educado con ellos si te trabajan bien. Evidentemente, nunca les permitas insolencias ni les concedas rienda suelta para expresar su libre opinión. Pero cuando ocupen puestos de autoridad, trátalos con respeto. Como ya te he mencionado, yo los consulto, solicito su opinión e incluso su consejo en asuntos que puedan conocer mejor que yo. Los esclavos responden bien si se los trata de esta manera y desempeñan su trabajo con mayor entusiasmo. Aplico incluso esta estrategia a aquellos que han recibido el castigo de pasar una temporada atados con cadenas en el calabozo. Los visito y verifico que estén encadenados, pero también les pregunto si consideran que han sido tratados de forma injusta.

Y ahora, al revés, un flashforward para volver a la historia relativamente reciente. En Los obreros contra el trabajo, una obra de Michael Seidman que dirime las diferencias entre la actividad obrera en Francia y España en el período 1936-1939, hace hincapié en cómo abordaban hombres y mujeres el boicot al trabajo en el caso español: mientras se mostraban más reacias a las huelgas por la necesidad de ingresos, lo que hacían las mujeres era boicotear la producción desde el interior empezando por identificarse cero con lo que hacían:

Algunos de sus métodos, como el absentismo y la disminución del rendimiento, eran semejantes a las de sus colegas masculinos. Otros, como el cotilleo y las reivindicaciones de baja biológicamente determinadas, constituían formas propias y particulares de lucha. Las mujeres se identificaban menos con su lugar de trabajo debido al carácter temporal y no cualificado de sus empleos, a unos salarios más bajos y a sus responsabilidades familiares. Su relativo rechazo de la participación organizativa e ideológica (tradicionales varas de medir de la conflictividad), no significa en modo alguno que fuesen menos conscientes que los varones. Si se considera como vara de medir de la conciencia de clase la huida del lugar de trabajo en lugar de la militancia partidista o sindical, entonces la exigua identificación de muchas mujeres con su papel de productoras podría llevarnos a la conclusión de que las mujeres formaron parte de la auténtica vanguardia y representaron la verdadera conciencia de la clase trabajadora.

Pero vengámonos al día de hoy. Como muchos fieles de este observatorio punki del (des)empleo sabréis, el pasado lunes El Mundo estimó, currela arriba, currela abajo con una infografía muy cuidada #datos, que 880.000 héroes de la clase obrera no van a trabajar ni un día al año. Nos da mucha pena que la perspectiva de contestación izquierdista a este tipo de titulares sea siempre la misma: intentar hacer ver que no somos unos putos vagos, que nos echamos el país a la espalda, que “esto lo arreglamos entre todos” (os acordáis), etc. qué más quieren las patronales que que les hagamos ver que tenemos ganas de trabajar. Pues no: el que esté enfermo que se coja la baja, y el que esté harto, que se coja la baja también. En la Fiat de Nanni Ballestrini, cogerse la baja era un agregado de acciones individuales que terminaba en acción colectiva.

Hay una parte muy tierna en la información gráfica de la propia pieza, cuando dice “(Del) 17,49% de los trabajadores que cogen alguna baja por contingencia común a lo largo del año, (el) 5,59% reincide con más procesos anuales, ACAPARANDO el 15,79% de las bajas”. A ver. ACAPARANDO. No es ni la quinta parte del total. Se acapara un 70 o un 80%, un 15,59% COMO MUCHO “supone” o algo así.

Los 880.000 drapetomaníacos del Estado español tienen también su Cartwright, que son precisamente la fuente del pestiño este de El Mundo: LAS MUTUAS. Mientras se infiltran en la 100CIA subvencionando estudios sobre absentismo laboral (que luego sirven para dar titulares de prensa), como bien explican los amigos de CGT Bizkaia en su Guía de Defensa frente a las Mutuas, básicamente asumen una transferencia de rentas por parte del sector público hacia el sector privado (lo que hace que el primero -su sistema de salud- asuma sobrecostes, y no pequeños, derivados de que las segundas determinen que son enfermedades comunes cosas que en realidad son enfermedad laboral. Hasta un 70% de las enfermedades laborales son tipificadas como contingencias comunes). Ya hablamos también en su día de la muerte como signo de recuperación económica (se muere más gente de camino a currar, la economía tira, yujú), o de qué demonios estamos pidiendo cuando decimos que una empresa no se vaya de Euskadi y estamos dispuestos a meter las horas que haga falta para que no lo haga, sabiendo que esa empresa es foco de muertes en el territorio; y no solo de muertes directas de los empleados. Es noticia de esta semana también que solo la mitad de personas que litigan para que se les reconozca la asbestosis como enfermedad laboral sobrevive al fallo.

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Así que dado que el trabajo de las mutuas es más bien decir que gente que está enferma en realidad no lo está, o al menos que no lo está por causa laboral;  no es que tengamos 880.000 héroes sin capa no yendo a currar ni un día al año, es que deberíamos tener muchos más. Y, en todo caso hagamos un par de operaciones más. ¿A cuántos «empleados ausentados» equivaldría lo siguiente?

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Y luego, esto otro, ¿cómo nos lo cobramos? Porque no vamos a quedarnos de brazos cruzados…

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Lo de siempre: no es que sea injusto, es que es irracional. No es solo que los 880.000 héroes sin capa no son unos jetas (o algunos sí, y brindamos por ello); sino que la que fuerza los límites siempre es la empresa, porque su figura legal está exactamente pensada para ello. La narrativa patronal sobre las bajas es exactamente la misma a lo largo de la historia, la que vemos en entes ‘científicos’ como las mutuas pero desplegada por psicólogos o por las clases altas, como en los textos arriba indicados: si ahora hay más absentismo es porque estos cabrones están más confiados en el puesto de trabajo, así que hay que jugar con que no estén muy cómodos, pero tampoco hacer que estén desesperados y se te rebelen. No estás allí para ‘desplegar tus habilidades’: estás allí para que ellos ganen dinero. Te necesitan ellos a ti más que a la inversa.

Pues parece que sí, que la patronal  -y sus entes @cienteficos asociados- entienden muy bien que la nuestra es una relación de tensión, no de colaboración (ni debería serlo) mientras en toda la formación laboral se nos enseña que «les tenemos que gustar». A mí se me caía el alma cuando se dice que ‘el astillero x es productivo’ y lo dicen los trabajadores, asumiendo un relato patronal porque en 30 años no hemos dibujado nada para salir de ese callejón. Ya sé que el absentismo no es ninguna muestra de organización, pero sí que es un síntoma. Si Marco Sidonio Falco tenía claro que los esclavos forzaban los límites -y hacían bien-, ¿qué impide que los forcemos nosotros sin ningún tipo de apuro? Además, ¿y si el agregado de ausencias, dan igual las razones, nos es útil al fin y al cabo? ¿Qué hacer para que lo sea? No vivimos en una época en la que la presión sindical pase por su mejor momento, así que plantear este tipo de iniciativas se esté o no enfermo (recordemos, lo que dictamine la mutua da lo mismo) es absolutamente loable. Volviendo al tema muertes y enfermedades, antes de que venga el típico gracioso a decirnos que Marijose de RRHH que se va a las 10.30 a tomar un café y no vuelve a las 11.30 -quédate hasta las 12, Marijose- con una bolsa de Zara y que qué jeta, que cómo puede compararse esto con un señor que se cae del andamio si le pasa algo, recordamos que como buen país de sector terciario, van repuntando el número de muertes por infarto -y eso los infartos que se consideran accidente laboral, porque ahí están las mutuas para deslaboralizarlos, claro- para bajar la tradicional «muerte gloriosa, digna, heróica» del gas grisú y el tajo monumental con una máquina. El sol y playa, amigas.

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Y bueno, que el absentismo laboral también sirve para otra cosa muy sencilla: mantenernos con vida. 509 también es el número de asesinados en USA por la Policía en la primera mitad de 2016 (un país con 300 millones de habitantes). Vamos, que es una causa que da para hacer un telemaratón.

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Es que es lo que faltaba: que aparte de que haya que ir a trabajar haya que hacerlo de buena gana o al menos demostrar que así es. El lenguaje de la mutua resultará a nuestros nietos tan extravagante y pernicioso como nos resulta ahora el de Cartwright con respecto a la drapetomanía de los negros. Básicamente porque el mercado laboral ha fracasado y, si no asumimos su lenguaje, estamos condenados a ganar.

Bonus: Post sobre absentismo desde un punto de vista médico (y como subyace la centralidad -vamos, el chantaje- del trabajo para el acceso a prestaciones sanitarias).

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(No leáis si la vais a ver)

No tenemos término medio: nos pasamos décadas sin que salga un carnicero en una película y de repente el mundo del curro pasa a ser importantísmo en las artes -que no en otros lugares, ya lo comentaremos después-. De este torrente de preocupación por qué pasa en el trabajo -más bien qué pasa cuando estás fuera de él- nace la última película de Ken Loach: Yo, Daniel Blake. La cinta en cuestión da cuenta de los mecanismos predatorios de los que tanto nos gusta hablar en esta casa y de la penalización por ser pobre en general, que es particularmente alta en países como Gran Bretaña o Alemania. Esto ya lo sabíamos. Lo que hace Ken Loach en esta película es hacer cierta -en mi opinión siempre- pornografía del tema, tratar de vislumbrar qué pasa si seguimos bajando esa calle de buscar algo que no existe e ir poniendo todas las barreras posibles para que se den vueltas en círculos en un mundo -el del trabajo- en el que mucho de lo que ocurre en los países del norte en estos últimos años lo hace porque su función principal ya no es la de proveer productos o servicios, sino la de actuar como auténtico categorizador y ordenador social mediante la colaboración público-privada. Si no hay límite aparecen, claro, el hambre, la enfermedad o la muerte. No hay más historia. El problema es que si el análisis es solo ese (dónde poner el límite y qué pasa si ese límite se traspasa), nos olvidamos de una pregunta más importante (quiénes tienen la potestad de determinar los caminos a transitar y, con ellos, los límites, y qué es eso que hay que limitar). Alguien de la PAH hacía referencia a esto mismo cuando los medios de comunicación se preocupan -guadianamente, como hacen con todo- por los desahucios. Hasta que llega el lanzamiento hay decenas de escollos en el proceso que casi nadie conoce y que unos pocos determinan. Y lo que el potencial desahuciado tiene que hacer es cumplir con lo que le pidan en cada escollo, sin que prácticamente nadie se pregunte qué pasa en toda la parte intermedia, hasta que llega la parte espectacular -y digo espectacular con toda la intención-: la de los coches de policía rodeando tu casa y los críos llorando. Aquí ocurre un poco lo mismo, vemos intermedios pero lo que nos impactan son los desenlaces. Mal.

Mientras la película trata de criticar que las prestaciones sociales británicas hayan virado del derecho al merecimiento, a la demostración de que se están dando tantas vueltas como la funcionaria tras la mesa te exija –y luego me lo cuentas todo por escrito-; incurre precisamente en otro error orientado a lo “meritocrático” pero en vez de en un apartado instrumental -vamos, hacer todos los papelitos y los cursos y presentarse en el día y en la hora tal en cualquier sitio-, en un apartado moral: Daniel Blake se merece las ayudas porque es una bellísima persona: le recoge los paquetes de Amazon a los vecinos, le hace una estantería a Katie -la otra protagonista, que tiene dos hijos; y con la que forma una especie de microcomunidad de apoyo mutuo- (o sea que sí, que aunque no sea capturado por una empresa, Daniel Blake trabaja, lo que muestra la propia irracionalidad de que sean estas -las empresas- quienes determinan, junto al Estado, quiénes son los ‘trabajadores’), renuncia al alcohol para no agravar sus problemas coronarios, cuidó a su mujer hasta el último día y la quiso mucho, etc. El único momento de “no subalternidad” y de no parecer un santo en vida que muestra Daniel Blake es cuando, tras hacer reparto de currículums –obligado el paseíto por el Jobcentre- en distintas carpinterías, finalmente le llaman de una para trabajar, pero antepone su salud ya que su médico le ha dicho que no puede hacerlo: es el único instante en el que no hace lo que como buenísima persona trabajadora se presupone que debe hacer.

Pero entonces se plantea otro interrogante. Supongamos lo contrario, que Daniel Blake es una persona más bien vaga, que encima que tiene un problema coronario va el tío y un día decide que sí, que se va de pintas con sus amigos. Que no era tan bueno con su mujer. Por ponerle nombres y apellidos a ese “no ser tan buenos”, supongamos que Daniel Blake fuera el Liam Gallagher pre-Oasis cuya vida, como narra el documental Supersonic, consistía en cobrar el paro los viernes y gastárselo en porros. De hecho, como señala David Graeber, los benefits tuvieron un papel crucial en el desarrollo de grupos musicales en los 70 británicos por lo que suponen de dinero por no hacer nada, que cuando tienes eso sale tu mejor versión (y aunque no salga). Jobs no hacía cosas en el garaje o donde fuera después de tirarse ocho horas poniendo cafés. Pero volvamos a “la bondad”. ¿Qué pasaría si Daniel Blake hubiera votado a Trump, si soñara con un retorno industrial a pesar de estar muriendo de silicosis, si fuera de los malos

¿Acaso el problema que retrata la película, y dado que es importantísima la bondad del parado y el hacer todo lo posible para salir de su situación, sería distinto? ¿Es correcto -o es un poco hastiante ya- que manifestemos todo esto en meros términos, como aquí se hace, de humanidad o inhumanidad; en el mismo ámbito -el del trabajo- en el que todo lo que se puede conseguir es que la explotación pase por digna y encima tengamos que aplaudir a un tío porque dice que no se puede pagar a las camareras de hotel dos euros por habitación -que sabemos además que no lo dice por una cuestión humanitaria sino por imagen de la cadena-? ¡Venga ya, hombre! ¿Dejaría de ser el papel de la administración cruel si las personas que tienen que rendir cuentas constantemente ante ellas no fueran suficientemente virtuosas? ¿Deberíamos hablar de las administraciones en meros términos de crueldad? Siempre hemos defendido en DeC que aquí nos preocupa más de todo esto la irracionalidad que la injusticia, porque la injusticia genera escenas plañidera que a los opresores les refuerzan en su poder. Por eso es mucho mejor -siendo plenamente consciente de que siglos de centralidad del trabajo operan de manera que es muy difícil imaginar otras maneras de vivir, hasta el punto de llamar victorias a cosas que son pactos– no pedir trabajo que pedir trabajo digno.

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Así que no, no tenemos termino medio. Si en 2013 todo lo que había que decir sobre la clase trabajadora, bebiendo del archiconocido Chavs, era que se la ridiculizaba culturalmente, con malos ejemplos además (Core de Gandía Shore es hija de un prestigioso médico; la familia de Ylenia Padilla tiene negocios inmobiliarios), ahora en 2016 nos vamos al otro extremo: somos, desde un punto de vista cristiano, inmaculados, y por eso toda esta historia es cruel, personas dignas de lástima. Observar con más aumento en la lupa al que padece que al que inflige. Más preocupante es que este tipo de enunciaciones vengan de directores que se suponen de parte. Se quejaba Arantxa Tirado en la presentación de La clase obrera no va al paraíso de que a los jóvenes les llamaban ni-nis cuando la realidad es que “ni les dejan estudiar, ni les dejan trabajar”. Pues yo reivindico al ni-ni, y que me lo llamen todo lo que quieran. Hay una obsesión enfermiza con la representación cuando en la frase de Tirado la parte central es que una gente “deja o no deja hacer cosas” a otra gente, y sin embargo no existe la discusión sobre no ya lo que nos dejen hacer, sino sobre cómo impedir que sean estos los que determinen qué se puede o no se puede hacer, y perdón por el trabalenguas. NO QUIERO SER IGUAL QUE LOS HIJOS DE MI JEFE. PUNTO.

Por estas mismas razones en la película también hay un solo conato de rebelión controlada, que es cuando Daniel Blake hace una pintada en la fachada de la oficina de empleo pidiendo que se resuelva su expediente antes de morir y mucha gente le jalea y le dice que qué par de huevos tiene, que ya está bien. Y ya está. Un héroe cinco minutillos y lo mismo sales en la tele y todo, enhorabuena. La rabia de un señor bueno que ya no puede más concentrada en un par de minutos y convertida en espectáculo que permite cierto desahogo personal y la creencia de cierta implicación con el tema porque mientras lo ves puedes soltar un ¡qué vergüenza! -porque ahora todo va de eso de personificar, de esta señora que se muere porque le cortaron la luz; de este que se quema a lo bonzo, y uno más uno más uno más uno para que al final no pase nada-, reacción airada del público general, aplausos y cierre. Y uno de estos todos los días con tus cinco minutos de cagarse en sus muertos y a las nueve a fichar. Volviendo a la peli, después del momento de la pintada, va todo rodado: lo detienen, lo sueltan, tiene una especie de vista para resolver su caso pero ni llega a ella: le da un infarto en el baño y al hoyo. Y luego, ya en el colmo de la aberración de seguir siendo suplicantes, la llorosa Katie lee en el funeral el alegato que iba a leer él en el juicio en el que dice que «ha pagado todas sus deudas» (y si no las hubiera pagado, qué) y que quiere ser tratado como «un ciudadano». Pues no, dejemos de ser ciudadanos, por favor.

Epílogo: las «artes» como refugio (o sustituto)

Al final termino por reflexionar sobre algo que me preocupa desde hace tiempo (y de lo que creo que este blog forma parte también): las palabras, las artes, mi corto, esta obra teatral, este medio de comunicación como refugio ante todo esto, más que como inicio o reversión de nada, o victoria, que parece que da miedo la palabra. Como final de la calle y como culo de saco, yo he hecho mi obra y ya he hecho mi parte y te emerjo aquí todita esta mierda oculta. La precariedad la condena IU en un “festival”, como síntoma de incapacidad. Se suele pensar que las cosas se nombran y una vez nos hacemos una composición de lugar, aflora la acción y la posibilidad de ganar, de revertir situaciones. He dejado hace tiempo de pensar que esto es así. Otro libro más, otra peli más, otro documental más, otro NUEVO MEDIO más que añade casos n=1 como gotas -a veces aportando cierto contexto, sí-, como si se tratara de añadir un número significativo de testimonios para determinar que sí, que menuda puta mierda es todo lo del trabajo, que mira el Salvados de Mercadona, madremíaMariCarmen. Han encontrado el talón de Aquiles de la disidencia, y es que la disidencia piensa que con aflorar situaciones aberrantes está todo medio hecho, como si no supiéramos que ellos saben que sabemos que tanto los casos extremos como los intermedios están lo suficientemente engranados en la cadena como para que sea imposible que un mero retrato rompa esa cadena, ni siquiera una añadidura de un montón de retratos. Un retrato fidedigno, moderado o extremo, da igual. Está claro que el incremento de la representación de los oprimidos no ha hecho mella en la capacidad ni en el poder de los opresores, sino que lo han encajado divinamente. Juan Roig prefirió ponerse una vez rojo que ciento verde porque todo está lo suficientemente engrasado para que parezca que pasa algo importante pero en realidad no pase nada.

 

Publicada el por nai | 2 comentarios

Vuelvo del verano y de unos días de duelo por el enlace de Alberto Garzón para hablaros de puertas giratorias. No, no estamos en 2012 (creo) ni yo acudiré el próximo fin de semana a Qué Tiempo Tan Feliz a cantar canciones de Karina (ojalá). Las puertas giratorias están dentro de ese puñado de cosas que, desde más o menos 2011 consideramos que están MU MALAMENTE junto con los desahucios, la currución (la puerta giratoria sería una subsección de la misma, aunque en medios se suele definir como currución el tema de meter la mano en la caja y darles algo a los coleguitas, siempre que ese movimiento no esté tipificado dentro de la legalidad vigente porque ya me diréis qué es un plan de empleo municipal sino sacar algo de pastuki para colocar a gente en paro y comprar su voluntad) y, desde que Albert Rivera llegó a nuestras vidas, que un presidente esté en el cargo más de ocho años *contiene fuertemente la risa*.

El peligro potencial de la puerta giratoria es que el tío o la tía que puede favorecer a una empresa determinada en el momento en el que curra en el sector público tenga luego como premio un carguito bastante bien remunerado en el sector privado, produciéndose un supuesto conflicto de interés. Lo jodido es eso: que no hay modo de prevenirlo y que te das cuenta cuando el exministro en cuestión ya ha hecho el transfer, como cuando Figo se piró al Madrid. No, si “les pagaran mejor en lo público” tampoco iban a dejar de hacer eso, porque además la formulación completa de la frase suele ser que “si les pagaran mejor en lo público *atención mofa* todo ese talento no se iría a la empresa privada”. Esto es mucho suponer, primero porque si la empresa privada tuviera algún talento real no estaría todo el día pidiendo ayuditas que si el PIVE que si tal, y porque los giratorios estos no son gente con talento, simplemente peña que estuvo situada en un plano en el que podía tomar una serie de decisiones. Con respecto al enunciante de esta maravilla de sentencia, que suele ser, de promedio, un gilipollas que lleva años dando vueltas para tratar de anidar en alguna administración o partido político, o saltando entre varios (y además son tan tontos que estamos todos viéndolo por Twitter), tampoco tienen talento alguno excepto, precisamente, hacer la pelota en Twitter, aunque diciendo estas frases de mierda se piensan que performan y ellos serán un día esos talentos requeridos por las grandes empresas. Que Marcos Benavent, el reconvertido yogui del caso Imelsa se convirtiera en un yonqui del dinero no tiene que ver con un quítame allá estos cien pavos que me hacen falta para la pagar la luz que con este sueldo de mierda que tengo porque estoy en lo público no llego, sino con querer vivir bien y tener un buen remanente ahí para comprar voluntades del personal. Por eso desde DeC llevamos años librando una batalla para que nos fijemos menos en cuál es el mínimo que una persona necesita para vivir y más en cuál es el máximo que estamos dispuestos a tolerar que una persona atesore. En Brasil no se ha hecho este ejercicio y está la cosa como está.

¿A dónde quiero ir a parar? Como decía, en el caso de la puerta giratoria, hasta que no se consuma el hecho del fichaje del cargo público no podemos saber qué va a hacer porque esto no es Minority Report. Sin embargo, hay un mecanismo muy habitual que suele pasar desapercibido y sobre el que hay muy poco cuestionamiento (vamos, se llega aquí a aplaudir como parte de la «responsabilidad social» *se hace un poco de pipí*). En vez de esperar al agradecimiento por los servicios prestados en forma de puesto ad hoc, las compañías han encontrado una forma mucho más efectiva de ganarse el favor no del tío que toma las decisiones que les afectan más directamente; sino del público general, comprando la voluntad A PRIORI, y en concreto me refiero a las políticas de becas de las entidades bancarias.

Confesiones sin Carlos Carnicero (chiste para gente ya mayor)

Bueno, la verdad es que hace ya muchos, muchos años, yo fui a una entrevista de estas (porque ya soy una persona mayor aunque mi desenfado y gracejo habituales lo oculten). Como podréis imaginar, no pasé la criba –afortunadamente- porque si no estaría en algún acto de networking, y me estoy comiendo un Maxibon, así que no. Se trata de procesos farragosos en sí mismos, quiero decir, todo el papeleo anterior está destinado a cribar agotando al personal porque, y yo ahora no lo entiendo siendo un poco más mayorcita; hay hostias para entrar (en un sitio que solo da pasta, encima a plazos y en el que no tienes ni paro, ni seguridad social ni nada, que en realidad es lo único importante de un curro). Sin embargo, al no haber técnicamente empleo (insisto, técnicamente, ya sabemos que sí lo hay pero que como en el entorno laboral simplemente las cosas se hacen porque se pueden hacer, y si una persona hace el trabajo de tres es porque al que así lo encarga no le supone ninguna consecuencia y sin embargo muchos beneficios al menos a corto plazo) y estar mal visto lo de no hacer nada; la gente echa el invierno-primavera que si sacándose el título de inglés, que si contactando a profesores de hace chorrocientos años para que le hagan una carta de recomendación (la parte en la que más apuro pasé, sin duda; el franquismo sociológico nuestro de cada día) e inventándose un proyecto de vida absurdo de aquí a diez años fingiendo que controla factores que en ningún caso podrá controlar. En la “carta de motivación” –es que ya te mofas con el nombre-, yo ponía que el voluntariado me parecía bien. Claro: entonces no sabía que el voluntariado se utilizaba para, entre otras cosas, poner la espada de Damocles sobre los parados o para limpiar la imagen de entidades como la propia Caixa. Mandé todo aquello, me llamaron para la entrevista presencial, me dediqué a ver El Programa de Ana Rosa en casa de mi amiga Lorena antes de ir al cásting este, y si tuviera que nombrar algún factor diferencial en mi caso era que sabía exactamente lo que NO quería hacer, así que contesté con mucha seguridad (y soy una persona bastante nerviosa). Me sugerían ir al extranjero o a Madrid o a Barcelona y yo decía que no me interesaba nada de eso, así que al final parecía que en vez de venderme yo como producto (atención marca personal), estaban tratando ellos de venderme las bondades de una educación bajo la tutela de La Caixa a mí.

La función secundaria es, en realidad, la principal

También si se echa un vistazo a las redes, hay una cantidad bastante apabullante de posts sobre qué hay que hacer para pasar el proceso, alguno bastante risas. El becario de La Caixa que se ha pasado el proceso es un poco el Mario Luna de la formación, un seductor científico educativo que da las técnicas de seducción a tribunales a otros pringaos. Me

Los Reyes, junto con el presidente de la Caixa y los becarios

Sofía disimulando perfecto (que va en el cargo) la puta gracia que le hacía ir a los actos con Juanki.

extraña la poca visión de negocio y que todavía no se hayan cascado un libro o unos cursitos presenciales bien cobrados sobre este particular. Vamos, que el banco pone en marcha la maquinaria de la industria del desempleo y el becario premiado es el reproductor de la dinámica, no hay más historia. Ya te han comprado y a partir de ahora va a ser muy difícil actuar en conciencia a no ser que rompas de cuajo con esa red, lo que se va convirtiendo más difícil a medida que pasan los años y vas atesorando experiencia que relacionas indirectamente con el hecho de que eres un “becario de La Caixa”. Desafortunadamente, esa presunta exclusividad es la piedra filosofal de muchos comportamientos sectarios, como ya saltara el caso del CREA de la Universidad de Barcelona, y que no son, en el mundo académico, una excepción sino la regla. Luego ya están los umbrales de tolerancia y cuánto le compensa a uno que le meen en la cara o que se descojonen en su jeta mientras lo marean haciendo informes que nadie lee (habitual en los partidos políticos para ir medrando). Igual no es talento y es solo obediencia, qué locura.

La clave es la enunciación. Si lo que hacen las entidades bancarias –desde cobrar comisiones abusivas, que si los desahucios, estafar ancianos, que si el armamento-, nos parece a priori mal; aquí tienes chaval unos billetes para que, aunque siga pareciéndote mal, te parezca un poco menos mal, e incluso de aquí a unos años, cuando vayas progresando en lo tuyo, todo eso te parezca incluso razonable. Se compra el presente para diseñar el futuro. Al fin y al cabo, a nadie le gusta pensar que recibe un estipendio de un mal sitio. Tan malos no serán si me premian a mí. Bueno, igual siguen siendo malos AUNQUE te premien a ti.

Tampoco es infrecuente que en aras de la ‘igualdad de oportunidades’ (TM) se busque a ciertos perfiles para hacerles la del sueño americano. Ya sabemos lo feíto que es contarles a los críos que gracias a su esfuerzo podrán salir de un entorno horrible (porque así nunca van a estudiar ni a hacer nada por gusto sino como huida, y les quitas lo mejor de lo que puede disfrutar un crío: de perder tiempo, de jugar, de la contemplación; obligándolo a ingresar en una maquinaria competitiva ‘porque tú vales mucho’). Como afirmaba arriba, estos sistemas aparte de tener la pátina de exclusividad, son una forma de trazar trayectoria de antemano. La Caixa ya pone, y perdónenme la expresión, los huevos en una única cesta por ti, jugando al todo o nada -si te sales de este círculo estás profesionalmente muerto-. No vas a hacer nada fuera de ese círculo (quitando igual ir a visitar a los yayos en verano), así que ellos te abren muchas puertas pero te ajustan -pagándote un ninerito- exactamente qué puertas quieren que se abran. Eso es lo que parece secundario (o ellos te venden como secundario), pero que en realidad es lo central: ahí está la inversión, mucho más que en «formación». A más años metido en ese círculo, más difícil salir después. Puritito camino de servidumbre. Y es eso lo que se busca. Promocionamos a un individuo de un entorno x PRECISAMENTE para no tener que tocar el entorno X, del que saldrán algunos X más en los próximos años, a los cuales podremos dedicarnos a tratar como excepciones. Como los promocionamos nosotros, siempre estarán agradecidos.

Donde Luis y Pablo se encuentran

No quería dejar pasar esta ocasión para enlazar un post maravilloso de ese secundario de lujo de DeC que es Luis Garicano, comentándote lo que tienes que hacer para cursar un doctorado en LOS ESTATES. Hay una cosa muy buena en este señor, y es que sin querer es una persona criminalmente sincera. Si lees con un mínimo detenimiento muchas de las cosas que escribe o declara, queda meridianamente claro cuál es su visión del mundo y no hace ningún tipo de reinterpretación digerible del mundillo en el que se mueve. Por ejemplo, este parrafito me encanta.

garicano

Otra actitud habitual en los conseguidores de las tramas universitarias: narrar la

pablo

De preparao a preparao. ¡Y con Blesa!

explotación laboral como hazaña épica (que evidentemente no es). Saludamos desde aquí al coleguita al que su director de tesis le dijo que le regara las plantas de su casa. Nuestro Luigi se inventa una expresión (frontera del conocimiento), que no tiene otra finalidad que seguir la dinámica en la que entras: ¿que has estado puteado de jovencito? Pues la recompensa cuando te hagas mayor es sacudirte la humillación teniendo tus propios becarios, y para que ellos accedan te tienes que inventar una estructura narrativa, darle apariencia de historia que vale la pena, trascendencia, vamos, lo que han hecho las religiones toda la vida. Y encima tienen que pagar. Pero ya sabemos que queda muy bien decirle a la Tía Puri en nochebuena que estás EN JARVAR. Suena muy así aunque luego el contenido sea mierdoso, sobre todo, en este tipo de centros cuando eres una mujer.

mas cun

A lo cual sólo podemos contestar que:

 

Otro que cayó en esta estafa sin paliativos (y ahora vamos a ver las cifras, que te meas de la puta risa) fue Pablo Iglesias. Los de Periodista Digital dicen que ‘se dio la vida padre’ en Cambridge, pero la cosa es que la cuantía de la beca es irrisoria (algo más de 15.000 pavos para todo un curso académico, que en libras se queda en UNA PUTA BASURA y además ya sabéis que en DeC cualquier cosa por debajo de 2.000 euros por media jornada nos parece escaso, nos parece DE DESNUTRICIÓN), pero es que claro, era QUÉMBRICH amigas. No sé, a mí viene un banco y me dice que me va a dar dinero y ese dinero son solo 15.000 pavos y para eso me quedo currando en calzados Paco y la frontera del conocimiento ya la alcanzo en mi tiempo libre -otro timo de la carrera intelectual es que dejas de tener tiempo libre porque como tu identidad está tan intrínsecamente ligada a tu formación que te apasiona, todo lo que hagas, hasta sacarte un moco, ha de ser aprovechable para ella (jo, tía, pero QUÉMBRICH).

Y he puesto el ejemplo de las becas de La Caixa por ser el más popular, pero cuidadito también con los estados o con las organizaciones supraestatales y su uso de las becas como compra de voluntades por anticipado. Me refiero en concreto a las famosas Fulbright como modo de soft power yanqui/constitución apriorística de élites que no me pongan muchas pegas y me dejen montar aquí una colonia o las célebres becas Erasmus (no, no necesitamos ‘más Europa’ solo porque te hinchaste de follar en un intercambio en Alemania). Y es que ese es, no me canso de repetirlo, el objetivo PRINCIPAL de estas bolsitas económicas -porque la cuantía es ridícula-: que el hecho de vincular ciertas experiencias personales PREDISPONGA para asociarlas con ciertas medidas políticas. Como explica Asier Blas aquí tomando como ejemplo el Youth Program, ahora Erasmus +, existen casos en los que se pone dinero ya no para que haya estudios de por medio, sino para que estos chavales pasen igual una semana de mero intercambio cultural -lo que además en el caso de Ucrania supone que se les embolse, en algunos casos y trabajando para según qué organizaciones, dinero que duplica el salario medio de su país (aprovecho estas líneas para saludar a George Soros también)-. Son modos de atraerte para su proyecto -que claro, no será una cosa TAN MALA si me quieren a mí-: antes de que pienses mal, nosotros ponemos las condiciones para que pienses bien.

Epílogo: desde fuera

Anécdota muy tierna que me gusta mucho: un señor de 53 años les hace un owned a unos charlatanes psicólogos de prestigio sobre una supuesta fórmula matemática  de la felicidad. Evidentemente, no era un becario de La Caixa, y lo tiene muy claro en sus declaraciones:

» If you want to be a whistleblower you have to be prepared to lose your job. I’m able to do what I’m doing here because I’m nobody. I don’t have to keep any academics happy. I don’t have to think about the possible consequences of my actions for people I might admire personally who may have based their work on this and they end up looking silly. There are 160,000 psychologists in America and they’ve got mortgages. I’ve got the necessary degree of total independence».

En fin, que lo que no puede ser es que lo que ex post se considera malo, ex ante se considere una «apuesta de futuro» y mierdas del palo. Por resumir: que si nos parece preocupante que se compre a la prensa mediante la publicidad institucional o las planas de grandes empresas, no entiendo que se siga contemplando este tipo de mecanismos como una “apuesta educativa”. No: es otra de esas cosas en las que hay que elegir si nadas a favor de obra o no. Eres muy bueno en lo tuyo, maybe, pero sobre todo, eres bueno para ellos. Y cuando se habla de los mejores, nunca se contesta a lo fundamental. Los mejores, ¿para quién?

Publicada el por nai | Deja un comentario