Tres años diciendo que no

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Hace algo más de una semana DeC cumplía tres añitos (el primer post data del 23 de octubre de 2012, así que nos nació un escorpio, que simboliza la destrucción -NORMAL-). Ya está en la guardería, le hemos quitado el pañal, es una criatura cada vez más independiente, o eso pone en el internec que le corresponde por su edad; ha pasado la fase egoísta de los dos años y ahora es capaz de compartir juguetes, hace garabatos y es preguntón. A su autora también le ha empezado a pasar esto último en los tres años que lleva -quién lo iba a decir- echando su tiempo liberado en aquí. Además, Antena 3, ante la competencia sin cuartel de Sálvame Deluxe, decidió un buen día retirar de su programación Dónde Estás Corazón, con lo que logré quedarme las siglas DeC en exclusiva.

Supongo que como a toda persona que comienza un blog con afán de cierta continuidad -no había plan de empresa detrás, lo juro, y creo que esto es verosímil- y sabiendo lo que nos había pasado a Lorena y a mí con nuestras precuelas blogueras -que no habíamos seguido y  encima borramos los blogs, cuando Lorena había escrito un post maravilloso deconstruyendo la actuación de D’Nash en Eurovisión 2007 que ojalá se haya quedado en algún sitio-, si soy absolutamente sincera no daba un duro por más de un año de blog. No tenía un objetivo definido, yo estaba anímicamente hecha una puta mierda cuando lo empecé. Pero bueno, simplemente me puse a hacerlo, no he sido muy constante -sobre todo cuando encontré trabajo y lejos de solucionar nada me di cuenta de la magnitud de la mierda que nos rodea, mierda de sonrisa amable, eso sí-, y aquí estamos.

Pero vayamos al lío, y hagamos un balance ¿En qué ha mejorado DeC la vida de los españoles? En nada. Se empieza con las típicas reflexiones como de arranque, ves la actualidad pasar en la tele, ves a la vez cómo se supone que tu vida también la atraviesa esa actualidad -pero en ese momento no sabes de qué manera, tiene que pasar tiempo para que te des cuenta, intuyes pero no eres capaz de concretar-, ajustas cuentas con tu pasado reciente, que ahora resulta remoto y parece que le hubiera ocurrido a otra persona. Acabas odiando a todos los tertulianos, dejas incluso de ver la tele, pasas a escuchar Cadena Diaaaal -pero siendo fiel a tomarte el café antes de trabajar con Jugones para tener tu inyección de mala hostia farlopera necesaria para arrancar la jornada-, tus ascos difusos empiezan a concretarse en la rutina del parado, en los eventos, en toda esa cantidad de profesiones de mentira que empiezan a crearse para que, a ojos del prójimo, parezca que hacemos algo en vez de estar tirados en el sofá. Te das cuenta de que no hay que reivindicar el trabajo, que lo que nos iguala es la caca. También hay momentos en los que pasas un miedo tremendo porque no tienes ni idea de de qué vas a vivir. Lees muchísimo (es lo primero que tengo que agradecer al blog. Siempre me ha gustado leer, pero las lecturas impuestas por la facultad y el cansancio laboral llevaban ya muchos años haciendo que no me leyera un libro sin rumiarlo tranquilamente. Tuve que quedarme en el paro para poder hacer eso y para dejar de fumar. A veces esa catástrofe llamada desempleo sirve para adquirir hábitos sanos, y no me refiero al running, sino a hábitos mentales. Al menos si no tienes que pagar la letra del coche ).

Pero poco a poco DeC ha ido convirtiéndose en una especie de observatorio punki de lo laboral, en la encarnación del trabajador aislado que, lejos de lo que nos cuenten, no encuentra ayuda ni entre sus compañeros, que bastante tienen con pagar la hipoteca que se lleva el 80% de sus sueldos así que paso de movidas; ni en el sindicalismo de concertación ni en el alternativo, que como aquí no tiene ningún reparo en asumir las mismas lógicas que ese funcionario pepero rancio que te dice “oye, pues haberte sacado una plaza”. Vete a la puerta de un sindicato, diles que eres becario o falso autónomo y me mandas un mail contándomelo. Si en algo se parecen las empresas y otro tipo de organizaciones que en principio no tienen ánimo de lucro -luego ya sabemos que, al menos en el caso de los jefes, porque esto va de tener tu parcela de poder, el lucro es animosísimo-, es que acaban perdiéndose en sus lógicas internas y no sirviendo para nada, cuando no haciendo directamente daño. Puedes tener a la familia de al lado rebuscando en el contenedor que como estás a la “lógica interna de la organización” y el pograma y dónde está mi sitio aquí, eso pasa a ser secundario. Ellos dicen que mandan, pero están en la misma rueda de hámster que tú. En lo tocante a lo laboral, hemos hablado aquí de los debates de mentira, del trabajo como constituyente no de una solución, sino de un problema (elegir no es decidir), de cómo la vigilancia orwelliana se mete en el trabajo cara al público como una especie de Show de Truman del terror, cómo nos reímos de gente que falsea sus vidas laborales cuando nosotros hacemos lo mismo presuponiendo lo que impresiona a nuestro interlocutor. “Oh, vas a una universidad de la Ivy League”. ¿Cuál, una de esas en las que se viola por doquier? De cómo la nueva derecha psicologiza el desempleo (y el progresismo lo aplaudirá porque raro es el ayuntamiento que no tiene montado un PUTO TALLER de búsqueda “activa” de empleo, que igual lo tienen hasta en Marinaleda o hasta en HERNANI). De cómo las lógicas conciliares suponen desplazar trabajo a otras (otra pelea más “por abajo” en el curro, con aplauso de los de siempre y de algunas encantadas con el premio de consolación que les dejan, qué raro).

El caso es que mientras pensaba en lo que se suponía que tenía que escribir sin que acabara convirtiéndose en un texto de estos intensito que a veces los autores se creen que va a modificar el curso de la literatura y luego el lector se descojona porque es una mierda, recordé el texto de ahí de la izquierda del Tumblr de la @comisuras, y le pregunté por él, y me contó que pertenecía a Testo Yonki de PRECIAO. Lo reproduzco:

No me interesan aquí mis sentimientos, en tanto que míos, perteneciéndome a mi y a nadie más que a mi. No me interesa lo que de individual hay en ellos. Sino como son atravesados por lo que no es mío. Por aquello que emana de la historia del planeta, de la evolución de las especies vivas, de los flujos económicos, de los residuos de las innovaciones tecnológicas, de la preparación de guerras, del tráfico de esclavos y de mercancías, de las instituciones penitenciarias y de represión, de las redes de comunicación y vigilancia, de la producción de jerarquía, del encadenamiento aleatorio de técnicas y de grupos de opinión, de la transformación bioquímica de la sensibilidad, de la producción y la distribución de imágenes pornográficas.

Y es que esa es un poco la movida: son los mismos ojos pero enfocando de diferente manera. Cuando el resto de cosas, sobre todo el resto de reglas, de pautas, de actitudes y de respuestas que se dan a tu alrededor no sirven más que para mantenernos a todos en una rueda de hámster absurda, necesariamente la que cambia eres tú. O quizá no cambias tanto: eres lo que siempre has sido, pero ahora ya capaz de articular un discurso -tajante, pero creo que un poco elaborado también- sobre por qué eres así y por qué en lo que “no hay alternativa” es en lo de tener ciertos comportamientos porque todo es tan aberrante que la mal llamada “sensatez” no deja de ser complicidad y mirar a otro lado y si no digo nada no me pasará nada. Así que no pasa de un día para otro, pero en cierto modo empiezas a ver cosas cotidianas no con asco, pero sí con cierta “extrañeza”, no se me ocurre otra palabra ahora mismo. Se me hace extraño estar en una reunión con gente que me diga que su objetivo en la vida es ser feliz, por ejemplo. Me parece lógico, pero me resulta extraño. Para mí el objetivo es que no haya objetivo. También se me hace tremendamente raro tener planes, no te digo ya viajar o la PROACTIVIDAD de los huevos, o mantener una conversación normal sobre familia y trabajo. Se me hace raro, en general, hablar de sentimientos, como pone ahí arriba, si no puedo enmarcarlos en todo lo que pasa fuera. No por un asunto de magnanimidad ni mucho menos. Claro, pasa a ser muy feo que quizá te den “un poco igual” los planes de abrir una consulta de una amiga, no digamos ya lo de acompañar a alguien a comprarse un coche. Convocar una carrera solidaria para ayudar a tu hijo con una enfermedad rara pasa a ser en el mundo en que vivimos algo perfectamente normal, un “evento” y un síntoma de cómo pensamos. Y entra dentro de la “lógica”, de ese hacer lo que sea por mi sangre. Buscar mi solución personal, que termino antes -y sí, con ciertos temas el enemigo es el tiempo, pero el tiempo condicionado POR OTROS, no por sí solo-. El abismo entre tú y tu entorno -mejor dicho, entre las categorías en las que os desenvolvéis-, con el que siempre habías tenido una relación perfectamente “normal”, pasa a ser enorme. Y tú, contra todo pronóstico, estás muy a gusto. Esto ya no es la canción esa de Lori Meyers que dice que “mi mundo que es mi realidad”, porque la cosa se va de madre. Ya no te puedes preguntar ¿qué puedo hacer por mejorar?, como dicen ahí, ya la cuestión no es esa. Pero tampoco es la estrofa de tener la sensación de que no va a cambiar y de que todo va a ir a peor. A lo mejor no.

Luego también se entrecruza el tema de tu relación con el espacio. Parece que no vas a acertar nunca: te roban la ciudad y estás en tu habitación. Pero también parece coherente: parece coherente quedarse en casa porque si sales o consumes o produces. Parece coherente dormir como respuesta a toda esta locura, para no hacer daño (y en el momento en el que hagan una máquina en la que se pueda generar energía con pedos mientras duermes, por muy ecológica que parezca, el descanso real se va al garete). Parece coherente no poner un pie en la calle. La última vez que estuve en Madrid pensaba que cada vez que caminaba por una acera, de alguna manera, Florentino Pérez se llevaba dinero. Lo de la producción de ropa en Bangladesh ya nos lo sabemos, ¿pero qué pasa si ese centro internacional de cultura contemporánea maravilloso que va a REGENERAR -otra basura- tu ciudad y a convertirse en centro de la capitalidad cultural europea lo ha hecho tu vecino jugándose prácticamente la vida por seis pavos la hora? ¿Cuánto de cerca, o de lejos, tiene que estar el que se jode para que tú disfrutes para que nos importe algo? La cultura me da TERROR ahora mismo. Me da miedo que el año que viene baje a la compra un lunes a las 9 de la mañana, como suelo, y haya una actuación de cantautores de Tayikistán. Me da pánico cómo nos están vendiendo a trozos sin darnos cuenta. Salir de esa lógica que cree que hablar sobre un tema ya modifica algo (y que lo único que nos ha traído han sido hornadas nuevas de ECSPERTOS, por si teníamos pocos) y no, no modifica nada porque son autoridades nuevas y salidas personales nuevas. Y están los eventos, e Infojobs con su gente muy dinámica, y los viajes y las playlists, y mucho artefacto como para que quede constancia de que yo estuve allí, donde se debatía lo importante, cuando no se debate nada, como que mi vida valía la pena, estoy donde hay que estar, hablando de lo que hay que hablar, el cambio, el cambio. El cambio sin saber dónde estás ni quién eres es una puta mierda, y las decisiones las toman otros pero a ti te dejan las migajas de la participación y de la transparencia, así como para que te quedes tranquilo, que todo va bien, que esto es un sitio moderno y aquí ya no se queman contáiners como cuando había ayudas de los fondos FEDER y así. Hemos avanzado. Y tú sabes que no, que si hubiéramos avanzado, que a ver qué mierdas es progreso también; muchos esta tarde no iríamos y ficharíamos. Por qué no me levanto y me voy ahí todos los días rondando por la cabeza, con el cuerpo incapaz de responder a la demanda cerebral. Y sabes un poco por qué: porque nos hacemos la ilusión de que sí, pero no hemos sabido, o no hemos podido; darnos nada, construir casi nada, fuera de cuatro reacciones airadas a declaraciones desacertadas de mandamases (el problema no son las declaraciones, es el hecho de que sean mandamases). Y el concepto mismo de la intervención, se lo pregunta bien @AdrasteaQuiesce aquí ¿No intervenir como modo de intervención, como esos planes de macrorreforma en plazas que luego, con buen criterio, acaban siendo despachadas por la mera sustitución de un par de árboles? ¿Intervenir como no intervención? Están haciendo que quedarse en la cama pase a ser un heroico acto de resistencia. Aquí un combatiente:

<script>(function(d, s, id) {  var js, fjs = d.getElementsByTagName(s)[0];  if (d.getElementById(id)) return;  js = d.createElement(s); js.id = id;  js.src = “//connect.facebook.net/ca_ES/sdk.js#xfbml=1&version=v2.3″;  fjs.parentNode.insertBefore(js, fjs);}(document, ‘script’, ‘facebook-jssdk’));

[facebook url=”https://www.facebook.com/MusicForDeepMeditation/videos/10153357063979425/” /]

Hablaría de muchas cosas, ojalá tiempo. Ojalá poder hablar del tiempo en disputa, de cómo los procesos, antes garantía, han tendido a retorcerse hasta convertirlos en un obstáculo insalvable, del sentido de trabajar con las manos, del túper como metáfora del mal, de cómo el modo en que vivimos se justifica en que esta es una buena vida -no, servir con las manos o con la cabeza no es una buena vida-, sino que no se justifica, precisamente porque damos a muchos, a demasiados, una mala vida. Ojalá supiéramos cambiar las conjunciones copulativas por adversativas, porque todo lo que hacemos lo hacemos contra alguien, y normalmente con el aplauso de ese contra el que sí, contra el que de verdad, habría que ir. Seguiría preguntando cosas, como qué clase de mundo es este en el que EH Bildu va a presentar una ley de empoderamiento ciudadano. O qué clase de mundo es este en el que si te suscribes al Gara entras en el sorteo de un iPhone. O por qué esa nueva forma de colonialismo amable llamada turismo ya no deja en paz ni a los muertos, por si no les han sangrado bastante en vida. Lo que asumen esas tres cosas.

Agradecimientos

A la gente de Diagonal que un día, imagino que bajo los efectos de alguna sustancia, decidió que algunos de estos textos podrían publicarse los domingos. No se lo digo nunca porque me da vergüenza pero los respeto mazo precisamente porque sé que no van a ruedas de prensa de esas en las que haces un teatrillo del check and balance y parece que has hecho tu función y en realidad estás haciendo lo que quieren que hagas. Ay amigas, la rueda de prensa, ese sitio en el que estás salvando la democracia -si es que hay algo que salvar- haciendo una pregunta en un sitio en el que les interesa que estés para que les vean. Si fuera algo capital, estos cabrones no te abren en par en par las puertas de tu casa ni te indican dónde está el enchufe para el micro.

A Gonzalo que me regala libros y ejerce de terapeuta sin cobrarme (y eso que la primera vez que nos pusieron a hablar juntos era para que nos peleásemos).

A Pilar, Sarota, Víctor, Griseo, Antonio e Ignacio por los libros conjuntos y las rajadas conjuntas.

A Flamenca Stone por entrevistarme en la época en la que Podemos era aún una corrala.

A mis amigos africanos que siempre me ayudan hasta donde yo me dejo ayudar. A Ana porque me dejó la columna “Así no se va a los sitios” en su día, que fue germen impreso de lo que hoy es DeC. A Luis por ponerle nombre a esto.

A mis amigos de la vida real y a mi familia, que hacen la parte compensatoria porque la mayoría no sabe ni que tengo un blog pero cuyas conversaciones siempre me dan material, porque, claro está, los posts los escribimos entre todos :D.

A quienes esto leen, para mi sorpresa, algunos de manera asidua.

A todos:

¡¡Gracias!!

Al fin y al cabo, no dejo de ser la misma niña que se quejó con nueve años de que no nos dejaran disfrazarnos en carnaval, hizo pegatinas para toda la clase y cuando vinieron los profesores todos se las quitaron, menos yo. Mi madre fue la única a la que llamaron a hablar con dirección nada menos, por esa gilipollez. Y la que dejó su trabajo con 200 euros en la cuenta porque no le apetecía que ningún caciquillo local le chuleara con el sueldo, que no tener nada tiene este tipo de ventajas como poder dar muchos portazos a gente que se cree que infunde miedo y respeto y mira, ni lo uno ni lo otro. Si no tienes, no hay nada que mantener. Y volvería a hacer las dos cosas, claro. Y ahí sí, entre todos estos acontecimientos hay una carretera perfectamente llana. Y entre eso y los tres o cuatro principios de DeC (que abajo el trabajo, que resistir no es vivir, que aunque todo esté perdido siempre queda molestar, escribir para no asesinar y que al fin y al cabo, a la gente lo que le pertenece es su propia vida), que no están escritos en ninguna parte y acabo de inventármelos, igual. Y la importancia capital de no solo saber, sino también de crear las condiciones (mentales, externas), para decir que no.

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