“Y más tensionada tendría que estar”. Un comentario a la ley de vivienda
Tras conocerse los acuerdos que darán luz verde a una nueva ley de vivienda, este fin de semana tanto el periodista de Berria Imanol Magro como mi amigo, qué digo amigo, hermano, Gonzalo Caro, sin conocerse de nada, ponían sobre la mesa la misma propuesta: que los periodistas preguntaran a los candidatos a las alcaldías en las elecciones del 28 de mayo si pedirían la declaración de zona tensionada para sus municipios.
No voy a detenerme en los detalles sobre el acuerdo porque hay análisis de todos los colores y para todos los gustos: bajón rentista, euforia inquilina e incidencia en los límites de este tipo de leyes (el más sangrante seguramente sea el hecho de que ni se congelan ni por supuesto se bajan precios, sino que solo se controla que las subidas no sean ***excesivas***; así de primeras los que llevamos dos años pagando un 2% más el año que viene, hale, pues un 3% más). Pero me gustaría detenerme en la idea del tensionamiento.
Cuando el sindicato de vivienda ha puesto carpas en algún barrio de Donosti, hemos tenido algunos intercambios de pareceres que si nos hubiéramos dejado llevar por los relatos mediáticos hegemónicos (el inquilino ha de temer al fondo buitre y el propietario al okupa multirreincidente) nos habrían causado sorpresa: ni una ni dos personas en Altza, barrio obrero, emigración española, envejecido, votantes socialistas… nos dijeron que cobraban rentas de alquiler -tipología abuela María-. También había inquilinos que no les pagaban (pero no les habían destrozado la casa, como sugeriría cualquier matinal de la tele privada, en el pack okupación va el vandalismo), y había casos de gente más joven y avispada que preguntaba: ¿y qué pasa, que si el inquilino no me paga a mí yo le dejo de pagar al banco? Porque ellos son muy listos y “no son especuladores” y “solo arrendamos para pagar la hipoteca”, pero claro, cuando se termine de pagar la hipoteca la casa no se la queda el inquilino que es quien la ha estado pagando sino ellos (huelga decir que la respuesta a la pregunta que formulaban es que sí). Cuando pusimos la carpa en Egia se acercó un señor que dijo que él estaba, cómo no, a favor del “derecho a la vivienda” pero que “tampoco quiero que mi piso pierda valor”. No era el momento de diatribas pero desde luego, si queremos universalizar que la gente tenga una seguridad en la vivienda (sin ni siquiera detenernos en los regímenes de tenencia), las casas han de “perder valor”.
Comentaba Alberto Moyano aquí que “Cada mañana esta ciudad se levanta de la cama con el convencimiento, empíricamente demostrado, de que cualquier bien inmueble adquirido hoy se podrá vender con un amplio margen de beneficio mañana. El día que se derrumbe esa certeza media ciudad acaba en el diván del psicoanalista. Una casa en San Sebastián es, antes que una vivienda, una inversión y bajo esta premisa media ciudad se ha vendido y comprado a unos precios cuyo carácter disparatado asumían de facto las dos partes”. Volvamos pues al planteamiento de preguntar a los alcaldes sobre si pedirían o no para sus municipios la declaración de zona tensionada. Nuestro alcalde donostiarra, Eneko Goia (PNV), ya afirmó en una entrevista preguntado sobre la gente joven teniendo que irse de Donosti por los altos precios de la vivienda que “querer envejecer en tu propio barrio es un poco exquisito” -ya reflexioné sobre esto aquí-, de lo que deducimos que a la pregunta de si declararía la ciudad como zona tensionada, y conociendo como conoce perfectamente quiénes son sus votantes, respondería: “Y MÁS TENSIONADA TENDRÍA QUE ESTAR”.
El “problema de la vivienda” (si lo hubiere, porque muchos más de los que pensamos han visto en ella no la tabla salvavidas que dicen, sino un colchón para vivir comodísimos y el que esté debajo que arreé) no va a tener solución dentro del marco institucional precisamente por lo que decíamos arriba: porque si una zona se declarara tensionada, esos que hasta ahora han tenido una bicoca ya no tendrían la bicoca que ellos creen que merecen. Y porque si hay algo que no es “ni de izquierdas ni de derechas”, por seguir con el mantra de las hegemonías, es el derecho del españolerío a especular. Hasta ahora ha parecido funcionar la narratología del fondo buitre, pero como explica Pablo Carmona hay gente que a cuenta del problema de la vivienda ha mejorado sustancialmente su posición vital. Vamos, que lo que “tensiona” al arrendador es no obtener la rentabilidad que está obteniendo hasta ahora.
(en 2018) el 73,71% de los rendimientos netos de estos alquileres eran percibidos por particulares con rentas que iban de los 6.000 euros a los 60.000 euros anuales, siendo en su mayor parte declarantes de entre 12.000 y 60.000 euros anuales. En definitiva, todos los datos apuntaban a que el perfil del rentista particular, lejos de ser un gran tenedor, era el de una persona con ingresos situados entre los 12.000 y los 60.000 euros con 2, 3 o 4 propiedades. Puras clases medias.
(y eso solo con datos de la Agencia Tributaria. Contabiliza los alquileres no declarados y las cifras serán aún más bajas. Quienes viven en habitaciones sin empadronamiento tampoco tienen mucho que decir sobre si una zona es tensionada o no, porque ni votan).
En fin, Bildu será el otro lado del arco parlamentario, pero desde luego, sus votantes forman parte de la misma
composición social en lo que a expectativas acerca de la vivienda se refiere: salvo una apelación nominalmente izquierdista al “derecho a la vivienda”, solo hará falta que quienes ahora se encuentran asfixiados por los alquileres se conviertan en herederos para que su posición se vea matizada, si no cambia por completo. Y si no, desmiéntemelo. La gente del párrafo anterior son nuestros amigos, nuestros familiares y, por qué no, nuestras parejas. Eso no puede esconderse diciendo “Sareb” o “Blackstone”.
En los próximos años, la propiedad (o no) de más de una vivienda podría convertirse, si no lo es ya, en una línea de antagonismo análoga a la propiedad de los medios de producción, y más teniendo en cuenta lo bajos que son los salarios en España. Cabría preguntarse si, más allá de “dejarles un futuro a mis hijos” ™, un buen disuasor para que las clases medias propietarias trabajen no es el hecho de que alquilando se gana bastante más, y de manera más constante y segura. Es su renta básica. No estamos encontrando -ni lo vamos a hacer- en la política institucional medidas que vayan directas a, digámoslo claro, incentivar la inseguridad del propietario porque pensamos que entonces lo que va a hacer es “no sacar el piso al mercado”, como si no hubiera multitud de formas que no pasen por el regar y regar de dinero para que ese piso cambie de manos. Si estos hijos de puta hasta quieren pedir daño patrimonial al Estado por limitar los alquileres al 2%. Nadie está trabajando en hundir precios ni en asfixiar la multipropiedad, antes al contrario. Si los fondos buitre han aterrizado aquí es, como dice también Moyano, porque esto está bien nutrido de mucha especie autóctona realizando esa labor. Más que en defender al inquilino, tenemos que currarnos mucho el, por usar el lenguaje de ahora, “desempoderamiento” del casero. Que alquilar vivienda sea un putísimo infierno y sea extremadamente caro tener varias casas, vaya. Más vale salirse de los ciclos dopamínico-mediáticos de agendas marcadas y de sobrerreacciones (que si la moción de censura, que si la presentación de Sumar, que si la campaña electoral, que si Yolanda en lo de Évole…) y que pongamos aquí los huevos de la cesta de la política, con preguntas simples como qué nos planteamos sobre un trabajador que extrae rentas de otros trabajadores, qué pensamos sobre las herencias o escuchando a personas que ya viven en bloques de Sareb antes de lanzar las campanas al vuelo. Que ya es bastante.
La última vez que me sentí mal por una cosa que no me esperaba: cuando mi casero, cuando ya me iba, le dijo a una vecina que era una pena porque habíamos sido “unos inquilinos estupendos”.
Muy bien lo de Moyano, pero convendría recordar que le paga el sueldo in periódico que ha pegado un pelotazo inmobiliario considerable vendiendo el suelo de su sede en Igara a Amenabar, para que haga viviendas de lujo y, por lo tanto, encarezca aún más la vivienda.
Creo que lo he dicho alguna vez, pero: El impuesto sobre el valor de la tierra arregla esto. Y si lo que se saque de ahí va en buena medida a más vivienda pública y mejores servicios públicos locales, mejor.
El casero puede “alquilar” la construcción, pero el valor de la tierra que no ha hecho nada por mejorar se lo queda quien lo ha hecho: Quien ha puesto ahí el metro, las calles, la parada de bus, el parque y las cloacas (jeje) ha sido el Estado (jeje). Quien hace que un barrio sea más o menos habitable es la infraestructura y la gente que vive, trabaja y hace sus movidas ahí; nada de eso lo ha puesto el casero y por nada de eso tiene que quedarse dinero.
Bola extra: El incremento de valor del suelo de una recalificación o de poner la Fábrica de Baterías Joan Fuster Mario Alberto Kempes no se hace porque el casero -o quien diga tener esa parcela- haya hecho nada. La diferencia de valor del suelo al recalificar, o el incremento de los alquileres o precios de venta de las viviendas (ya sean primeras, segundas o nonagésimo octavas) se la come el impuesto.