Diary of a choni on the dole

Se encaró con la pared y encogió las piernas. No le esperaba nadie ni nada, pertenecía a esta generación a la cual se le ha dado ya, dicen, todo hecho -símbolos, victorias, héroes que venerar, mármoles que besar-, dejándola sin posibilidad de nueva senda, siquiera sin derecho a buscarla entre una marea de días prefabricados, dictados, días que se posan mansamente al pie del lecho todas las mañanas igual que perros apaleados. Bostezó, el pulgar y el índice en las comisuras de la boca. El camino es llano, pensó, y se puede recorrer con las manos en los bolsillos, callada y aburridamente.

Juan Marsé. Encerrados con un solo juguete.

Me parece que ya empiezo mal, y si no he empezado mal, que alguien me corrija: on the dole quiere decir que recibes un subsidio, que no es mi caso.

De lo que quería hablar es de que es un cúmulo de sensaciones esto del paro, ¿eh? Esta es mi primera vez en el paro en serio. Mi primera relación formal con el paro. Comienzas muy bien, MUY MOTIVADO, muy dispuesto a empezar UNA NUEVA ETAPA DE TU VIDA AÚN POR ESCRIBIR, poniéndote HORARIOS en una pizarrita, decidiendo a cuántas ofertas te vas a inscribir cada día. MADRUGAS. Inicias un cuadernito con la referencia de cada oferta a la que te has postulado, tienes el CV MAQUEAO de tres o cuatro formas distintas (una sin carrera, otra con carrera, otra con master) para adaptarlo a las ofertas, como suelen decir Yoriento y otra gente como este vendedor de crecepelo (persuabilidad, CUIDAO). Haces una carta que encaja con cada oferta, no una carta modelo para todas, que las empresas tienen que sentirse ESPECIALES cuando reciben tu CV. Barajas incluso subirte el perfil de Infojobs a Premium, que a lo mejor por unos durillos compensa. Te tragas charlas del COIE en la que el ponente de un día te dice que el currículum con foto y el del día siguiente te dice que sin foto.

En definitiva, vas bien. Haces LO QUE HAY QUE HACER. Como con todo, cuando haces lo que ‘hay que hacer’ –no hay complemento agente- es cuando empiezan los problemas. Pero no sólo para buscar trabajo. Para todo en general. Hacer ‘lo que hay que hacer’ es la gran fuente de infelicidad del mundo.

ImagePsicológicamente esto está bien. Es como ir a la biblioteca en exámenes: aunque SABES que luego vas a estar polleando todo el día, estás físicamente en la biblioteca y eso ya implica que estás haciendo algo, aunque en realidad no. Pero lo parece. Te consuelas. Por mí que no quede.

Esto, gracias a dios, no dura más de una semana. Entonces empiezas a ser por fin tú, y no un robot. TE LEVANTAS A LA UNA DE LA TARDE. Das comienzo a la búsqueda de empleo Guadiana style (me paso tres días metido en Infojobs y LinkedIn en plan psicótico –no menos de 15 pestañas abiertas- y otros tres días tocándome el badajo –en el bar o en el gimnasio, o en Twitter-). Los tiempos son menos consistentes, los horarios… bueno, sí, sigues teniendo una pizarrita pero ya no tiene horarios. Prefieres poner “Mariano, cabrón” en letras grandes. Das un paseo hasta alguna ETT (siguen existiendo, increíblemente. Sí). Te dicen que subas el CV por internet (oiga, señora, que yo he venido porque YA ESTOY todo el día en internet y quería dar un paseo para que no se me pusiera el culo fofo). Tenemos todo más o menos updated, tres o cuatro portales de referencia, otros dos para mirar más de vez en cuando y nos acaban de pasar una página de becas (tengo 28 años, antes me quito la vida, como comprenderán. Que ahora se lleva). Un tuitero al que no conocemos y qué podría ser un asesino, PERO QUÉ MÁS DA, tiene nuestro CV y lo está rulando por ahí. Al final hay tantas pestañas abiertas en el ordenador que empiezas a respirar con dificultad, lo cual te lleva a intentar arreglar tu vida de mierda como el 90% de las mujeres: yendo a la peluquería. Yendo a la peluquería con un dinero que no te sobra precisamente. Fin.

Luego viene la parte más bipolar, la que te hace descojonarte o ponerte de muy mala hostia sin un patrón demasiado definido: el análisis detallado de las ofertas. Las azafatas tienen que ser cada vez más altas y más rubias, y los periodistas tienen que escribir menos y communitymanagear más y mejor. Y tener experiencia de cinco años en communitymanagear (¡si hace cinco años esto no existía!) Y estar en eventos, en muchos eventos. Ir a más eventos que a mear al cabo del día. Todo ello por un sueldo de tres cifras en ciudades de cuatro cifras en las que queda muy bien decir que vives cuando vuelves los fines de semana a tu pueblo de dos cifras y media. Para que, al final, acabéis petando aquí. Más pronto que tarde (esto ya lo han vivido otros sectores que considerabais ajenos “porque yo he estudiao”).

Tus competidores en toda esta historia coñazo son de tres tipos: 1) el que YA NACIÓ funcionario y echa la culpa de su mala situación a los demás (a los demás de su generación. A los que mandan no, porque de los que mandan hay que rodearse. ÉL ES ESPECIAL). 2) El cani clásico (ése del que el funcionario nato cree que tiene la culpa de la situación de ambos. Irremediablemente la que suscribe está aquí) y 3) Los contubernistas (no es una crisis, es una estafa -¡es capitalismo, tontolnabo!-). Cualquier miembro de estos grupos es susceptible de caer en cualquier momento en un grupo 4) de autoinculpación –puede que los del número 3 menos, que esto es una estafa global, y la culpa de todo la tiene Yoko Ono-, en el que abrazarán los libros de autoayuda y se autoflagelarán tras leer ‘Quién se ha llevado mi queso’ pensando, mientras fotocopian sus diplomas de cursos de verano de 20 horas sobre inmigración para enviarlos por procedimiento administrativo a las Cortes de Aragón, que a lo mejor tenían que haberse dedicado a otra cosa.

Al final, tras intercambiar impresiones con alguna gente (no mucha, la mayoría de mis amigos tienen trabajo), la sensación es que en esta historia todo se basa en encajar con calzador muy fuerte, en aceptar cosas absurdas como esta. Necesitas dos referencias, para ganar DOSCIENTAS SETENTA LIBRAS AL MES, y una de ellas tiene que ser de tu último empleador, por cojones. Y tener coche –en el país, recordemos, se conduce por el otro lado-. O sea, que el Franquismo sociológico que dice Pornosawa que son las cartas de recomendación no es exclusivamente español. Os creéis que sí, os marcháis porque pensáis que en otros sitios os valorarán sólo por vuestro impagable talento, y acabáis como éste.

¿Cómo hemos llegado aquí? Pues ni idea. Creo que el momento en el que se traspasó la línea roja y se dieron un montón de cosas por buenas (cosas que ahora criticamos, sitios que ahora nos parecen deleznables y que hasta antesdeayer eran lo máximo a lo que podíamos aspirar) vino muchísimo antes de estar medio país sin trabajo.

Vosotros seguid intentando encajar muy fuerte y echándole la culpa de todo lo que os pasa a Cebrián o a los de Gandía Shore. No sé cuántas ‘oportunidades de vuestra vida’ de seis meses de ¿contrato? llevaréis ya. Cuántos ‘al final todo vale la pena’ (¿y si te mueres mañana qué, gilipollas?). Yo me pondría a contarlos y a contar los años que tenéis y ya si eso hablamos. Y hablamos de qué hemos conseguido en realidad. La nada más absoluta. ¿Cuánto de lo que tenéis es vuestro? Poquito.

Cuando no tenemos mucho que ofrecer, y sabemos que tampoco recibiremos demasiado, lo único que nos queda es ser honestos.

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Divinos. Y muy humanos

En Domingos en Chándal sentimos una profunda atracción por ese tipo de personajes que, digámoslo así, joden voluntariamente su vida a pesar de tener todo el potencial para haber resultado quizá no admirables pero sí respetables, que no es lo mismo que respetados. Las Inés Alcántara de la vida sois más que queridas en este blog.

El otro día compré en el quiosco un librito editado por Marca en la serie Genios del Balón, en concreto el dedicado a George Best. Lo primero que llamó mi atención es que algo editado por Marca no fuera una mierda. Lo segundo, que el porcentaje de fotos y texto que el ejemplar dedica a la vida personal del ‘siete’ del Manchester United es bastante superior al que se ocupa de su carrera futbolística, con lo cual lo de ‘genios del balón’ es para cogerlo con papel de fumar. Las parrafadas que dedica al anecdotario personal de juergas, alcohol y mujeres no son precisamente cortas. Sirva como ejemplo la siguiente:

“En los años sucesivos se sucedieron las borracheras, las desgracias, las apariciones televisivas y los amoríos. Volvió a casarse con Alex Pursey, su enésima rubia despampanante, que era 26 años más joven que él y que trabajaba como azafata y modelo. No desaprovechó ninguna oportunidad para declararle su amor en televisión, pero lo que George adoraba de verdad era el alcohol. Una mañana se lo encontraron durmiendo en un banco del parque de Battersea. Le llevaron al hospital y los resultados de sus análisis fueron catastróficos. Su hígado, atrofiado, solo funcionaba al 20 por ciento. Ni siquiera el trasplante logró aplacar la sed de George, desatando una airada polémica en Inglaterra: ¿para qué donar un hígado sano a alguien que no lo utilizará correctamente? Alex acudió a los platós televisivos a desahogarse y destapar la cara oscura de su marido: maltrato, insultos y violencia (remember Raquel Bollo/Chiquetete)”.

Los subrayados y las cositas entre paréntesis son míos. Enseguida entenderán por qué.

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Pues Lequio y Mar Flores posaron tal que así y luego salió en la portada de Interviú. Pero claro, era España.

Segundo elemento que nos interesa: ya antes Jot Down, en su ímpetu de gafapastizar el fútbol, publicó este ladrillo artículo, cuyo título incide en lo que ha pasado a ser más relevante en la biografía de Best, que no es haber sido Balón de Oro o haber ganado una Copa de Europa, sino morir como alcohólico (o ser un sediento implacable, que el alcoholismo de Best no puede ser asimilado al del mendigo de debajo de tu casa), algo no demasiado extraordinario siendo norirlandés, sino casi una norma. Y el tío debía de ser muy importante, porque alguna de las fotos es en color y todo.

Tercera y última cosa de utilidad para este pseudoanálisis (nosotros no optamos al premio Bitácoras, y por lo tanto consideramos que lo que hacemos no tiene demasiada importancia): la siguiente frase en esta entrevista al DirCom (¿quién mierda inventa estos cargos?) de la susodicha Jot Down, en la que muy solemne afirma:

«Son los propios redactores los que los proponen y la dirección decide si es o no publicable, si cabe en Jot Down -siempre y cuando, por supuesto, pase el filtro mínimo de calidad, independientemente de la temática-. La norma inquebrantable es no publicar nada que tenga que ver con la prensa del corazón, huir del amarillismo».

El subrayado, de nuevo, es mío.

De acuerdo. Unan esta bonita declaración de intenciones a una de las citas de Best que se recogen en el artículo de JD mencionado arriba: “Yo fui quien sacó el fútbol de las páginas traseras de los periódicos y lo llevó a la primera página”. Lo que el redactor parece querer obviar fue que George Best quizá no llevó el fútbol a las portadas. Lo que hizo fue llevarse a sí mismo. Y a menudo por cosas que poco tenían que ver con el fútbol.

Por último, insistamos en esa manía de engolarlo todo cuando hablamos de ‘leyendas’. Lean:

“Esto es, aquellos en cuyo fútbol se delata el poso del barro de las calles. Aquellos que se mueven guiados por una improvisación afilada a fuerza de esquivar latas y pedruscos. Una inspiración cuya heterodoxia —a menudo imperfecta en la forma, pero siempre bella en el fondo— escapa a los métodos regulados de cualquier formador de infantiles y cadetes” . Traducción: LO MISMO QUE HACÍA TU PADRE EN SU PUEBLO DE LA MESETA CUANDO TENÍA 15 AÑOS, PERO EH. QUE ES GEORGE BEST.

Metemos todo esto en una coctelera y una serie de preguntas me vienen a la mente: ¿acaso la vida de George Best, ya desde el morbo que genera el haber nacido en una sociedad polarizada como la norirlandesa no está llena de amarillismo hasta el final? ¿Acaso George Best no renunció a ser el mejor muy pronto? Entonces, si los elementos por los que básicamente lo convertimos –a mi juicio de un modo algo inmerecido- en un ‘genio’ y en una ‘leyenda’ (alcohol, fiestas, etc, porque convendremos que el fútbol quedó en un segundo plano muchísimo tiempo atrás), son también constantes en la vida de personas como… Carmina Ordóñez, ¿por qué George Best puede salir en Jot Down (definitivamente salió MUCHÍSIMO en The Sun) y ella no?

Primero, comparemos muy sucintamente ambas biografías:

GB: Nace en Belfast en el seno de una familia protestante. A los 17 años es fichado por el ManU. Gana dos ligas, una copa de Europa y un Balón de Oro. Se casa dos veces, tiene un hijo. A los 28 años aproximadamente empieza a arrastrarse por patatales varios de los Estates, Escocia y la Tercera División inglesa. Se folla a miles de tías rubias y se vuelve alcohólico. Su mujer lo denuncia en televisión por malos tratos. Llega a vender su propio Balón de Oro por 255.000 euros. Muere por una infección pulmonar y termina siendo leyenda: uno de los aeropuertos de Belfast lleva su nombre, también un avión e incluso el Banco del Ulster hace una serie de billetes de 5 libras con su cara. Su funeral es multitudinario. Fin.

CO: Nace en Sevilla en el seno de una familia acomodada y vinculada al mundo del toro. De pequeña asiste al Liceo Francés. Se casa tres veces con un torero –se marcha del hogar familiar con 17 años, igualito que vosotros, vamos-, un músico –con el que vive una larga temporada en Marruecos- y un bailaor –que la maltrata-. Tiene tres hijos. Muy devota, no se pierde ni un año la romería del Rocío. Batalla con Isabel Pantoja por la herencia de Paquirri. Es adicta a las benzodiacepinas, algo que cuenta con frecuencia en televisión. Coquetea con la cocaína. Sus hijos intentan desesperadamente que supere sus adicciones. Cuando parece ir encauzando su vida, muere “por una caída en la bañera”. Fin

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¿Es esta foto muy distinta a la de arriba? Yo diría que no.

Con una biografía llena de sombras más o menos similares en lo que a vida disoluta y amoríos se refiere, mi hipótesis es que la vida de Carmen Ordóñez se ridiculiza mientras que la de Best se engrandece por dos razones muy simples: ella es española, y para más inri, mujer. Las debilidades son convertidas en los relatos que hombres hacen de otros hombres en fortalezas –probablemente para excusar algunos pecadillos propios del género-, mientras que las mujeres que no son muy distintas de esos primeros hombres (vamos, que son unas vividoras) son sistemáticamente criticadas.

La justificación de las juergas, el alcohol, las drogas y las mujeres en un hombre, y más si es un “profesional” del deporte, siempre va envuelta en un halo de misticismo, de heroicidad y de inconformismo, de desafío a no sé qué cojones de poderes establecidos. Como si comprar whisky o prostitutas fuese muy antisistema. Nunca encontraremos esto cuando se hable de una mujer a no ser que se dedique a profesiones muy determinadas como la música o el cine. Otra cosa que une a ambos personajes es el desafío a lo que inicialmente podía ser considerado un escaso poder de maniobra. Tu posición en la Belfast bipolar está determinada desde el nacimiento. Lo mismo que lo está el de una mujer hija y esposa de toreros (de la que, recordemos, lo último que se espera en los 70 es que se divorcie. Eso sí es desafiar estructuras). Ambos lucharon contra este determinismo.  En el caso de Best, esto es frecuentemente alabado y tenido en cuenta. En el de Ordóñez poco importa. Un intelectual siempre mitificará el entorno opresor de Belfast, como si Rentería en los 80 jamás hubiera existido. Porque claro, Rentería está –de momento- en España. Y España es una mierda.

En fin, si Carmina Ordóñez se hubiera ido a vivir a Marruecos no por amor, sino después de haber grabado un disco y se hubiera empapizado de drogas en el Primavera Sound en vez de en El Rocío, y si nos hubiera contado todo eso en el puto Rockdelux en vez de en Lecturas, sería poco menos que una rebelde. A lo mejor los tineiyers tremendamente hostiables de los 90 a los que les gustaba Nirvana hasta tendrían un póster de ella en la pared de su habitación. Pero no, claro. Ella era una juerguista como Best, pero en un entorno español-caspa, nacida además en una familia privilegiada. Y mujer. Eso el público, y los hombres en particular –sí, los mismos hombres que luego todos vemos leyendo el Pronto en la playa-, no lo perdonan, lo consideran menor. Si hubiera sido Freddy Mercury el que se hubiera lavado los pies con Coca-Cola tengan clarísimo que ‘la chispa de la vida’ habría sacado una edición limitada de tan magnánimo momento.

Quizá el grado de admiración que pueden suscitar por igual ambos personajes –insisto en ese ‘por igual’-, resida en que 1) No se dedicaron a ser alguien que no eran 2) No fueron exactamente lo que se esperaba de ellos 3) Siempre tuvieron como prioridad ser felices, aunque fuera durante unos instantes, e incluso cuando eso resultara en el mayor de los desórdenes y 4) Hicieron lo que les dio la gana. Cosa que no todos se atreven a hacer.

Podéis hacerlo todo lo sofisticado que queráis, pero Best, de seguir vivo, podría haber terminado siendo un Jimmy Giménez Arnau de la vida comentando algún reality en Channel 4. Pero sí, es abyecta esa mitificación de la banalidad cuando ésta viene del lado del hombre mientras que cuando las ligerezas se dan en el lado femenino suscitan el más absoluto desprecio. Suerte –para vosotros- que Best muriera y os sirviera como justificación –baratísima- de vuestras ínfulas literarias. Él ya aconsejó en el lecho de muerte: “No seáis como yo”.

Carmen Ordóñez pasará a la historia como una mujer, española, rociera, machista y yonki. Best, como hombre y extranjero, tendrá el privilegio de que una Copa de Europa borre todo su debe y de que su alcoholismo sea ‘sólo’ una enfermedad, un accidente.

PD: Mongorreplies recordándonos ‘la finta’ are welcome.

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MI 2008 (y II)

Cada vez que una profesora sale de su escuela en París a pegar carteles con la imagen de Ségolène, Francia entera se ilumina.

 

No es @cuentadefamoso. Es José Luis Rodríguez Zapatero en el mitin del PSF en Toulouse en el cierre de la campaña electoral para la primera ronda de las Elecciones presidenciales de Francia, apoyando a Ségolène Royal. 19 de abril de 2007.

AD: mi compañero de blog aconseja leer esta entrada mientras escuchan Zapatillas de El Canto del Loco. Mientras la leen sabrán por qué. Y no es sólo para trasladarles al ambiente de la época.

Si tengo que dividir mi vida en cuartos, 2008 fue el mejor año del último cuarto sin lugar a dudas. Todo iba razonablemente bien, muy bien incluso. Me había cambiado de ciudad a una con mucho más sol, tenía el trabajo que siempre había querido en la sección que más me gustaba. Tenía un sueldo #mejorquelamedia e incluso ligaba. Todo esto después de un 2007 que tanto Lorena como yo denominamos ‘año en Blanco’ (en su caso era literal, trabajaba en una tienda de moda Blanco). Todo era bueno. Menos la Real en Segunda todo era bueno. Hacienda nos devolvía 400 euros y compañeros de trabajo se habían decidido a tener hijos animados por el cheque bebé: tan democrático que te daba el mismo dinero a ti que a la hija de Emilio Botín. Poder pa’l pueblo.

En fin, todo era tan perfecto que daba mucho miedo. Y ese miedo no era irracional. Ese estado de perfección personal y nacional iba a durar muy poquito.

Pero en realidad toda esta catarsis de la España alegre (me encanta este vídeo porque es todo un oxímoron hablar de alegría cuando canta en él un bajonas como Fran Perea) había empezado mucho antes. Puede que fuera en 2000, en los primeros segundos de aquí, cuando nos preguntábamos quién era este pringao y combinábamos el visionado de sus primeras comparecencias (ya saben, el consabido «no estamos tan mal, todavía conservamos muchos ayuntamientos», del 35 Congreso del PSOE), con la llegada a nuestras pantallas del primer Gran Hermano. Siguió probablemente aquí, cuando el 80% de los universitarios españoles querían ir a Galicia en un Alsa y cuando Majo y yo íbamos a las manis contra la intervención en Iraq con pancartas que decían ‘Manifestémonos contra el bigote que nos gobierna’. Voté por Zapatero con mi pegatina de No a la Guerra y no me ruboricé ni un poco cuando apunté que al día siguiente de ser elegido ZP (todos sabemos ya que es un champú) hacía sol. Y eso era muy raro en Pamplona. En los bares mis amigas y yo pedíamos chupitos de talante. De talante y diálogo.

Nos daba igual que las casas valieran mucho, en el fondo nos encantaba. Y los donostiarras adorábamos vivir en la ciudad más cara de España, porque claro, era en la que mejor se vivía. No nos importaba mucho lo que el Gobierno hablara o dejase de hablar con Europa. Cuando nos llegó el ejemplar de la Constitución Europea a casa lo tiramos al cubo de la basura. Era mejor comentar si Bambi debía retocarse las cejas o no. Nuestras madres, confiadas en nuestro éxito para el que tantos sacrificios habían hecho, avalaban nuestros pisos buscados con las Kelifinder (hola, María Antonia), sin poner un pero. ZP nos había dicho que no nos iba a fallar y que el poder no le cambiaría (de verdad, este vídeo es especialmente sonrojante, sobre todo cuando dice lo de la potencia mundial) ¿Qué podía ir mal?

Adoro remirar la mierda de campañas que podían hacerse cuando no sabíamos lo que era una subprime. Anuncios en los que no se sabía si se hablaba de ZP o de Mourinho (¡este tío me ha devuelto la ilusión!). Teníamos todo el tiempo del mundo (y el dinero de mentirijillas) para ser paritarios y discutir por esas señoras con traje en la portada de Vogue (enfrentamientos épicos entre la que escribe esto y las ‘jóvenes de la perla’ en FCOM a cuenta de Truji y compañía). No se votaba simplemente, se votaba MUY FUERTE Y además todavía todos los políticos no eran iguales. Y el problema con la oposición no era político, sino que eran unos cenizos. Podíamos enzarzarnos horas echándole la culpa a gente de nuestra edad de lo que sus tatarabuelos habían hecho en el 37. Era una crispación un poco de mentira, fruto de esa necesidad imperiosa del español de repartir muchas culpas y de gritar muy fuerte y de odiar un poquito, pero sin que llegue la sangre al río.

Ahora estoy escribiendo esto en la casa de mis padres y sin un trabajo al que ir por la mañana, pero no me arrepiento de nada. Porque creía en lo que hacía. Vale que un nazi argumentaría lo mismo, pero salvo algún señor de Intereconomía creo que podemos convenir en que yo no hice tantísimo mal.

Termino este post y recuerdo con nostalgia ese par de días muy 2008 que tuvimos la semana pasada con el matrimonio gay y la reelección de Obama me doy cuenta de que Zapatero inauguró la política del sentimiento que ahora otros abrazan y que nos gustaba –y hay a quien le sigue gustando– porque era facilita de entender, parecía muy grande, parecía de muy buenas personas, parecía una canción de Amaia Montero… Ay, ojalá alguien nos hubiera puesto enfrente un presupuesto cuando acabábamos de entrar en la veintena. Bueno, mejor no. Mejor haber sido así de felices.

 

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Mi 2008 (I)

Yo estuve en Marzo de 2008 en la sede de Ferraz del PSOE celebrando la victoria electoral del Partido Socialista. Si, estuve. Estuve gritando “La niña de Rajoy es Socialista” y gritando como un poseso “Fran Perea hazme un hijo” cuando salieron los de “Defender la Alegría” al escenario. También me emborraché tomando unos vinos antes y celebrando con mis amigos lo que creíamos, de verdad lo creíamos (ingenuidad de juventud) que vivíamos un paso a más a ser un país de los que envidia el resto del mundo. Con nuestra estúpida ingenuidad creimos pertenecer a un país que el planeta entero envidiaba; que los habitantes de otros países menos tocados por la diosa Fortuna/Burbuja amenazaran con venir a compartir nuestro Spanish Dream tal como nosotros ahora parece que queremos vivir cualquier “dream” salvo el español, tornado sospechosamente en algo más parecido a una pesadilla.

En fin, ese año yo era feliz, de hecho coincidió con una etapa de mi vida en la que económicamente me fue muy bien, vivía en Madrid solo, era mi segundo año de carrera y estábamos todos los amigos juntos. Tenía tarjeta de crédito, me iba cada mes a una ciudad de Europa distinta, me fui en verano a la India. Bueno qué os voy a contar, creo que nunca en España hemos sido más felices que en aquellos 2007-2008.

Y en fin, no me arrepiento para nada de haber participado en ese éxtasis colectivo. Lo pienso ahora y digo que ingenuo fui, pero jamás jamás renegaré de esos años, de las ilusiones perdidas, y jamás, jamás, aunque me ría, me ría de todo, seré una persona de esas que arrepintiéndose de las cosas en las que creyeron son ahora los predicadores de una especie de religión que solucionará de un plumazo todos los problemas del país. De hecho esa historia me suena ya.

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Privilegio

El pasado ha pasado y por él nada hay que hacer,  el presente es un fracaso y el futuro no se ve. La mentira es la que manda, la que causa sensación, la verdad es aburrida, puta frustración.

Eskorbuto, Cerebros Destruidos

Queríais un trabajo que os permitiera viajar. Lloráis porque tenéis un trabajo que os obliga a hacerlo.

Llevaba ya tiempo queriendo hacer una réplica a este post, y en general, a tanto reportaje destroyer que se permite hablar en términos, económicos o éticos, de LA JUVENTUD. (Messi Dios nos libre de escribir el nombre de la generación más preparada de la historia en caja baja) . En mayo todos sabemos de Eurovisión. Ahora todos sabemos de LA JUVENTUD. Ignacio Escolar sabe de todo todos los días.

Lo que realmente molesta a una es toda esa caterva de mensajes contradictorios. Y no ya de nuestros mayores, que, personalmente me generan bastante más respeto. No. Me molesta cuando vienen de nosotros mismos. O sea, hay una especie de solidaridad intrageneracional porque MI AMIGO SE HA TENIDO QUE IR A LONDRES CON UNA MALETA DE CARTÓN Y UN SOBRE DE JAMÓN SERRANO. Pobrecito, que va a ganar dos mil libras esterlinas al mes pero tiene que aguantar que esté todo el día lloviendo. Hablando un poquito más en serio: sólo nos gustan las cosas cuando son optativas. Cuando las opciones se restringen, ‘la generación mejor preparada de la historia’ ™ se ahoga en un vaso de agua y denuncia su situación en reportajes de El País bajo el excitante cintillo de ‘Pre-parados’. WOW. Irte a Londres de puente, guay. Irte a Londres porque no queda más remedio, exilio. Claro.

Sin embargo, con el diferente se es absolutamente cruel. Con el diferente que posiblemente no pueda -¡o no quiera, por qué iba a querer irse todo el mundo!- irse. A esos científicos en bata exiliados a los que no les dejan salvar España les falta tiempo para poner etiquetas (bakalas, chonis, unineuronales…) a los que no son de su cuerda. Queridos: si salimos de ésta será por los que se queden, no por los que os vais.  Así que la solidaridad intrageneracional se quiebra en cuanto hay una mínima –o no tan mínima, porque tiene que haber de todo-  diferencia de cualificación. Por un papel que, queda demostrado, cada vez sirve para menos. Al final, en la vida suele servir lo que haces, no lo que dices que haces. Pero en general, habría que ver cuántos días ha cotizado el mazao del gimnasio o la cinturón marrón de karate -que, quién sabe, a lo mejor son constantes de un modo distinto al vuestro- y cuántos nuestro brillante… no sé… químico. El académico puro al que le echan del país parece no quererse dar cuenta de que ambas facetas son perfectamente compatibles. De repente tenemos una caterva de perfectos que nunca se han emborrachado. Acojonante. Mientras que los extranjeros vienen aquí para poder hacer eso.

¿Y qué demonios? Los-tontos-que-no-se-sacaron-el-graduado-y-dejaron-de-estudiar-para-meterse-en-la-obra-y-comprarse-un-buga-tó-wapo trabajaban ya con 17 años. Quiero decir: a ti te pagaron la universidad. Vale, puede que tú les estés pagando ahora el paro y el paro de otros universitarios que están en paro a la vez, pringao. Y eso si el que está en el paro no eres tú. Pero oye, quid pro quo y a cada cual según sus necesidades y de cada cual según su capacidad y todo eso, ¿no? Para ser tontos, es posible que hayan contribuido al país más de lo que tú lo vayas a hacer, porque te marchas.

Y me parece perfecto que lo hagas, porque esto de las soluciones colectivas es una mariconada. Es de un cinismo total sacar ahora comunicados de que ‘hay que salvar no sé qué porque somos necesarios’. No sé, apelar al colectivo cuando lo que se escogió en su día fue una salida individual –que es lo lógico, porque tú eliges tu profesión y digo yo que también tendrás que apechugar con las consecuencias cuando las cosas se pongan un poco putas- es un poquito insultante. No, tú lo que querías era trabajar de lo que te gustaba, no salvar el mundo.

A mí mi generación no me parece extraordinaria, más bien al revés. Y no porque tengamos veinteañeros metidos en Mujeres, Hombres y Viceversa (otra característica de nuestros queridos bocachanclas, tomarse MUY EN SERIO programas que son puro ocio, creerse que si no han renovado tu puta beca es ¡PORQUE HAY TRONISTAS! Por dios…) Ninguna generación como esta se ha arriesgado tan poco. Ninguna generación como esta llama ‘derechos’ a tener ‘seguridades’, ni se ha molestado nada y menos en montar cosas fuera de los cauces aburridos e institucionalizados. Ninguna generación como esta encuentra un mínimo obstáculo y se le viene el mundo encima en vez de ver la oportunidad para hacer cosas que siempre quiso hacer y no pudo. Yo no veo muchos jóvenes mendigando por la calle, y a lo mejor tienes que darle las gracias, otra vez, a tu madre. Somos el típico coñazo que se quejaría, en épocas de bonanza, de tener un trabajo rutinario de nueve a cinco, y que ahora que no lo tiene lo añora. En fin, mucho Ryanair y mucha hostia, pero todos españoles.

Tenemos menos épica que un Holanda-Uruguay. Aunque con esos mimbres se pueda llegar a la semifinal de un Mundial, es mejor no hacerlo así.

Hemos hecho buena a la generación que murió por el jaco y buena a la generación de la ruta del bakalao. Ambas tenían infinitamente menos opciones que nosotros, y sin embargo, a su manera, supieron construir su mundo. Sobre todo, veían la vida como una aventura, como la posibilidad de hacer algo distinto, de agudizar el ingenio, de ir tirando de un modo no demasiado planificado y totalmente entrañable. Montaron algo propio y no les importó si se podía o no. Por eso ellos hacían buena música y nosotros hacemos una mierda pinchada en un palo. Yo sólo oigo en los medios de comunicación a veinteañeros, viejos prematuros, supuestamente con más capacitación intelectual que aquéllos –porque emocional, tengo mis dudas-, poniendo el sistema que les permitió estudiar hasta casi la treintena a parir y creyéndose la rehostia porque van a una plaza con cuatro pancartas. No deberíamos pasar a la historia. No nos lo merecemos.

Os creísteis mejores que vuestros padres. Y claro… Las facilidades acaban explotando en la cara. Mucho más fondo va a haber que tocar para que de una vez valgamos la pena.

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Lo de Lehman Brothers fue cosa mía

Se trata, como siempre, de resistir hasta que podamos exponer esta penuria en la peana del recuerdo y transformarlo en deseo, por extraño que ahora nos parezca. Entonces nos habremos salvado, aunque muchos estaremos criando malvas.

Félix de Azúa. El País, 19 de agosto de 2012

Yo también lo hice en 2007: viví por encima de mis posibilidades. Me compré un rizador de pestañas eléctrico que se me salía de presupuesto. Y bueno, luego cayó Lehman Brothers y todo eso –sí, hubo causalidad- y me sentí fatal. Al menos pude tirarlo a la basura y esconder la culpa. Bah, la verdad es que lo tiré porque era una puta mierda -¿quién nos defiende de los productos que no cumplen lo que prometen, y no me refiero a los anticelulíticos? Porque, joder, el factor ‘pestaña’ no creo que difiera muchísimo entre unas y otras personas en lo tocante al resultado de un rizador-. Y ahora estamos metidos en el marrón en el que estamos metidos. Por mi puto rizador.

Pero mis favoritos de esta crisis son la sección de gente que no es necesariamente millonaria pero que ve lo de pasarlas putas muy lejos. ¿Que se suicida un tío? Pues nada, algo habrá hecho.  Habrá leído alguna cláusula mal. Es que a mí, como mi cuñado me hace la declaración de la renta y leo la prensa salmón y además me diplomé en Empresariales, nunca me va a pasar nada. La que está cayendo le está cayendo a los que ‘han vivido por encima de sus posibilidades’ o ‘no han asumido las consecuencias de sus actos’ ™. Y ya está. Ya estamos tranquilos. Luego también está la sección de tiesos que están tiesos porque son unos vagos. Veremos cuando la tiesa sea tu madre con su pensión de mierda, hombre hecho a ti mismo. Aunque fue la que te pagó la carrera y todo eso. O sea, que para cuando empezaste a hacerte a ti mismo igual tenías 24. Pero me parece bien que haya gente que aspire a ser como los 25 de este artículo. Pensarte ganador siempre y tal. Verlo es el inicio de serlo. Ahora, cuando no sea así, no quiero lloros.

Al final la sensación que tiene una es que aunque lo hagas ‘todo bien’, hay demasiados factores a controlar. Si eres de esos cracks que piensan que todavía puedes con ellos: enhorabuena. Espero que a tu jefe no deje de pagarle un proveedor y eso en última instancia te haga quedarte en la calle. Y no en la calle porque no podías pagar la letra de la hipoteca, porque tú eras listo y te fuiste de alquiler -ahora todo lo soluciona irse de alquiler. Para que tú alquiles tendrá que haber algún propietario, ¿no?-  Con dos hijos. Porque igual no te podías permitir dos hijos, ¿eh, capullo? Esta sociedad ultrapensada me da asco y miedo a la vez. Me plantearía primero por qué un tío con una buena formación gana una puta mierda, antes de por qué tiene dos hijos. No un Ferrari. Dos hijos.

Pero claro, luego está la sección ventajista. La que aprovecha para escribir columnas dominicales por encargo de mala manera (Nachete, no entiendo a dónde quieres ir con esto, ponte el chándal) y decir que, si hay responsables, ellos lo son un poquito menos. Me pongo un avatar de luto por los deshaucios en Twitter y asunto arreglado. Ya nos enseñó Gaspi que con ‘estar cerca de’ los que sufren/los mineros/Palestina, etc, ya tenías el carnet de bueno, de no-responsable. Que luego puedes llevar el mismo tren de vida de un pez gordo, pero con que la forma, ergo, tus palabras, suenen bien, el marrón te lo quitas de encima.

Y no se equivoquen, que yo soy la primera que disfruta un poquito cuando pasan cosas como ésta. No tanto cuando pasa esto. Aunque de estas crisis están saliendo buenas historias. De las que sólo podemos disfrutar los que nos estamos librando. Por un lado, los que dicen que todo hay que controlarlo en nombre de la responsabilidad. Por el otro, los que dicen que no hay éxito sin riesgo. Ambos calentándote la cabeza.

Yo me estoy librando bastante de todo lo que está pasando. O CREO que me estoy librando. O igual era sólo que mis expectativas eran bajas y de perdedora y por eso nunca voy a ser de los 25 del artículo de ahí arriba. Es más: esta crisis ha sido mi billete para que no se me pusiera el culo fofo dentro de una redacción hasta el día del juicio y para hacer cosas cuyo tiempo consideraba pasado. Me gusta llamarlo ‘descumplir etapas’, que a lo mejor no es demasiado responsable tampoco, ¿eh?. Lo que me parece raro es que la gente nunca tuviera un plan B, una idea por si toda su vida salía un poco torcida. O ni siquiera eso, sino un deseo B. No sé, siempre he asumido que las 24 horas del día no dan de sí para hacer todo lo que te gustaría –que no necesariamente cuesta dinero-, y siempre que no estés extremadamente jodido hay un margen para la experimentación. Pero claro, yo TODAVÍA puedo decir esto. Porque me estoy librando. Y seguramente cada vez nos vayamos a ir librando menos. Y si vives en el 2ºC y la vecina del 2º A empieza a pasarlas putas, yo me pensaría las bravuconadas que suelto, de que a lo mejor estos cabrones se merecen lo que están pasando.  Y sí, he cumplido mi parte del contrato social, y he ido a la universidad y he hecho un posgrado y he estado trabajando y también he disfrutado y he incurrido en excesos como comprarme rizadores de pestañas. Y hay gente que ha hecho exactamente lo mismo y no se está librando.

No hablo de premiar a los ¿irresponsables?, hablo de no penalizarlos tan duramente que se vean con la soga al cuello.  Igual que no me parece muy justo que una entidad sea ‘tan grande que no pueda caer’ -les estás diciendo que crezcan lo suficiente para ser eximidos de responsabilidades, y ya está, entonces pueden ser todo lo irresponsables que les salga de la punta del cipote-. Y voy a otra cosa: a lo mejor gente a la que hemos llamado irresponsable con mucho amor, no tienen tanta cara de serlo. Qué digo cara: capacidad siquiera. Joder. Un vaso de leche. Tu puta BlackBerry. Ni punto de comparación.

No entiendo como hubo gente que se confió tanto cuando a este país le hemos visto las costuras todos los días de nuestra vida. Pero a veces es difícil salir de lo que a uno le rodea. ¿Es eso irresponsabilidad?

Lo que me genera la contradicción más amarga es el hecho de que para que una crisis sea catártica al modo que enuncia Einstein tiene que arrasar con casi todo. Y yo sí quiero que se lleve a gente por delante. Pero probablemente no sea la misma gente a la que se está llevando. No es tan malo que nos toque a la mayoría. El problema es que hay una minoría cada vez más grande que, inerme ante lo que ha hecho esa mayoría –vivimos en una sociedad, no en una economía-, se va a hundir sin remedio. Tu beca. Vale. Pero un vaso de leche.

PD: Mi próxima adquisición por encima de mis posibilidades va a ser un corrector antimanchas caro. Yo de vosotros iría sacando el dinero de las cartillas.

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Luis en el Pharmax

Por lo que es más conocido el barrio en el que vivo en Lima es por una tienda 24 horas llamada Pharmax. Pero esa tienda no está en este barrio por casualidad, si no que si mi barrio no fuera como es no existiría esa tienda aquí. Todo el mundo sabe cómo eres cuando respondes a la pregunta típica en Lima: “-¿Por dónde vives? – Por el Pharmax”. Acto seguido a la respuesta a esa pregunta se desencadena un proceso mental en el interlocutor que lleva a quedar etiquetado como blanco, San Isidrino (equivalente andino a habitante del barrio Salamanca), estudiante de Administración en una Universidad del Consorcio Privado, elitista, racista, hueco (tonto), con casa en Mayami y en Asia (el Sotogrande local), además de miembro de alguno de esos estúpidos clubs limeños en lo que lo importante es que los demás SEPAN que tu perteneces a ese club, no la pertenencia en sí misma.

Supongo que después de esto os podéis imaginar qué tipo de tienda es el Pharmax, y si no os lo explico: es una tienda 24h en las que si te surje la imperiosa necesidad de armar una cesta de Navidad con jamón ibérico, té de Siam, un Chanel Nº5, mientras comes unos “huevos fritos en aceite andaluz al ajónjoli con cobertura de emulsión de salsa de soja camboyana” puedes. Vamos, lo que viene siendo la necesidad vital de casi todos los habitantes de este mi querido-odiado país de adopción en el que aún hay un 15 por ciento de pobreza extrema (no la pobreza definida en términos extensivos de diputados-jóvenes-tuiteros si no de esa en la que ves a un niño esnifando pegamento a las puertas de una chabola de cartón a 2 km de tu casa en tu calle llena de tulipanes de todos los colores). Vamos de esa pobreza que uno de estos todólogos no conocen ni en pintura, no vaya a ser que se manchen las Converse. Aquí hago un apunte: mi estimada compañera de blog dijo sentirse “mucho más tranquila sabiendo que a las 4 de la mañana puedes adquirir un cartucho de tinta”. Por cierto que cuando entro a esta tienda siempre pienso en mis queridos politikones y su pretendido paraíso de horarios comerciales desregulados…

Vamos que este es mi barrio, y os podéis imaginar la fauna limeña que lo puebla, de la que yo soy parte, un individuo más en esta ciudad de 12 millones de habitantes, de rascacielos en medio de chabolas, de las mil razas y mil matices, la de los complejos de inferioridad, la del amor-odio a España, la de los cupcakes y la de los tamales conviviendo en la misma calle.

Y en realidad no sé muy bien cómo he llegado aquí, a vivir entre la alta sociedad limeña renegando de ella, pero siendo partícipe de sus costumbres, de su hipocresía, de su “vámonos a Mayami” y etc. Es un poco irónico para mi leer en algunos blogs toda esta interpretación suya de la realidad racionalmente, de la actuación racional de los seres humanos y en fin, toda esta moda de ahora. Pues no sé, quizá es que la comprensión analítica de mi vida se me escapa, pero os aseguro que mi vida es todo menos racional, que no he vivido en 6 lugares en 7 años de manera racional. Que si fuera racional no hubiera elegido Perú sino London School of Economics como tuve la oportunidad. Pero bueno, ¿y qué? No soy del todo feliz eso es cierto, pero he visto cosas con 24 años y vivido algunas experiencias que el 99 por ciento de la gente que me rodea no va a vivir ni con 99. Y vamos, eso es lo que cuenta.

Quizá por eso me gusta venir a escribir al Pharmax y comprar en el Pharmax, porque representa tan bien todo lo contrario a mí y a la vez todo lo que me define, que a veces me paro y me pregunto: ¿Cómo coño ha acabado un X de Cabezón de la Sal, Cantabria, comprando un Bvlgari Aqva a las 4:53 am de la mañana en un Pharmax de Avenida Salaverry, Lima, Perú?

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Indulgencia

ImageLos domingos son una mierda y cuanto más duran, más mierdas son. No se puede hacer nada más que hablar del fin de semana y sentir cómo te acechan el miedo y la depresión hasta que llega el lunes por la mañana.

Irvine Welsh, Cola

No podía seguir siendo indulgente ni un día más.

Porque al principio estaba bien. Estaba bien dejar el trabajo. Marcharte lejos y empezar a hacer cosas que antes no tenías tiempo de hacer. Y sí, sólo fue empezar, porque seguir, no seguí. Nunca termino nada. Estaba en un sitio físicamente, pero la cabeza no. La cabeza ya estaba en el siguiente sitio.

Pero luego ya no molaba, porque luego ya te ponías a pensar mucho, encima de un modo que no predisponía a la acción, sino que te paralizaba. Yo dudo demasiado de que tener más opciones sea indispensable para elegir lo mejor. Piensen en Primark, sobre todo si como yo, ya se agobian a los cuatro metros de atravesar la puerta, con toda esa montaña de ropa ahí. Pues trasladen eso a darle vueltas a ‘lo que potencialmente podrías hacer a partir de ahora’. Mix and match.

Así que me he plantado en los 28 y me he dado cuenta de que no tenía nada. Porque no había hecho nada o casi nada deseable. De hecho, si alguna vez tengo que contarles a mis hijos qué ha pasado en estos últimos tres años prácticamente no voy a saber qué decir. Pero hete aquí, pensé que podía tener algo. No sé. Un blog o así.

Pero no me hacía mucha gracia, y volvemos a la mentalidad-agobio-en-Primark. Y me da igual que los tarambanas gurús digan que ahora es EL TIEMPO DE LOS BLOGS. Yo tengo mis reservas ante el hecho de que un soplapollas cualquiera, incluida yo, deje sus opiniones y sus cosas registradas en el mundillo virtual. Pues no lo hagas. Y tengo muchos reparos a pensar que mi opinión, dentro de una esfera social amplia, tenga demasiada importancia.

No sé, de repente nadie tiene trabajo pero a la vez todo el mundo tiene mucho que decir, y cuando no tienes nada que decir te sientes como desnudo, y te preguntas, ¿QUÉ HE HECHO YO TODO ESTE TIEMPO, QUE NO TENGO UNA OPINIÓN FORMADA SOBRE LOS ARANCELES? Seguramente estaba haciendo cosas improductivas, como enamorarme o algo por el estilo. Mi problema no es el pensamiento único. Mi problema es que hay demasiado ruido ahí afuera y demasiada gente que necesita abrir la boca como para decir ‘eh, estoy aquí’, pero sin aportarme, personalmente, nada. Mi problema también es que me contradigo demasiado, y que me llevo bien con aquellos que también lo hacen. Eso, claro, suele acabar mal.

Y antes todo esto era al revés. Porque pienso en hace cinco o siete años y sí, yo entonces tenía mucho que decir, y escribía todo eso que tenía que decir, y que consideraba que debía ser escuchado así como por TODO EL MUNDO, de modo inmaculado y a veces hasta brillante. Y tenía mis absolutos, y mi bueno/malo, y todo era fácil y divertido. Y sabía a dónde quería llegar con lo que hacía. Bueno, pues ahora ya no. Ahora me está costando horrores terminar cada uno de estos párrafos.

Pero es que se me estaba olvidando todo demasiado. No sé si nacemos con potencialidades que vamos perdiendo, o no nacemos con nada y lo que tenemos lo vamos adquiriendo. Sólo sé que no quería que se me olvidara también escribir, ni quería otro año en blanco, sin recuerdos ni fotos. Me di cuenta de que esa tendencia innata a desprenderse de cosas físicas –chaquetas, cuadernos, apuntes…-  porque el coco te dice que si te deshaces de ello liberas también peso emocional y dejas sitio para cosas nuevas, a lo mejor no tenía demasiado sentido. Que a lo mejor, y aunque me empeñe mucho, va a haber cosas que no se van a poder borrar. Quizá es porque es mejor que no se borren, porque si se borran dejas de ser tú.

Y los domingos en chandal –sí, también los de guardar– son precisamente eso: indulgencia. Igual que no se puede ser duro con uno mismo todo el rato, uno no puede tampoco andar tocándose los cojones con una cerveza en el sofá. No voy a pretender que el chandal en días festivos sea una heroicidad ante una sociedad que nos obliga a llevar camisas, no. Simplemente es el modo de parar, de olvidarse, de dejarse. De ser sólo un despojito de nosotros mismos, cosa no ya necesaria sino deseable, como toda frivolidad. Hay que descansar del mundo a veces. Olvidarte el sábado por la noche, y descansártelo el domingo, con resaca y Tiempo de Juego en la radio a ser posible.

Bienvenidos.

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