Bucle de lectura “racional”

Los científicos de RAND ensayaban uno de sus juegos principales, el “dilema del prisionero”, con las secretarias que trabajaban en RAND, ideando toda clase de situaciones en las que las mujeres podían cooperar o engañarse mutuamente. Sin embargo, en cada uno de los experimentos, las secretarias no se decantaron por la vía egoísta, sino por la cooperación. Esto no disuadió a John Nash de… seguir desarrollando guiones de juego para el gobierno basados en el miedo y el egoísmo… Nash culpó del fracaso de los experimentos a las secretarias, que para él eran sujetos débiles, incapaces de ajustarse a la simple norma fundamental de que sus estrategias debían ser egoístas.

Frank Schirrmacher. Ego. Las Trampas del juego capitalista

Ando enredada con el libro que contiene el párrafo anterior, y que precisamente no está escrito por un rojeras, dentro de un ciclo de lecturas sobre la irracionalidad de lo racional que he iniciado sin querer. Empecé con La McDonaldización de la sociedad (Saryn ya hizo una reseña aquí) y lo primero que se puede decir es que es una pena el modo en el que ya hemos empezado a tomar como sinónimos “sorpresa” y “sobresalto”. ¡Pues claro que la gente quiere un mundo sin sorpresas! Y quiere un mundo sin sorpresas porque cada par de meses ya le viene la factura de la luz, que es bastante “sorpresa” y horada tu bolsillo de manera que no es que “elijas” McDonald’s, es que tienes tan poco dinero que no puedes elegir otra cosa si te das el LUJAZO de comer fuera. Gente con cargo de conciencia por sacar veinte euros de más del cajero: that’s my shit.

mcdonY toda esa asepsia, limpieza y previsibilidad de la que se congratulan entidades como McDonald’s (el otro día estuve en un par de bares de pintxos de la Parte Vieja de los de toda la vida, el Beti Jai y el Bartolo, y se han convertido en McDonald’s de los pintxos en los que los servilleteros están integrados en el mobiliario y todo es muy blanco y diáfano y hay sietemil personas en la barra con un contrato de obra y  yo me puse MUY MUY TRISTE), trae como resultado algo que va más allá de esa  “carne de rata” a la que solemos apelar. Hay un par de consideraciones sobre “La McDonaldización de la sociedad” (el libro está escrito en 1993, pero la edición que he leído es de 1996) que me gustaría traer a colación: la primera, cómo McDonald’s desplaza una cantidad ridículamente alta de trabajo –con el consiguiente ahorro para la compañía- al consumidor final, que aún y todo tiene la percepción de que come mucho por muy poco dinero. Es posible que uno llegue a McDonald’s en coche (gastas gasolina, quizá encontrar aparcamiento), tenga que esperar una cola (las esperas no son racionales), tenga que encontrar un asiento (tarea que antes se encomendaba a los camareros), tenga que recoger luego su bandeja y tirarla en los cubos a tal efecto (ya sé que hay gente que no lo hace pero en principio se busca que sea uno quien lo haga), entre otras cosas. Ritzer lo expone así:

Aunque los seguidores de la McDonaldización pregonen su mayor eficacia, nunca nos dicen para quién es más eficaz un sistema así. La mayoría de las mejoras en eficacia benefician a los que nos imponen sistemas racionalizados. Es necesario que nos preguntemos: eficacia, ¿para quién? En la mayoría de las ocasiones nos encontraremos con que este tipo de sistemas no son eficaces para nosotros. ¿Es eficaz para nosotros pasar los productos que acabamos de adquirir por el escáner del supermercado y luego meterlos en bolsas? ¿Es eficaz para nosotros tenernos que servir la propia gasolina? ¿Es eficaz para nosotros pulsar numerosas combinaciones de números telefónicos antes de hablar, si tenemos suerte, con una voz humana? (La negrita es mía).

Aprovecho esta última mención para saludar a mi amiga Majo, que me estará leyendo, y que una vez quiso hacer una reclamación telefónica y terminó gritándole muy fuerte a la máquina “QUIERO HABLAR CON UNA PERSONA, JODER”. Esta es exactamente la actitud neoludita que defendemos en DeC. Y la defendemos porque pensamos –perdón que use el yo mayestático pero ya sabéis que si no tenemos una autoconsideración alta en el HINTERNEC, o sea, esto de hacerles ver a los demás que no pueden vivir sin nosotros; la bloguerada visionaria estamos perdidos- que la alternativa a no querer vivir rodeado de cyborgs no es necesariamente morir de paludismo. Que parece que hay que andar matizándolo todo cuando ponemos peros, c0jones ya.

La segunda consideración, también relacionada con la eficacia, va un pasito más allá y dice cómo tratan sitios como McDonald’s a sus empleados. Sobre los sistemas laborales señala lo siguiente:

La respuesta es que están muy racionalizados para aquellos que trabajan en, o cerca de, la base del sistema: el trabajador de la cadena de montaje, el cajero en McDonald’s. La racionalización es algo que quienes se encuentran en la cúpula de la organización (propietarios, directivos de más alto rango), tratan de imponer a aquellos que se encuentran en un nivel inferior. Quieren controlar a los subordinados mediante la imposición de sistemas racionalizados. No obstante, aquellos que están en, o cerca de, la base más elevada de estos sistemas juzgan la racionalización de sus actos como algo contraproducente. Quieren que sus propios actos se vean tan libres de las obligaciones racionalizadas –y también de las no racionalizadas- como sea posible. Necesitan tener libertad para poder ser creativos, pero la creatividad no la desean para los subordinados de la organización. Éstos están para seguir ciegamente lo que las normas y las estructuras del sistema racionalizado dicten. Así, el objetivo es imponer eficacia a los subordinados al tiempo que los directivos gocen de la mayor libertad creativa como sea posible. (La negrita es mía).

Ahora corresponde saludar a los asistentes de investigación. HOLI. A Lorena, que se tenía que llevar a casa un cuaderno todos los días y poner su portátil en bloqueo cuando iba a mear para que su compañero de departamento en el hospital no le copiase nada. Pero claro, luego los navajeos son solo propios de los programas de marujas y tal.

La cosa es que la peña se las prometía muy felices pensando que estos sistemas solo eran propios de esos empleos mal llamados “sin cualificación”, pero como somos arrieros, resulta que nos hemos encontrado en el camino y la cosa ya se ha ido extendiendo hacia esos ámbitos a los que como se les presupone un cariz creativo parecía que esto no iba a llegar nunca. Y como ha llegado, ahora hay un montón de artículos en prensa sobre LOS ROBOCS y el acojone ante una posible prescindibilidad que antaño a estos señores les parecía MUY BIEN que les pasara a los mineros, trabajadores de astilleros, etc, porque HABER ESTUDIAO. ¡Ay, si solo fuera cuestión de eso! Efectivamente, Ritzer ya vislumbraba en el año 93 esa cosa que tanto nos engorila en DeC: el mundo de WIIIIIINNERS Y LOOOOOSERS. Y sí señores, lo que constatamos es que para que un señor o señora sean muy creativos/meritorios/dignos de admiración/whatever, y tengan tiempo para escribir en El País, tiene que haber un regimiento de becarios currando +60 horas semanales , asistentes de investigación soldados silenciosos detrás que haga el trabajo sucio PEROTODOELLO haciendo ver que existen pequeñas vías por las que se puede salir si se es lo suficientemente privilegiado bueno y se tienen las cartas de recomendación de la gente correcta. ¿Es o no la misma función que cumple la religión, pero con DIOSES HECHOS CARNE, DIOHMÍO? También nos viene bien recordar qué clase de entidades afirmaban lo de que el trabajo nos haría libres o, aún mejor, que se puede lograr la santidad mediante el trabajo (porque la legalidad terrena es un obstáculo incluso ofensivo, nimio, para lograr la hazaña de la santificación, claro).

Pero volvamos un segundo al modo en el que se desplaza una cantidad infame de trabajo a otras esferas. Pensemos en la cantidad de trabajo que se ha ido desplazando al ciudadano en estos últimos años: tener el ordenador siempre encendido para aprobar borradores de renta, pedir cita en el médico, estar constantemente disponible para la empresa vía mail en el móvil -poder prescindir de ello es patrimonio de las altas esferas de la IT y sus vástagos, no del pobre becario analista, lo cual nos anuncia que el juego ganadores-perdedores a lo mejor no depende tanto del sector en el que se trabaje, sino de qué papel se juegue en ese sector- . No digamos ya en el caso de los parados, que tienen que mantener chorrocientos perfiles en Internet (yo me pregunto muchas veces QUÉ COJONES hacen los empleados de las ETTs que aún mantienen sedes físicas si cada vez que vas allí te dicen que si te interesa una oferta en concreto subas el CV a su web y todo se gestiona desde ahí). Y todo eso, decimos, es más eficiente y rápido que si lo hacemos en persona, y nos deja más tiempo libre para… ¿nuestra familia? ¿Nuestros amigos? En general, no. Nos deja más tiempo para estar todo el puto día sin salir de casa o del trabajo y seguir usando el ordenador para hacer otro tipo de cosas que presuponemos, son ‘ocio’, y que quedan convenientemente registradas para que luego nos salga publicidad en la parte derecha del FB (se me ocurrió buscar la chaqueta que llevaban los jugadores del Bayern de Múnich el otro día contra el Madrid y me lleva saliendo el anuncio no solo en FB, sino en cada jodida página de Internet que abro casi dos semanas). Luego que si vista cansada, colesterol, el culo gordo y su puta madre y cincuenta euros al mes que no tienes porque no trabajas para la mensualidad del gimnasio. La “racionalidad” de las máquinas. Y no la critiques porque si viviéramos un mundo en el que predominara el emotivismo y lo pasional ahora igual estarías ardiendo en un edificio en Odessa. Y de emotividad y pasionalidad habla el siguiente libro.

Qué bonito era cuando todavía el interés aplacaba la pasión en vez de exacerbarla

Ya había mencionado un pasajito de Las pasiones y los intereses. Argumentos políticos en favor del capitalismo previos a su triunfo aquí. La edición que he leído yo es de 1977, pero Capitan Swing (parece que me pagan, pero en realidad hace unas reediciones de cositas que son una joya) ha reeditado este año. Es un libro corto y fácil de leer si no eres un experto en la materia, que no se embarra mucho, va al grano y hace un recorrido histórico que tiene bastante lógica y que todavía hoy –más que en otras épocas- está plenamente vigente.

El autor parte de la idea de que en algún momento (quizá no muy concreto, quizá acumulado a lo largo de un tiempo) debió de producirse un giro que justificara el capitalismo en ciernes, y hace un buen viaje en el que menciona desde Montesquieu, pasando por Weber –sorprendido por cómo algo como el comercio pasó a considerarse algo honorable en algún momento-, Marx –que refuta la idea de Montesquieu acerca de la douceur del comercio, de lo mercantil como sistema aplacador-, cómo no Adam Smith –su idea de la mano invisible que conspira de forma mágica y maravillosa en aras del bien común-, y llegando hasta nuestro muy querido Proudhon (típico autor que forma parte de mi tonteo habitual con el anarquismo que ya conocéis). La idea (COMO TODAS) tiene sentido en la teoría: resumiendo muy mucho, el comercio es una buena forma de aplacar esas pasiones indomables de los hombres que les llevan a la guerra, a matarse y etc (recordemos que la UE se basa prácticamente en esto). Además, sirve para que se deshaga esa horrorosa y anacrónica idea de gloria propia de la aristocracia y supone el derrocamiento de estos señores y el ascenso de la burguesía, nos libra de la superchería de la religión y, en fin, nos proporciona múltiples beneficios con un solo coste que EN TEORÍA tiene sentido pagar porque lo demás queda adocenado: puede incrementar la avaricia.

El viaje que nos propone Hirschman nos sumerge en el mundo de la puesta en práctica y el surgimiento de las consecuencias no buscadas y de las consecuencias buscadas pero finalmente no realizadas. Es muy chulo comprobar al final, ayudados por reflexiones de ese BAJONA de señor que era Keynes y ese otro BAJONÍSIMA de onvre que era Hayek que a lo mejor eso de que una cosa aplaca la otra igual no era tanto así, y que yendo un pasito más allá, ese interés no es solo que exacerbe quizá (SOLO QUIZÁ, JEJE) la avaricia, sino que a través de la avaricia pueden también exacerbarse otras pasiones. Incluso uno puede convertirse en un apasionado de sus “intereses”. La jodida filosofía DWYL (Do What You Love) –SI VAS A LEER UN LINK DE AQUÍ QUE SEA ÉSTE- bebe de esto, y justifica la explotación, los WIIIIIIIIIINERS Y LOOOOOOOOOOOSERS otra vez y la pobreza como especie de profecía autocumplida, entre otras lindezas.

En fin, da entre penilla y risa leer ahora al pobre Keynes decir que “es mejor que un hombre tiranice su cuenta bancaria que a sus conciudadanos”, como si no se pudiese tiranizar a los ciudadanos precisamente MEDIANTE esa cuenta bancaria, y luego a Hayek –pajote LET- señalando que legar riqueza es una manera menos dañina para la sociedad de transmitir beneficios a los propios hijos que la búsqueda activa de posiciones preeminentes para ellos a lo largo. ASÍ, COMO SI UNA COSA QUITARA LA OTRA, TÚ. Pero claro, una vez visto todo el mundo es listo.

Ego. Prisioneros del dilema del prisionero y pajilleros del Big Data

Volvemos arriba del todo. A lo de las secretarias. El recorrido que nos propone Hirscham es apetecible porque mediante la acumulación de todas esas teorías parece que hemos evolucionado hacia un retrato más preciso de cómo es el ser humano. El comercio sirve para librarnos de toda esa moralina con olor a sacristía incentivada por el combo clero+aristocracia y nos proporcionaba un retrato de un ser humano no como “debería de ser”, sino como realmente “es”. La culminación de eso es, como vemos en Ego. Las trampas del juego capitalista (Ariel), un ser humano unidimensional, egoísta, del que podemos predecirlo todo si presuponemos que actuará en todo momento de un modo egocéntrico. Y nos acercamos a la verdad de la persona superando toda clase de supercherías, religiones, demagogia, ideologías -¡qué bien, dejamos de lado el debate ideológico porque tenemos sacrosantos DATOS que salen de computadoras totalmente NEUTRALES –cuando te digan neutral, objetivo… sospecha-! Entonces ya todo bien. Bueno, no. De hecho este es el punto de partida de Schirrmacher que viene a ilustrarnos, empezando por la anécdota de las secretarias, acerca de que todo no es tan perfecto.

 egoYo llegué a la teoría de juegos ya muy mayor y me acojonó un poco. Un mucho. ¿Por qué iba yo a querer librarme de algo si puedo compartir la “culpa” con alguien, sobre todo si es alguien que aprecio? Supongo que mi tendencia innata sería, como la de la secretarias, a cooperar y repartir “culpas”, incluso sabiendo que en nuestro mundo hay más HIJOPUTAS que ceniceros, incluso corriendo el riesgo, por qué no, de ser traicionada y pagar tooodas las culpas. Cuando en un grupo de ensayo, como se ve arriba, las personas tienden a cooperar (no digamos ya si son débiles mujeres, secretarias para más inri), se las presupone ingenuas, incapaces de seguir unas reglas bien sencillas, genéticamente taradas, inútiles en definitiva. Otra cosa que me gusta mucho es lo significativo de que toda esta historia se plantee como dilema del prisionero, no como “dilema de conseguir más helado”: estamos hablando de algo serio, bitches, así que lo que tenemos que poner en juego es un valor importante, IMPORTANTÍZIMO, el valor SUPREMO sobre el que se asientan los U ESE A –que es el sitio en el que los fisiquillos se metieron en el mundillo de las finanzas y la liaron parda-: la LIBERTAAAAAAAZ. Por supuesto, la idea final consiste en que pienses que vives en un mundo realmente hostil en el que no te puedes fiar ni de tu puta madre, así que es mejor que desconfíes. El resto es perder. Vota al partido que creas que va a ganar, porque si no vas a ser un LOOOSER (otra vez, perdedor, ¿a ojos de quién?). Hazte del Madrí, que todos los años cae algo. Deshazte de cualquier ropaje moral, porque si no vas a vivir muy putapénicamente. Y entonces dices, ¿de qué cojones de libertad me habla usted, señor de Silicon Valley,  si estoy programada binariamente para o bien ser una egoísta de mierda o bien, caso de ser tan “ingenua” como para cooperar, para ser un ser genéticamente tarado? La meta (porque esto se asume acríticamente como ley natural pero tiene una finalidad muy clara) no es otra que que pienses, dado que en el mundo estás solo, que la acción colectiva no sirve para nada: además de perder, es un mecanismo que cercena tu libertad, tu potencial, etecéetecé (lo de que tienen un altavoz mediático y académico acojonante para que vivas realmente con miedo, por supuesto, se lo callan).

Luego vi que eso era más o menos algo ‘científico’, o es así como se acepta en amplias esferas de la cuñademia academia (recuerda, ponerlo en cuestión te aboca a ser poco menos que un magufo o alguien religioso o un fan de la pitonisa Lola). Pero hete aquí que en “Ego” se va un paso más allá. No es solo que esta descripción de un ser humano genuinamente egoísta sea mera descripción, es que es una PRESCRIPCIÓN. Es que POR COJONES, tienes que ser así. En palabras del propio autor.

Sin embargo, el problema es que la teoría no solo describe una actuación, sino que la impone; no es meramente descriptiva, sino también normativa. No se limita a postular egoístas, sino que los produce. La racionalidad que proclama no viene de la nada. Si no hay más remedio, fuerza  (¿libertad?) al otro jugador a ser razonable. La idea de que uno puede estar interesado en renunciar a un posible beneficio -o triunfo-, no es fruto de algún código moral, sino exclusivamente del miedo al castigo. Porque a los rasgos característicos del Número 2 (así se llama a ese nosotros egoísta), el egoísmo y la maximización del beneficio, se suma un tercero: el puro miedo. (Negritas y cosas entre paréntesis, mías).

VLUU L100, M100  / Samsung L100, M100
Extractito del libro “Alma roja, sangre azul” de Alejandro Cao de Benós (sí, el pavo de Corea la mala). ¿Nos suena de algo lo subrayado, lo de “nadie puso en duda” y “será mucho peor”? #consenso

Esto, claro, emparenta con todas esas ideas de que si no trabajas es por tu culpa, y la idea de que solo puede haber un tipo de ser humano también está detrás del “no te quejes que al menos tienes trabajo” (esto es, la actitud de un ser humano ante su trabajo tiene que ser exactamente esa –y pensar en la situación contraria, en la de no tener trabajo ha de generarnos miedo, no otra cosa-. El resto es vicio y quejiquismo y tara genética COMO MÍNIMO). Y además emparenta con ese mundo de dos velocidades: para que una parte de la población llegue al nivel cinco (autorrealización) de la pirámide de Maslow –el individuo con ese gen egoísta correctísimo-, tiene por ende que haber una buena recua situada entre los niveles dos y tres –los que tienden a cooperar, los de los genes malos, vaya-. Un mundo de gente que, libre de ataduras, busca el triunfo y de otra gente que vive con miedo y eludiendo castigos. Y en el medio, nada. Ok #Ok.

Y la prescriptividad termina en que hay muchas cosas que tú quieres, pero TÚ TODAVÍA NO LO SABES y entonces te ponemos una ventanita que te recuerda que tú no lo sabes, pero QUIERES esa chaqueta del Bayern de Múnich.

Entonces una se pregunta que si todos los seres humanos son necesariamente así, ¿para qué deberíamos estudiar más a las personas? ¿Para qué hostias existen la política, la filosofía, las humanidades o la psicología? ¿Qué análisis sesudos deberíamos hacer si los datos nos dan TODO sobre ellas? Si las personas son tan parecidas entre sí, ¿cómo es posible que haya una división tan tajante entre WIIIIIIIIIIIINERS Y LOOOOOOOOOOOOSERS? Pues porque hay unos pocos (bueno, qué coño, igual no tan pocos) seres que son (somos) defectuosos e incapaces de seguir estas reglas prescritas. Schirrmacher recoge la anécdota de Ehrenreich cuando va a un congreso de esos de camellos de la positividad y le dice a uno de los ponentes: “lo que usted propone no funciona”. Y entonces el camello de la positividad le contesta que “no funciona CON USTED”. Si “Sonríe o Muere” ve en el pensamiento positivo una causa de la debacle económica, Schirrmacher (si lo he entendido bien), lo ve más bien como una mezcla entre pretexto y consecuencia: libros como “El Secreto” son una especie de manual de instrucciones que nos ayuda a funcionar de un modo óptimo, y que las personas genéticamente incapaces no alcanzamos a entender. La prueba es que las quejas con respecto a estos libros son mínimas, y por el contrario, el negocio de las drogas discursivas optimistas no hace más que crecer. Por eso los que nos quejamos no tenemos dinero ni prestigio social ni molamos tanto como la barba de Arda Turan ni nada de nada de nada. Somos –venga, este leedlo en voz alta- LOOOOOSERS, y para recordárnoslo, los WIIIINERS, se han montado un max mix que mezcla basura randiana, disciplina militar del estilo “si pones un pero a las decisiones de la empresa estás en la puta calle”, coaching y otras mierdas como se nos explica aquí. Ríete tú de las mezclas que hacen en Oriente.

Me flipa muchísimo de las profesiones pretendidamente “con prestigio” (intelectuales, gente que dice que se devana la sesera pensando en vez de limpiar mierda, etc.) la asunción acrítica de un montón de cosas. No solo la asunción acrítica –que los convierte en docilísimos empleados, por cierto, creyéndose muchos en el lado “ganador” cuando son lo más jodidamente servil que hay, y su aventura en el lado ganador una vez que se sientan a pensar realmente cómo funciona el “ganar” suele acabar muy mal (I y II)- del modo lineal y determinista en que una persona es (¿para qué hacer ciencia si YA SABEMOS cómo son las personas y las que no son así es que vienen mal de fábrica, de genes, de culturas inferiores, lo que sea? ¿Cómo mierda se justifica tu trabajo si no hay NADA que descubrir sobre el ser humano, naturalmente egoísta?). Gente que necesita pensar que todo es previsible, vive acojonada y si una tía me dice que no en un bar siempre podré enamorarme del GPS de mi coche. El aspergerismo emocional glamourizado, tal cual. El libro abarca muchíiiiisimos más aspectos que este, es intelectualmente exigente pero está muy bien documentado y vamos, que os lo leáis (aunque dé miedito).

… tras tanto bajon, miss Heti al rescate

Termino  con Cómo debería ser una persona, de Sheila Heti (Alpha Decay).  No, la teoría de juegos no me funciona para explicar esto. Tras poner fin a su matrimonio y andar atascada, muy atascada, escribiendo una obra de teatro, Sheila –la autora no se ha molestado ni en cambiarle el nombre a la protagonista y esto me parece mal porque los autorcitos jóvenes ya llegan a unos niveles de egobloguerismo tipo Llúcia Ramis y otros pretendidos sustitutos de los Nocillos que resultan difíciles de soportar- se plantea que su crisis podría estar relacionada con no tener estructurada la mente como una persona “normal”, y ahí empieza una especie de viaje interno y de experimentación en el que la autora y protagonista se come a sí misma a preguntas, está constantemente pendiente de cómo viven otros en algunos momentos para tratar de “hacerlo bien”, pero a veces no tiene en cuenta la incidencia que tienen sus propios actos en cómo se sienten los demás. Es lo que pasa cuando intentamos hacer este tipo de listas, racionalizar hasta el extremo o ser demasiado rigurosos en las pautas que nos queremos dar para, aparentemente, “mejorar” (mejorar, ¿para quién, joder?): al final somos esas pautas y nada más, dejamos de existir, nos autoolvidamos de nosotros –paradójicamente- y andamos tan absortos en la búsqueda que parece que lo que hiciéramos no tuviera consecuencias entre quienes nos quieren.

Como decía, al principio se me hizo bastante egoblogger –¿puede que la racionalización lleve a la vanidad? Si se está o se tiene esperanzas de estar en el lado de los ganadores, seguro que sí, recordad la importancia que tienen en el mundillo de las #coachinadas la proyección personal y laheti ley de la atracción- pero es un libro al que merece la pena echarle un buen vistazo, especialmente si uno se dedica en algún sentido a la creación, lo que en muchos aspectos conlleva dedicarse a “los demás”, como decía, a proyectar una imagen en cierto modo. Hay un par de perlitas que no me resisto a rescatar, cuando la protagonista, analizando sus actos, llega a la conclusión de que bueno, que a lo mejor eso de tratar de evitar los terribles designios del mundo y hacer ver que su vida es menos fea que la de los demás (me encanta lo de “menos fea” en lugar de “más bonita”, me recuerda mucho a cuando mis amigos están de viaje y se pasan más tiempo en las redes sociales subiendo fotos que cuando están trabajando, para hacer ver que su vida es “menos fea”. Vamos, que para lo bien que se lo pasan están TOOODO el día ahí). Y al final -no destripo nada porque el libro no es una narración lineal al uso-, cuando Sheila acude a ver un partido de squash entre dos de sus amigos, y alguien le pregunta en la grada durante el juego que quién va ganando. Entonces ella contesta que cree que ni siquiera conocen las reglas, pero que se limitan a jugar (emoticono sonriente y V de victoria). En fin, que a lo mejor el tema de cómo debemos ser, o somos, las personas, no tiene (afortunadamente), una respuesta única.

Han convertido algo tan mundano como confiar en alguien en un puro acto de heroicidad. Se preguntaba Iosu Expósito qué era portarse bien. Y terminó contestándose “¡pero si para mí bien es mal!”. Pues eso.

One response to “Bucle de lectura “racional”

  1. Muy grande. Leído, asimilado y guardado para leer con más calma por la noche. Tus posts parecen la nayerwiki. Tanto link. Y eso que creo que me había leído más de la cuarta parte por mi cuenta antes de leer el post.

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