A por ellos

Yo empecé este blog hace año y pico un poco por aburrimiento, otro poco por ver si era capaz de tener algún hobby y otro poquito más porque cuando veo lo que pienso escrito, parece como que lo poto y me quedo más a gusto y da la impresión de que los pensamientos son ordenados, coherentes y alguna infinitésima vez hasta geniales. En fin, que no comencé con ningún objetivo claro, ni sabía cuánto iba a durar, pensé que acabaría cerrándolo como he hecho ya otras veces con otros blogs… Pero aquí estamos.

Según avanzaba el tiempo y avanzaba (bueno, avanzaba y retrocedía, y volvía a avanzar y volvía a retroceder) yo, me di cuenta, y me hicieron notar también que involuntariamente me iba “especializando” en desastres laborales, en toda la jungla y todo el malestar personal que genera buscar un trabajo y a menudo tener uno, y como no sé casi nada de economía aparte de gestionar presupuestos irrisorios, me empezó a interesar más la dimensión psicológica, la incidencia que tiene en cada uno de nosotros, y en cómo nos comportamos con los demás, toda esta historia. Empezaba a utilizar palabras que normalmente no uso, que ni conocía, que yo creo que ni existían, como emprendimiento, coaching, community manager, coworking, networking, cursillo del INEM… Y he ido viendo cómo estas palabras se iban haciendo más populares, no porque yo las usara, claro, sino porque la cuerda se iba tensando y el trabajo corriente y decente, ese que tiene una mínima consideración por la persona que lo efectúa, iba desapareciendo. Están creando toda una contracultura con el paro, tanto en el manejo que hacemos del lenguaje (y no, a mí no me gustaría ir por ahí diciendo que tengo un cursillo de 180 horas de e-branding llevándolo a gala, pero sorprendentemente hay gente que lo hace, igual que hay socialdemócratas que defienden la teoría del derrame o que hay aficionados del Sevilla, o que Antonio Orozco tiene un disco llamado Cadizfornia, son cosas que no se explican), como en el tipo de conversaciones que tenemos sobre cursillos, cómo llenar el tiempo libre, cómo obtener priva más barata, cómo ha ido una entrevista, cuándo te toca sellar, qué debes llevar en una mochila cuando vas a la calle para no gastar dinero (me compré un termo en el mes de enero para no gastar en cafés, mucho menos en la máquina de la empresa que me dará la patada próximamente…).

Y cuando ya llevas tu buen tiempo metida en esta espiral, entonces dices, EH, UN MOMEEEENTO. Esto NO está mal, o no TAN mal, y no creo que sea por un tema de adaptación al entorno ni nada de eso. Primero, porque somos MUCHOS, y segundo porque a medida que iba relatando vi que la forma de abordar todas esas cosas no era ni mucho menos un problema personal –que es lo que te hacen ver, que esto va de tratar de lograr una salida individual dentro de una liga de perdedores-, sino un problema –y si se quiere se le puede llamar aprendizaje- colectivo que me ha servido para que yo, tecnófoba del copón y misántropa recalcitrante, me encuentre realmente a gusto hablando de estas cosas con gente, y sintiendo que no estamos unidos de pega o por interés, sino que en muchos casos el afecto es sincero, nos cuidamos, nos ayudamos, intercambiamos cosas para leer (por ejemplo, llegué a la señora Ehrenreich por Saryn, cosa que siempre le agradeceré), o ropa, o cocinamos para quince y lo repartimos… En fin, cosas. Cosas que estoy segura que no se van a borrar ni siquiera si mañana nos convertimos de golpe en millonarios. O no en todos los casos. No, no compro lo de “tú en su situación también meterías la mano en la caja” o “si tú tuvieras dinero te comportarías igual”. Si sé que no, ¿por qué voy a decir que sí, qué cojones, qué tenemos, una enfermedad congénita o qué hostias?

Pero EH, no estoy haciendo de la necesidad virtud ni el pensamiento positivo se ha apoderado de mí ni justifico nada de lo que está pasando. Yo voy a seguir haciendo lo mismo. Si un día son las tres y veinte de la mañana y no me he dormido, voy a seguir bajando a la calle Matía, que a día de hoy tiene como el 70% de sus cajeros ocupados por gente que pasa la noche a la intemperie, a arrancar las mierdas de posters de cursos de coaching y de terapia gestalt, a dárselos a los que están durmiendo en los cajeros y a decirles que vayan a metérselos por el culo a quien los ha colgado a plena luz del día sin que nadie dijera nada mientras van por las radios llamándose a sí mismos “hacedores de sueños” (esto es real). Y hay veces que a pesar de bregar con todas estas mierdas, ves que merece la pena no callarse y que nadie decida por ti. Y hay cositas que no pasarán a la historia, pero que hacen que esa contracultura se materialice un poco y yo me pongo muy contenta.

Hay algo que me gusta particularmente del vídeo, y es el tonillo que ante la situación se ve obligado a usar el señor de la universidad, el mismo tonillo de bochorno tipo “mamá, el tabaco no es mío, es de una amiga que me ha dicho que se lo guarde”-> “la empresa me dice que diga esto y no me lo creo ni yo”. Y toda la performance se centra exactamente en la actitud que me interesa, en el “mira, podemos estar pasándolas putas, pero no eres tú ni lo que queremos ni lo que necesitamos, tenemos criterio propio”, sobre todo el chico de la barbita con el cartel de coaching es fascismo, que está MU RICO. Me gusta porque no tiene que ver con la actitud elitista de que las hamburguesas las hagan otros, sino que dice que hamburguesas sí, pero no así. El señor de la universidad probablemente pensaba que iba a encontrar una horda de jóvenes desesperados –y alguno habría-, dispuestos a hacer LO QUE SEA por un curro, pero sabía también que tenía que darle al tema un envoltorio lo suficientemente apetecible para que los chavales no sintieran, precisamente, que estaban accediendo a ese LO QUE SEA, no sé si me explico. Es la tensión constante que se mantiene en todos los curros: que parezca que vas porque quieres/te realiza/lo HAMAS pero que en realidad es porque no te queda más remedio. Yo ayer trabajé y me hubiera gustado más quedarme en mi casa escuchando el Carrusel Deportivo y bebiéndome una Voll Damm, qué queréis que os diga. Y McDonald’s es lo que es, joder. Podemos incluso considerar, sin ir muy al fondo del asunto, que McDonald’s puede estar bien para sacarte unas pelas rápidas en verano. Pero hombre, señor de la universidad, la empleabilidad no es un sueño, la empleabilidad es una mierda con la que más o menos hay que lidiar, y con la que en un mundo ideal sería mejor no tener que hacerlo. No, gilipollas, Martin Luther King no tenía un sueño basado en el trabajo, ni a Rosa Parks le metieron un puro ni por mi empleabilidad ni por la de toda la raza negra de la faz de la tierra. Total, que #elseñordelauniversidad ha conseguido que yo no consuma ya nada de la marca, ni siquiera el McFlurry de Oreo con caramelito ese tan bueno no por altas razones morales, ni porque me solidarice con sus empleados por sus bajos sueldos, ni siquiera porque su carne resulte algo sospechosa. He dejado de comprarles por el grado de CUTREZ con el que venden la empresa, que ya supera el atractivo que pueda tener el que en un minutito y si tienes hambre tengas unas patatas fritas por un euro. Quiero decir, no es que me esté aguantando de comprar McDonald’s por boicot, es que ya ni siquiera me resulta atractivo nada de lo que me puedan ofrecer, ni como empleada ni como cliente. Con Starbucks (no, Iván, NO QUIERO OTRA FAMILIA) me pasa lo mismo: no le veo ningún valor añadido a tomarme un cangarro de café caro al lado de gente que está tecleando en ordenadores vestida con camisa de cuadros, para eso me voy a la redacción. El señor de la universidad no me da ni asco, no veo un tirano, veo un pringao que tiene que soltar una txapa con un adorno que sabe que hay que ser muy muy muy subnormal para creerse. Es un Eichmann posmo, la banalidad del mal llevada al extremo de la venta de enciclopedias. Señor de la UPV, funcionario público imagino: menuda puta mierda de vida lleva usted y menuda puta mierda de vida me ofrece a mí.

Y todo el no sé si llamarlo proceso (que me parece un poco solemne y un poco pomposo), pasa por desaprender una cantidad bárbara de cosas, empezando por desaprender que el rasero lo pongan otros. Siguiendo por desaprender que lo colectivo es malo o deficitario o es la URSS y que la libertad la logra uno solito en la cúspide. No es verdad: nos deben cosas y debemos cosas a otros muchos, Almunia Jr. Nadie se hace a sí mismo como algunos que citáis a Mark Twain y aspiráis a una plaza en la Diputación Provincial nos queréis vender. Pasando a considerar que el conflicto es necesario y no algo que hará el ambiente irrespirable: lo irrespirable es esto, lo de ahora, y lo va a ser más si no haces nada ni dices nada. Una mierda no es que las empleadas de la limpieza de los colegios de Cádiz (segunda vez que mencionamos Cádiz en este post) monten el taco en un Pleno, con una argumentación impecable:

El lunes a las 22.00 es hora de ver Goenkale. BASTA YA DE FÚTBOL LOS LUNES. Odio eterno al fútbol moderno (con calzador, pero es que lo tenía que decir).
El lunes a las 22.00 es hora de ver Goenkale. BASTA YA DE FÚTBOL LOS LUNES. Odio eterno al fútbol moderno (con calzador, pero es que lo tenía que decir).

que si ellas habían interrumpido el “normal funcionamiento” del Pleno era porque el Ayuntamiento había interrumpido el “normal funcionamiento” de sus familias, una mierda es que encima de que cumples con tu trabajo no te paguen y además algún imbécil todavía te eche en cara que no te calles “porque yo en 1981 también tuve un no sé qué y me tuve que callar”. ¿¿¿YYY??? Una mierda es que te parezca “lo normal” que no cobren porque “hay gente que está peor”. Es tan mierda como el fútbol los lunes. Una mierda es ser ese IDIOOOTA al que su proyección laboral se le trunca porque la multinacional le da la patada –pero que no se levantó con ningún cartelito cuando la multinacional fue a buscarle a la uni sino que “tuvo el sueño de la empleabilidad”-, no le queda más remedio que montárselo por su cuenta y trata al nuevo empleado como escoria porque si yo me jodí, alguien tendrá que pagarlo. Muy bien: reproduciendo el patrón del que fuiste víctima, CRACK.

Y sí, vamos a tener que bregar con mierdas, con muchas mierdas, pero estamos para ayudarnos. A mí DeC, sin esperarlo, me ha ayudado mucho, me ha ayudado por ejemplo a confiar en el prójimo más que antes. Es totalmente irracional, pero tenemos las calles y las colas del paro llenas de gente buena a la que no le gustaría ser de otra manera solo por obtener cuatro migajas de confort. Así que gracias un poco a este invento, a lo que contrastas, a los cuatro mensajes mal contados que te dicen que se ríen mucho con lo que cuentas y les alivia aunque sea por unos minutos, a leer entre otras cosas esto de June o esto que me pasó Majo, yo temor no tengo ya. Ojalá dar con la tecla para conseguir que no lo tenga nadie.

El otro día en el capítulo de El Príncipe el poli preguntó a la chica si no quería irse del barrio, le dijo que no tenía por qué vivir así. Y ella le contestó que ella no quería irse, que lo que quería era que las cosas cambiaran. Y eso es lo que creo que muchos pensamos: que no queremos una huida hacia adelante y salvarnos el culo mientras el Titanic se hunde, sino que el Titanic no se hunda. Vamos, que UNA VEZ MÁS unos guionistas de Mediaset entienden todo mejor que esos que se dedican a la cosa pública (TM). Así que a por ellos, a por esos promotores de McDonaldizarlo todo, que son pocos –y cada vez menos- y cobardes –y cada vez más-.

One response to “A por ellos

  1. Pues eso, aquí otro que quiere que no se hunda el Titanic.

    Habrá que impedir que la frase de Martin Luther King la acaben sustituyendo por “yo tenía un sueño outsourcing”, aunque cerca estuvo el señor de la universidad del vídeo.

  2. Eh! Que sigues viva! Yo tengo abandonado leer blogs, y se te sigue echando de menos en TW. SALVO que estés de incógnito. Ah, ya tengo unos apuntes, pero pse.

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