De nombres inventados y fetiches: el empleo como estructura narrativa
Este blog ya ha cumplido cuatro años largos y la sensación de quien esto escribe es que el empleo se está metiendo en los medios (sí, ya se habla de las condiciones en Mercadona y van a hacer un Carne Cruda de accidentes laborales) pero por las razones equivocadas, y con el discurso –como ya comentamos aquí-, o los medios/artes, como último bastión a conquistar. Y ahí –con excepciones como la sentencia de los interinos, de la que no tenemos noticias de su implementación- se frena todo. Ya ha salido en la tele, ya hemos montao un lipdub, pues ya está. Ea.
El otro día pasaba por la calle y había un letrero de un curso de coaching (que se han normalizado totalmente sin que, hasta la fecha, sepamos de nadie que haya reventado un acto excepto los chavales de la Universidad de Valencia que le montaron el taco a un directivo de McDonald’s, o sea, no exactamente a un coach), y hablaba del ‘viaje del héroe’, por lo visto una subtécnica del coaching. Como nos indican aquí, “el héroe acude a la aventura e inicia su viaje. Durante el mismo supera una serie de retos y desafíos en el que aprende valiosas lecciones. Finalmente, regresa al lugar de inicio transformado”. Vamos, que el gancho del viaje del héroe es que puedes darle a tu vida una estructura narrativa, y es de eso de lo que vamos a hablar hoy, de cómo ciertas premisas laborales acaban haciéndose tolerables porque se presentan de un modo narrativo que nos suena muy familiar.
Empecemos por lo más reconocible por el españolito medio: comienza un mes cualquiera y salen los datos del paro. Ahí vivimos nuestra primera estructura narrativa, lo que en un libro saldría como diálogo con rayitas delante de cada nueva frase de un actor implicado. Una serie de réplicas y contrarréplicas entre expertos, sindicalistas, empresarios, periodistas y básicamente todo pichifú que se haya apuntado a esta nueva submodalidad de industria del desempleo. Está la ya conocida predación de la búsqueda de empleo (cuyo actor más reconocible es la ETT y últimamente la empresa auxiliar) en la parte “material” y este teatrillo en la parte llamémosle “discursiva”. Al gobierno le toca decir que son datos “muy positivos”, a los sindicatos que hay “mucha temporalidad” y a José Carlos Díez le toca ir a LaSecstaNotxe con la pizarra de los cojones y de paso a explicarle no sé qué a una señora del público que es de Albacete. Un mes tras otro hasta que todo esto siga dando dinero. Hablamos de una serie de actores que han encontrado acomodo en las industrias del desempleo comentando… el propio desempleo. Y es que el binomio paro/trabajo es un tema clickable/vendible precisamente porque puede disponerse a modo de estructuras narrativas metidas de manera sinuosa en nuestro día a día como la cosa más normal. Tú escuchas el dato del paro en lo de Pepa de la Cadena Ser patrocinado por Randstad mientras te duchas por la mañana y ni te inmutas. Y no, en frío es MUY FUERTE que una ETT patrocine los datos del paro. Que patrocine los datos del paro en la empresa famosa por su ERE de becarios, por cierto.
Y aparte de estas dinámicas predatorias, y de tener que informar sobre empleo como si no pasara nada dentro de sus propias compañías, ¿con qué se han encontrado los medios de comunicación últimamente? Con la dicotomía datos/narración. El recuerdo absolutamente CANSINO que tengo de mi paso por la facultad de comunicación de una prestigiosa universidad del Estado español era la perorata romántica de que el periodista tiene que “buscar historias”, ser profesional pero un poco Salinger pero un poco Jabois y un poco alcohólico e hincharse a follar. En prensa escrita esto se deja para los ejemplares de domingo (las historias con rostro humano) y tenemos, especialmente desde 2008, una variedad amplia de dramas para elegir y ser pertinentemente diseccionados, dando lugar en el caso de la televisión a programas que son un género en sí mismos (más industria del desempleo, of course). Esto fue antes de que en 2011 alguien viera otro nicho industrial: tenemos en la TV una serie de expertos de tipo guerracivilista y necesitamos el rigor de los #datos para el debate sensato. ¿Resultado? Pues cuatrocientos millones de másteres de #datos y no una sustitución del antiguo tertuliano guerracivilista por el de los #datos, sino una coexistencia pacífica entre ambas modalidades a lo “entre bomberos no nos pisemos la manguera”. Había un mero tapón generacional y las industrias del desempleo (a modo de formación, a modo de programas, a modo de procesos) han logrado la entrada de nuevos actores. ¿Cómo ha afectado esto a nuestra vida? Haciendo que ver la tele sea un ejercicio absolutamente cansino. ¿A nuestro trabajo? Pues de ninguna manera, porque el truco es ese: la inflación discursiva sirve para que parezca que todo cambia sin que nada lo haga realmente. Sigue habiendo sentencias contra afectados del amianto, sigue habiendo despidos a camareras de piso que se quejan… Y “el paro” simplemente es un “terreno numérico” que “se comenta”. Y quienes son ungidos como comentaristas tienen, por supuesto, muchas esperanzas laborales puestas en ello. Se empeñan porque saben que hay otros mil esperando en la puerta. Todo esto, por supuesto, por no hablar de la cadena fordista librera, en la que se hacen libros igual que se fabricaban coches en los años 20 y el significante “cultura” que parecía alejado de la producción industrial es ahora, exactamente, una producción industrial masiva igual que tu camiseta Made In Bangladesh. En los sesenta hicieron falta manos para los Altos Hornos, ahora para vender libros. Sobre todo, que no tengan los chavales la sensación de que están en el paro.
Caso práctico: los sísí (os están tangando)
¿Qué medio está aprovechando divinamente el culo de saco discursivo, y combinando como dios un poquito de datos, un poquito de historias y por supuesto, la industria del desempleo de tener su propio master? El Mundo. Gracias a El Mundo conocimos la retribución flexible, conocimos las trabajaciones y hace unos días conocimos los sísí, el reverso tenebroso de los nini (sí, en serio, esto es como en el atraco de José Luis Moreno, que los albanokosovares eran los buenos. Los buenos son los nini, no los sí sí). Puestos de trabajo igual no -aunque al día siguente de que saliera Pokemon Go ya teníamos ofertas de Pokemon instructors,-, pero vocabulario desde 2008 sobre trabajo y sus contornos y lo que se supone que debe hacer un persona si DE BERDÁ quiere trabajar hemos creado un huevo, y sobre cómo ridiculizar a quienes ni estudian ni trabajan (que, por cierto, es la opción racional, igual que lo es quedarte a vivir con tus viejos para no regalar pasta al banco o a un casero avaro), pues también. Nuestro diario predilecto (quizá solo detrás de EL ESPAÑOLAZO), nos acercó esta realidad, aunque este acrónimo de sí sí no es nuevo.
Lo de ser un sísí es como lo de de @jack contándote que el 11% de los sirios en USA son business owners (lo que conocemos en España como emprendedor), vamos, básicamente que eres más pobre que las ratas, y por ende más vulnerable a que hagan negocio contigo, no hay mérito aquí aunque en elmundo.es te pongan en la portada. Por un lado, vas a pagar para estudiar -ya conocemos de sobra la inflación formativa a falta de algo mejor que hacer-, por otro, vas a tener una jornada laboral doblemente mala, tanto en horas (porque trabajarás a tiempo parcial) como en el tipo de contrato (99,9% de posibilidades de que no sea indefinido). No es guay, no es nada de lo que enorgullecerse. Se están aprovechando del ambiente antijóvenes reinante -cuándo no es fiesta- y se están aprovechando los mismos que han dejado el país hecho un erial. Nada más. Lo de que los sísí vayan aumentando en número mientras que los nini bajan es como mínimo tan tan tan buena noticia como las cifras récord de turismo (ESPOILER: NO son una buena noticia. Luego no vale llorar porque no puedo pagar el alquiler).
Empiezas diciendo que eres sísí y acabas tuiteando que cómo va Trump a echarme de Estados Unidos A MÍ, que llevo diez años aquí y aquí han nacido mis hijos y yo he trabajao como un cabrón y -mi favorita siempre- pagado religiosamente mis impuestos. Los discursos nini vs. sísí no tienen otra finalidad que establecer divisorias de supuesto mérito entre personas que, descontando el factor familia -índice Gini in crescendo-, van a encontrarse con el mismo tipo de mercado laboral. Recuerdo que hace algunos años la prensa británica hablaba del “sense of entitlement” que los desempleados tenían respecto de sus prestaciones por desempleo. Luego cuando Ken Loach hace una película y encontramos que hay colas delante de los bancos de alimentos y en esas colas hay algún conocido nuestro, las manos a la cabeza. Y cuando la clase media credencializada (porque somos excelentes rellenando formularios) tiene que cobrar el paro, o se le acaba el paro, sale en los medios contándonos que “yo sí quiero trabajar”. Y, como siempre, a las empresas que malemplean a los sísí ni tocarlas. Lo importante es la voluntad del chaval, no lo otro. ¿Conflicto capital trabajo? De qué, si yo sé idiomas. Pues no: un mercado laboral no se configura a base de voluntades victoriosas (los sísí) que, en la pugna por empleos escasos se imponen a las voluntades débiles y jetas (los nini). Hay mucho empeño en que se vea así -porque en que se vea así muchas instancias se juegan mucha pasta- pero nada que ver. Quien decide en última instancia es el empleador y tú poco puedes hacer ante eso, porque si quiere te puede decir que prima x título y luego coger a otra persona por otras razones mucho menos “formativas”, y creo que todos sabemos a lo que me refiero.
De la historia que nos cuentan en El Mundo “Llegó la hora de los sísí” (ESPOILER: esto es como la precariedad, que no es algo pasajero, sino un efecto buscado. ¡Surpráis!, así que la hora ha llegado para quedarse) lo primero que me sorprende es la sonrisa de oreja a oreja de la primera de las chavalas. Y luego que no me salen las cuentas: si trabaja 5,5 horas día x 5 días/semana me salen 27,5 horas semana, que son 110 horas al mes, a 500 euros… No sé, Dayana, te están tangando. Suerte que tenemos el nombre de la empresa para la que trabajas en la noticia, pero claro, es que nunca nadie pregunta por ellas…
La conversión
Pero hablábamos de estructuras narrativas, y claro, nuestra protagonista tiene que recorrer el “camino de la heroína” (femenino de héroe, no la otra, aunque yo si tuviera esta vida me daría a la otra, pero esto ya es algo muy personal) desde el lado del mal, el del ninismo, al lado del bien, el del sisismo. Nos cuenta: “estudiaba, pero hacía lo mínimo para aprobar”. Bien: como dice mi querido Víctor, esto de tratar de nini a alguien que estudia debe de ser alternative facts también. Pero claro, es que si no tratamos la trama partiendo de una base de chunguez extrema, la historia no tiene su puntito catchy. Entonces, como cuando Chicote llega a un restaurante, hace una reforma de la hostia y de repente se soluciona todo, llega un momento revelador, en el que nuestra heroína cambia interiormente (y lo de heroína no lo digo yo de risas, que lo dice el cuerpo del repor) que es cuando su madre le coge el móvil y de repente ella TIENE UNA IDEA.
Y el segundo caso es casi peor… Belén, que trabaja en el instituto Cervantes por la mañana y luego va por la tarde a hacer un master en investigación (sospecho que el master del propio El Mundo). La misma empresa que te saca los cuartos es la que luego te va a dar unas prácticas de esas de las que querías escapar. Rueda de hámster del desempleo full equipe, vamos. No contenta con no ser (potencial) trabajadora de dicho medio de comunicación tiene que servir para hacer de fuente de los reportajes. Si es que ya ni somos trabajadores, somos materia prima.
Epílogo: la autonomía del relato (y la incapacidad para la acción)
Estableciendo una analogía similar a la que este artículo efectúa con el procés catalán, los relatos sobre empleo –sea sobre los sísí, sea sobre un mayor de 45 años que tras ocho años en paro va y consigue un trabajo porque no sé quién le vio en el programa de Toñi de Canal Sur (sociedad del espectáculo)- funcionan de una manera autónoma, como un fetiche, como una pauta, pero –explica también el artículo-, no son más que un reflejo de un sistema social total: por mucho que lo que veamos sean casos particulares, la prescripción es tan poderosa que marca el camino. El relato tiene una vida propia que atraviesa las nuestras. Estos reportajes no son diagnósticos ni informaciones inocentes, descriptivas… Su función es, más bien, prescribir esos “caminos del héroe”, en los que no hace falta rascar demasiado para darse cuenta de las condiciones reales, pero que en este caso emergen como una oportunidad, un modo de lograr cierto fortalecimiento interior salvando obstáculos sin preguntarse demasiado quién los pone ahí ni para qué, sin reconocer que dentro del relato hay gente (la que no sale, no sé, el propietario de la academia, por ejemplo), en posiciones de poder.
El relato –que es mercancía de la sociedad del espectáculo- ofrece unas directrices que si se cumplen estrictamente (bases ante notario) ofrecen “un premio” (un “buen” trabajo -¿qué cojones es eso?-) que prácticamente nadie consigue pero, ¿por qué yo no? Se trata de algo poderoso porque podemos ver el mundo derrumbarse a nuestro alrededor pero, por alguna razón que desconozco, pensamos que nuestro caso va a ser diferente. Se hace un giro que te cagas aquí: si el fetiche antes era el dinero (era lo que te daban por trabajar, ¿os acordáis?), ahora es el relato. Nos pagan y nos encaminamos a potenciales trabajos (“el día en el que tenga un buen curro todo esto habrá valido la pena”) gracias a una narrativa (lo explicamos aquí), que funciona dentro de nosotras pero de modo independiente a nosotras: es un fetiche. Una mercancía, el relato, que por supuesto genera plusvalor: un montón de matriculados en el master de investigación de El Mundo todos los años (y en otros muchos másteres). Un montón de audiencia para LaSecstaNoche.
“Es lo que me habían contado”. “Cuando tenga un buen trabajo, habrá valido la pena”. O no, y cuando vuelvas de la hora de la comida dirás, ¿otros treintaypico años de esto? Luego casi es más decepcionante que te sientas de un modo muy distinto del que pensabas que te ibas a sentir. Casi peor que el sueldo. La “estructura narrativa” que además ni la dibujas tú, que “te la habían contado”. No está guay ser su materia prima, su mercancía, sus trabajadores y su relato. No vale todo. No debería
Sobre lo que se comenta al principio del camino del héroe / el héroe de las 1.000 caras:
Me desorino.
O sea, es obvio que pega 100%… si le quitas toda la religiosidad a Joseph Campbell (el autor del libro) y la sustituyes por un tío que te va a sacar pasta por “enseñarte” a hacer cosas, el camino del héroe puede ser 100% el camino del emprendedor 2017.
Lo que pasa es que no sé en qué punto de la teoría de Campbell el mentor (Dumbledore, Gandalf, Obi-Wan Kenobi) se hacía de oro con el héroe (Harry Potter, Frodo, Luke Skywalker).
Me quito el sombrero: el coaching está tan vacío que lo puedes llenar con lo que quieras.
Sospecho que lo del camino de la heroína debe tener que ver con la “nueva” (lleva ya un par de años pero, por lo poquísimo que sé, creo que desde el año pasado está de moda) ida de olla del marketing: el storytelling. Me enteré hace poco del tema (y lo olvidé hasta que te he leído xD), en uno de esos talleres, en los que me metió obligado mi orientador de esa industria del paro nuestra, contaron que todo el tema éste del ciclo/viaje del héroe (vídeo emocional explicativo en vimeo incluido) lo aplican en los anuncios de televisión desde hace un tiempo como un truco para lograr hacerse virales y ser TT en las redes sociales. Así ya el anunciante no se ve como vendemotos de crecepelo, ya se ve como un cuenta cuentos de la realidad, aunque, en realidad, no deja de ser ese loco predicador milagroso americano pero sin saber bailar, ni cantar, ni divertir a nadie.
Es tan fascinantemente absurdo cómo El País y El Mundo beben tanto del marketing viral, y de todo el coaching alrededor del mismo, y cómo llega a suceder justo lo que cuentas: que han pasado de contar fabulas e historietas para tratar de convencer de sus ideas a las personas de la realidad, a directamente inventarse una completa realidad alternativa que no existe (toda la literatura fantástica se va a quedar pequeña al lado de esto). Si alguien contara hace 30 años que esto iba a ocurrir, no nos lo hubiéramos creído.