Lenguaje del enemigo
El día de San Sebastián le hicieron una entrevista a mi alcalde, que es un señor del PNV, y dio el siguiente titular: “Querer envejecer en tu barrio es un poco exquisito”. Luego vinieron las típicas reacciones de vergonya y escandal por las que yo ya no muevo un músculo, pero de corazón quiero felicitar al alcalde por hablarnos así de claro. Al modo en el que señores de derechas de toda la vida te dicen que “la izquierda lo que tendría que hacer es no sé qué”, y después de años y años lanzándose mensajes desde el mundo educativo y el publicitario sobre las bondades de salir de tu barrio, de la zona de confort y ver el mundo, etc, etc, ahora resulta que somos unos privilegiados. ¿Por qué en concreto en Donostia? Por la sencillísima razón de que gracias a la especulación inmobiliaria un montón de viejos tienen una filfa que ni se la hubieran creído cuando salieron con una mano delante y otra detrás de su pueblo en Extremadura y se compraron como pudieron un piso de mierda en Intxaurrondo que ahora alquilan por un pastizal (ellos te dirán que “tras toda una vida de trabajo” (TM)) y cuyos hijos, cuando ellos palmen, ya tienen previsto vender por diez veces lo que costó. Eso es lo “exquisito”. Es que no me hace falta ni meter a los fondos buitre en esta ecuación (que se podrían meter, y más que van a entrar, pero porque los donostiarras quieren y así lo refrendan en las urnas, ojo).
Además es todo un poco más gracioso porque el tío en la entrevista te pinta que cuando eres joven lo que tienes que hacer es irte a un barrio más asequible y luego cuando ya tu vida mejore -o sea, si eres del PNV es fácil pensar que eso va a pasar en algún momento en vez de quedarte en el paro-, vuelves al presuntamente exquisito lugar. Ese arco narrativo ya sabemos que no existe, no hay barrio asequible, ni pueblo cercano asequible, y menos aquí. Por cierto, cuando decís estas cosas a ver si también decís el montante que desembolsaron vuestros viejos para hacerlo posible, que eso nunca lo contáis.
Es que Eneko Goia ni siquiera quiere hacernos enfadar, yo ya sé que quiere una ciudad en la que no estemos, sin rentas bajas, o con rentas bajas que vivan en otro sitio y no hagamos feo, que Joseba Egibar se quede en El Antiguo y yo me largue, lo sé desde pequeña, no hace falta que venga el alcalde a decírmelo. Él está hablando para sus votantes y les está diciendo que es ese marco, el de nuestra “exquisitez”, qué os habéis creído, pobres ratas, el que va a garantizar los dividendos de su gente. El enemigo somos nosotros. Eso sí, el 20 de enero, todos somos “de aquí” y todos salimos juntos en la tamborrada, y todos somos pueblo. Una polla. Cada vez se hace más dificil enarbolar la bandera blanca con el cuadradito azul en la esquina superior derecha no porque lo diga Blackstone, sino porque como decía antes, así lo han decidido otros donostiarras. Su “proyecto personal de vida” es que nosotros desaparezcamos. El Gran Reemplazo ese del que hablan se está haciendo con rentas de gente rica de países UE, de EEUU o de Rusia, que para eso no molestan. Yo todavía me acuerdo de un 1 de mayo que pasábamos con la mani delante del hotel María Cristina y se pusieron unos chinos a hacernos fotos. Mi tic tac de Mbappé no es ni el reloj biológico ni el carné de conducir, sino cuánto tiempo me queda en esta ciudad.
“Proyectos PERSONALES de vida”
El otro día habló Yolanda Díaz en el Congreso para defender la no derogación de la reforma laboral, en estos términos: “Esta norma emana de la realidad de nuestro país, de su conocimiento directo, ese es su gran valor, su componente intangible (…). La vida de miles de mujeres y hombres de nuestro país que reclaman que el trabajo sea un espacio de democracia e igualdad”.
He dicho en cada sitio en el que me han preguntado que lo segundo es, simplemente imposible. Yendo a lo primero, volvemos a la idea de que en el mundo del trabajo hay algo superoculto (no está superoculto, solo se llama correlación de fuerzas) que hay que descubrir. Y no: fuera de cómo se “sienta” uno ante todo lo que ocurre -no importa lo que sientes, importa lo que pasa-, no hay ya demasiadas novedades. Las estadísticas de accidentes laborales son perfectamente públicas, las mujeres de la fresa de Huelva serán abusadas, alguien caerá de una altura considerable en la obra de un estadio y quedará tetrapléjico, otro alguien será chantajeado. Todo está visibilizado, la cosa es qué cojones haces con todo eso que ya has visto, y por qué pasa eso y no pueden ser las cosas de otra manera. Y no, la solución no es seguir visibilizando lo que ya se conoce, porque eso solo genera impotencia. No va a haber gota que colme el vaso, y mucho menos cuando tú quieras. Si todo es escandaloso, nada lo es.
Esto va de proyectos personales de vida. Esto va de Eva María o de Juan Manuel.
La #ReformaLaboral va de la vida de las personas que mejorarán sus condiciones de trabajo. pic.twitter.com/ZvtIIDuDW0
— Yolanda Díaz (@Yolanda_Diaz_) February 3, 2022
Por otra parte, en el tuit en el que enlaza el vídeo utiliza una expresión que igual concita mayorías, seguramente sí, pero como yo puedo decir lo que quiera porque no tengo que ganar elecciones, diré que me parece bastante peligrosa: la del “proyecto personal de vida”. Ya es curioso, como dicen en Greuges Pendents, que los nombres y apellidos y las cuantías de las mejoras (que las hay, y algunas muy significativas) aparezcan solo como una nota al pie cuando nos hemos estado comiendo estos meses que si la CEOE parriba que si la CEOE pabajo, pero en todo caso, esa mera apelación al proyecto personal -sobre todo personal, cuidao- de vida no es otra cosa que llevar las relaciones laborales por la calle del mero aumento de la capacidad de gasto -aunque se utilice el rimbombante término proyecto– de una franja de los trabajadores (¡ahora puedes pagarle al casero con más desahogo!), y eso es difícil desandarlo, de verdad que no quiero utilizar la palabra emancipación porque al final, como tantas otras, no va a significar nada o peor, va a significar lo que diga el enemigo. Que la clase obrera gaste, se endeude, y ya está, arcadia noventera -para quien la viviera- restaurada. Y se entrampe para ser clase media y si le sale mal pues que vaya a Cáritas. Porque su proyecto de vida era personal, no se dejó nada para lo colectivo, y cuando no se deja nada para lo colectivo solo queda sitio para la caridad cristiana, que arreen. No me queda lucha de clases, déme sociedad de consumo como ámbito único de libertad.
Cualquiera que lleve un tiempo trabajando sabe que unos proyectos personales de vida, tácitamente, están por encima de otros, y los otros -las otras- tienen que callarse la boca a riesgo de ser consideradas insolidarias, bordes, etc. Sí, los del lenguaje del proyecto personal de vida son tus compañeros de trabajo de “si a la empresa le va bien, a ti te va bien” y los malos somos los de la silla de al lado, no los del despacho.
La vida es mucho mejor con un estado social extremadamente asfixiante para aquellos que utilizan ese lenguaje, el del proyecto personal de vida. Es mucho mejor con el gris funcionario pecero picaéxcels yendo a la casa de una pija a decirle que usted ahí no va a poner ninguna piscina, y ya veremos si el año que viene ese terreno que es suyo no pasa a ser comunal. Es mucho mejor sin caseros haciéndose la ronda el día 1 por sus múltiples propiedades para cobrar en mano a las inquilinas porque es importante acaparar patrimonio porque “por los hijos lo que sea” ™ , una frase que me gusta mucho porque me da la razón en dos cosas a la vez: en que reconocen que trabajar es una mierda y en que, en el fondo, se piensan que sus hijos son unos inútiles (suelen serlo).
Pero claro, es que lo que mola ahora, la vida buena, la vida en libertad, es la que consiste en petarse la vida del prójimo. La idea del “proyecto de vida” achicharra, porque por lo menos estaremos todos de acuerdo en que muchos “proyectos de vida”, salgan bien o salgan mal, consisten en beberse las vidas, o por qué no, los proyectos de vida de otras personas -si es que a esas personas les queda capacidad de proyectar algo y no están todavía en los niveles de techo, pan y trabajo, y que a lo mejor les falten dos de las tres-. Por eso hablar de proyectos de vida también es utilizar el lenguaje del enemigo. Si existen las relaciones laborales, es porque existe el trabajo, y el trabajo solo se le hace hacerlo al enemigo. Así que si quieres dar espacio a los proyectos que expanden la vida de los que peor están, hay que quitárselo a los que mejor están, que nunca lo están por méritos propios además. Hay que hacer sufrir, sí. Es un vaso comunicante.
Ojalá una vida cuyo objetivo sea que no haya objetivos, que parecemos todos gerentes.