Napbox, ¡pero si yo lo que quiero es dormir en mi casa!

Imagino que más de uno y más de dos estarán arrepentidos de haber hecho aquel comentario de qué maravilla el smartphone que puedo conectarle el correo del trabajo y si tengo un tramitillo mierder lo puedo solventar en el momento y no tengo que esperar hasta el día siguiente. Claro, pero es que con una medida que “te beneficia” (ejem), te viene todo el pack que no (jefe llamándote a cualquier hora porque sabe que no apagas el teléfono y además estás haciendo el pollas con alguna app, regalando más datos-dinero a otra gente que no sabes ni quiénes son y a los que casi das más beneficios que a tu propio jefe.

Pues nada, resulta que un nota ha presentado en ese evento tan sano y dejador de dineros -me imagino a Colau llamado a los porterillos de todos los barceloneses con un sobre en mano con lo que le “deja” a cada barcelonés- que es el MWC un cubículo para dormir (artículo completo aquí). Y yo digo: “A ver, pero si yo ya tenía uno de estos en el local de la peña del pueblo, qué me estás contando”. Algún periodista dice que ha sido el mejor invento visto en Mobile. Ya sé que en periodismo se cobra poco pero hay que tener una vida un poco difícil para describir como mejor invento una cama de 60 centímetros de ancho, que son los que tiene. Sin más demora, diseccionemos este cacharro llamado Napbox, que tiene telita. Empezando por que al inventor se le ocurrió tamaña idea en el módulo de deportaciones de un aeropuerto bielorruso.

La primera en la frente: resulta que lo que se supone un habitáculo para descansar está “lleno de tecnología”. A mí ya se me quitaría el sueño haciendo check in y check out. ¡Se te come la hora de la siesta solo para entrar y salir! “En una pantalla exterior te registras con una tarjeta de crédito y escaneando tu DNI”. Te sacan los datos hasta sobando, Hulio. “El modelo que hay en la feria tiene una rejilla de ventilación para que se disipe el calor de la pantalla publicitaria que hay en el exterior de la puerta. Este modelo concreto está pensando para aeropuertos o estaciones de tren, para rentabilizar más su inversión”. Madre mía. Imagino que la inversión serán los 28.000 euros que nos ahorraríamos a lo largo de la vida laboral según Antena 3 si no tomáramos café. ¡Que el café no deja dormir!

Yo no le quito al señor que el invento es, literalmente, “disruptivo”. Fíjate si se nota que lo ha inventado un tío que considera que es un avance tecnológico de la hostia el hecho de que una sábana se cambie sola. ¡Como en los hoteles, no hay que hacer nada! (me estoy imaginando al tío ya con toda la Napbox inventada y montada pero dándole al coco para aportar algo de VALOR AÑADIDO y ocurriéndosele en la ducha en plan Eureka lo de la sábana). Lo que tardas en hacer el check in y el check out es más de lo que tardarías en cambiarla, pero en fin. “La domótica nunca me había generado tantas expectativas”. Las mismas que tenías con tu madre, pero vale

Terminas de leer el artículo y la sensación es de derrota absoluta. Ok, la mayoría de los que hemos leído esto hemos echado una cabezada alguna vez en algún aeropuerto (y te haces daño en el cuello pero no te sacan el número de la tarjeta de crédito). Es como si siempre venciera el mientras tanto y la adaptatividad y se aprovecharan de eso. El destinatario medio de Napbox es el mítico ejecutivo que vive en los aeropuertos, cuando ya como modo de vida es algo bastante discutible y también por el cambio climático tendríamos que volar menos y por favor que pare ya ese turismo dignificado pero igualmente destrozaciudades que es el turismo de congresos (justo donde se ha presentado este artilugio, no se podía saber). Yo no le voy a decir a nadie que no rompa los techos de cristal y se supere a sí mismo bajo la mirada de otros, pero espero que tengamos en general un mundo lo suficientemente amable para que a nadie se le ocurra que vivir en aeropuertos es digno de llamarse éxito. Al final Napbox es una plasmación más física que los servicios del teléfono móvil de esa necesidad de estar no solo siempre disponible, sino de estar siempre productivo y -en este caso gracias a esos microdescansos que no se dan en el hogar sino en el centro de trabajo o entre centros de trabajo- de descansar el mínimo para rendir de una manera óptima. Como una vez que vi un Españoles en el Mundo de Singapur o sitio similar, que el españolito de a pie explicaba que había un chaval con los brazos encima del mostrador haciendo una minisiesta porque allí no paran para comer ni para nada.

Es como si alguien pensara por nosotros y se diseñaran sistemáticamente soluciones para todo pero cuya prioridad no es proporcionar un servicio o satisfacer una necesidad, sino eludir por todos los medios el conflicto. Imaginemos que ponen una Napbox en tu curro. Primera impresión: “Bua, de lujo, una siestecita aquí en la oficina y sigo las dos horas de la tarde de puta madre”. Realidad: un día -creedme, nunca es solo uno- se alarga un proyecto y te quedas currando hasta tarde. Tu mente analítica racional te dice que total, pa qué volver a casa (porque además vives a tomar por culo del trabajo). Llamas a tu mujer, que te dice que el pequeño está enfermo, y le dices que te quedas en la Napbox. Caso 2: trabajas con más gente y hay una sola Napbox para toda la oficina: hay que NEGOCIAR. Imagina en qué terminos puedes negociar con tu jefe (que evidentemente algún día te va a dejar a ti usarla, para que vayas a casa diciendo que es buena persona, que pudiéndola usar él todo el tiempo te la deja a ti usar un día. Así estás motivado y permaneces productivo. No se da puntada sin hilo).

Por si a alguien le quedaban dudas de que Napbox es algo para la empresa y no para ti, ATENCIÓN.

Sin título

 

¡Que tiene una mesa por si quieres trabajar! O sea, se le racanea espacio a la cama de 60 centímetros de ancho para tener una puta mesa “por si” quieres trabajar. Lo que yo digo siempre: lo “voluntario”, lo “opcional”, acaba siendo lo más coercitivo. El primero que la use un día en la oficina abre la veda para los demás, igual que el primero que va con gripe a trabajar (porque si hay un ERE qué van a tener en cuenta, etc, etc.). Imagínate la conversación.

-A ver, Bermúdez, ¿tiene el informe?
-Es que he estado echando una cabezada en la Napbox, lo iba a terminar ahora en mi sitio.
-¿Pero para qué cojones cree usted que está la mesa ahí?

Aquí un interesante enlace sobre la obsesión con la productividad

Bonus: el fin de la política

Estaba yo volviendo de trabajar (apréciese por favor el esfuerzo, que hice la foto a las 00.30 con 0 grados de temperatura y me arriesgué a que me amputaran un dedo), cuando me aterroricé con esto.

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¿Esterilización de facto?

Con la Napbox la sábana se cambia sola (confirmado por tanto que aquí los estartaperos no solo no crean empleo sino que lo destruyen, que iba a haberlo presentado este señor en el MWC poniéndose el de recepcionista y cambiador de sábanas por los coj…), y con el baby planner pues tú echas cuatro cuentas y ya tu pareja y tú os ponéis al lío si tal. Pa qué voy a intervenir en mi sueldo, crear un entorno de cuidados, etc, si el algoritmo, algoritmo de la noche ya me calcula él solo las “opciones”. Metemos unos informáticos en el ministerio de Igualdad y como cuando te sacan el impreso de la declaración de la renta: valoran tus opciones y ya te llegará a casa y te dicen si sí o si no. Ni la política de hijo único de China. La “planificación”, los marronáquers varios, eso ya de tu cuenta. Al final, parece que vas a comprar al niño en vez de a tenerlo. Gestión y no conflicto. Es como si hacer política estuviera prohibido. 

De este modo las apps/gadgets (de comida rápida, de dormir) combinados con el gran hermano de la empleabilidad (¿si hay un ERE, ¿quién se queda, la gente que se pira a casa cinco minutos antes si puede o, yo, que estoy muerto de miedo comprometido con la empresa y me he quedado aquí hasta que he terminado todo?) no solo no nos facilitan el trabajo sino que convierten la jornada laboral en algo que no termina jamás. Así que en DeC nos cuesta mucho entender la fascinación por ellas. Cuidadito con las ñapas liberatiempo/calculacosas: nos comen por otros sitios.

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