De responsabilidades y construcción de la otredad

Provocar más desprecio que miedo
(punto del plan ZEN –Zona Especial Norte– redactado por el gobierno de Felipe González en 1983)

Existe, o eso dicen, un ala autodenominada “liberal” del Partido Popular que pretende ser diferente a la abigarrada derecha tradicional de poner los cojones encima de la mesa e ir por ahí con una escopeta encima que llevamos siglos padeciendo. Estos no, estos son gente europea, de orden, civilizada, con idiomas, dialogante, que va a misa pero también va a Estados Unidos, que nada tiene que ver con la existencia de la hombría dictatorial. Algunos hasta dan el biberón a sus hijos, ¡qué majos y qué modernos! En El Tiempo entre Costuras, María Dueñas hace un retrato del que fuera ministro de Exteriores de Franco Juan Luis Beigveder un poco así, como antagónico a los camisas viejas, un hombre con don de lenguas y una amante inglesa, que juega al despiste sobre si es de los aliados o de los alemanes, que se llevaba bien con los marroquíes, una de esas personas de mundo. Resultado: 40 años de dictadura. El cariz individual de un falangista o de este señor es irrelevante (“no, pero este era más buena gente”. Pues mira, igual no), porque la causa final y el sufrimiento para un lado y los réditos políticos y económicos que todavía disfrutan incluso los biznietos del otro lado; son los mismos.

Pues bien, uno de sus leitmotivs, de este ala liberal española pero abierta, suele ser la responsabilidad individual: un poquito de aire fresco contra una historia de autarquía y aislamiento. El mercado es bueno porque permite nuestra expansión, conocer nuevas culturas. La lectura de la prensa el domingo por la mañana. Buenos chicos, amigos de otros buenos chicos, gente que no pondría jamás la mano encima a su novia, ¿no veis que ellos han estudiado ADE en una universidad de prestigio? Esa clase de gente de formas suaves, que nunca chilla (en el ámbito público, claro), esa clase a gente cuyas novias, caso de que ellas denunciaran un abuso, incluso sus madres les dirían que “a ver si no estás un poco susceptible, a ver si no te has equivocado”, porque ellos saben exactamente en qué ámbitos pueden hacerse fuertes y presentarse como irresponsables de una situación, cuando no como víctimas de “histéricas”, entre otras lindezas. Ese es el votante liberal suave con guiño progresista en lo social, con algún amigo facha “pero en el fondo buena gente” y algún otro provida “porque hay que llevarse bien con todo el mundo”. Esa es la clase de gente con la que no me gusta coincidir ni comprando el pan. Son buena gente, trabajan mucho, nunca se quejan, forman una familia equilibrada, de clase media, los dos con curro a jornada completa… ¿Cómo va a hacer alguien así siquiera algo de mal, y menos a alguien de su entorno?

La derecha, no en España, sino en todas partes, tiene una serie de características definidas: da igual que sea esa derecha brusca y testosterónica o esta nueva internacionalmente maquillada: para ellos el colectivo es de quita y pon (aíslan a sus propios ministros en temas chungos cuando la responsabilidad debería de ser colegiada pero van a hierro contra profesores, sanitarios, trabajadores… en su conjunto), los contextos también (no importa dónde nazca un niño, si saca malas notas es su culpa, de nadie más, que se haga cargo; pero cuando hablan Mónica de Oriol o León de la Riva sus palabras “se sacan de contexto”, ahí sí, ahí el contexto es primordial), el Estado también (menos para darles trabajo a ellos -cuéntese el número de funcionarios del gabinete actual y escúchese lo orondo que decía ayer el consejero de Sanidad de Madrid que él tenía la vida resuelta-, que el mercado es fantástico pero prefiero no fiar mis ingresos mensuales a él, no sea que la líe), la sociedad es su patio de juegos o la puta que se follan cuando quieren y a la que pegan si les señala un mínimo abuso o les dice que la dejen en paz, el individuo es irresponsable cuando la caga y es el puto amo cuando merced al favor político (y a poder comprar trabajo sucio) empieza a cenar fuera con su mujer más de lo habitual y a pedir vino más caro, porque ser de derechas, aparte de la psicopatía denota sobre todo ser alguien tremendamente hortera. Y la característica de características: la víctima como culpable. La víctima que ellos crean, además, que no venía de serie o no tenía por qué venir de serie como tal.

No es que piensen distinto de ti, es que viven en una mentira y ya es muy difícil saber si se la creen o nos tratan de tomar el pelo a los demás. No trabajan como dicen, sino que ensalzan su prestigio de barro (que no es otra cosa que coacción de “o haces lo que yo quiero o vas a la calle”, qué bien les vienen las tasas altas de paro y el hecho de manejar bolsas de empleo público) a base de permitirse delegar trabajo sucio pagándolo con dinero que no generan, sino que como mucho heredan o roban de lo que nos pertenece a todos los que trabajamos, no a ellos. Son inútiles criados en residencias universitarias que creen que sus camas se hacen solas y solo se relacionan con gente de su pretendido estátus socioeconómico que mantienen a menudo a crédito. Hay que liberalizarlo todo, pero dame dinero para mi televisión. Apelan a lo conservador, a la tradición, a la estirpe familiar pero no saben mantener una empresa más de cinco años en pie. No saben mantener a flote nada de nada sin dinero público. No saben ni hacerse el desayuno. De hecho los demás estamos aquí para hacérselo, para tomarles nota. Hablan de dependencia de ayudas sociales mientras no serían capaces de sobrevivir un día solos porque no tendrían qué comer. Quitan dinero para dependencia pero si nos quedáramos todos en casa se darían cuenta (no lo reconocerían, claro, pero se darían cuenta), de que los dependientes son ellos. Hay que empezar a usar con ellos el lenguaje que ellos usan con los migrantes, con la gente que no se puede defender (y que ellos se aseguran de que pueda seguir sin defenderse): parasitan, no producen, no sirven. No aportan nada. No solo no aportan, sino que nos quitan. Nos quitan hasta la vida, fíjate si nos quitan. Hay alguien ahora mismo debatiéndose entre la vida y la muerte en un hospital de Madrid que lo está viviendo de primera mano.

El PP es el paraíso de consecución de algún tipo de poder en el que individuos que han sufrido abusos políticos o de índole laboral con anterioridad ven la posibilidad de resarcirse, pero no a base de conseguir poder para lograr que nadie tenga una posición tan preeminente que pueda abusar del resto (eso solo lo hacen intentando prohibir las novatadas en esos colegios privados a los que van sus hijos, porque es que se abusan hasta entre ellos, pero bueno, hay que aguantar por el prestigio y para no aguantar inmigrantes); sino logrando ese poder para ser ELLOS quienes puedan ejercer ahora los abusos. Ellos no quieren cambiar contextos, qué va, ellos quieren que alguien PAGUE por lo que ellos pasaron. Da igual que ese alguien no fuera el agente causante de su malestar (de hecho es frecuente que con los verdaderos culpables de algo no se atrevan, ser pepero es, además de ser hortera, ser muy cobarde, es gestionarte la vida dentro de caminos preestablecidos, no es abrir nuevos campos, no es crear absolutamente nada, es dejarlo todo como está porque podría ser peor, es “que no me quiten la tranquilidad, que me la he ganao”, es suponer que todo está bien en tanto en cuanto alguien esté más jodido que yo, es estar muerto en vida, vaya). Alguien del PP no va a crear nada. Como mucho obligará a otro a crear para servirle a él. Y no en libertad, sino bajo coacción. Nadie quiere voluntariamente al lado gente así, nadie que no esté enfermo o necesitado, o tenga miedo. El poder municipal del Partido Popular y particularmente del PP de la comunidad de Madrid se basa en eso. ¿No me ayudas con la corrupción? Pues no me busco a otro, sino que te jodo la vida, o se la jodo a tu hija, hasta que hagas lo que yo pida. Para ellos no cabe que nadie decida de nada, solo deciden ellos, por ellos y por los demás. Y el que se atreva siquiera a levantar tímidamente la mano es tratado de peligro público, cuando el peligro público real (insisto, lo están comprobando en Madrid muy fuerte estos días), son ellos. De crear, crear, en todo caso, crean miedo. Pero también mucho odio. Y el odio es un motor perfectamente aprovechable. Y que no nos confundan con que “si pierdes las formas te quitas la razón” porque si Einstein hubiese formulado la teoría de la relatividad gritando y rompiendo paredes, esta hubiera sido cierta exactamente igual.

Luego también están con ellos los que lo están como modo de autodefensa: para esta recua, esos muertos de hambre que cogen la papeleta del PP de modo proyectivo/performativo, para “no ser menos que nadie” aunque vivan como nosotros, pero es que EL PP ES UN ESTAO MENTAL, es mejor pensar que los que padecen los abusos de estos señores realmente son unos exagerados o incluso privilegiados que ver el abuso en sí. Porque si vemos y admitimos que existe, estamos concediendo que esa persona a la que hemos votado tiene poder decisorio sobre la vida y la libertad de ese abusado. Y si la tiene sobre el abusado, igual la tiene sobre nosotros y eso no lo queremos ver, porque si lo vemos, reconocemos que nos lo podrían llegar a hacer. Si te han aupado muy rápido a algún sitio, eres un poco mongolo al dar las gracias, y un poco belieber: porque cuando caigas, serás el primero en caer. ¿No ves que se dedican a decidir sobre las vidas de otros y solo reparten lo justo entre la gente justa?

Son también expertos en generar falsos debates para activar la pelea entre vulnerables y tenerlo todo despejado por arriba, pintando como antagónicas las vidas de la auxiliar del ébola y su perro. Han aprendido que todo vale porque el país es suyo. Han aprendido las torturas por las que el estado español suma ya cuatro condenas por mirar a otra parte -vamos, lo que decía en el párrafo anterior-, y utilizan de primera mano la inquisición y el chantaje político o laboral. No han parado hasta que han conseguido que una auxiliar moribunda les dijera que sí, que se rozó con un guante, y si llegaban a tenerla cinco minutos más les hubiera dicho que les dejaba el piso en herencia. Si quieres enfrentarte a ellos políticamente, preséntate a unas elecciones. Si te presentas, es que quieres cobrar del sistema (se cree el ladrón…). Si quieres curro, arriésgate a morir por él –literal– o si no, tan desesperado no andarás. Y yo que tú lo cogería, que si no no vas a cotizar nada, eh. Si te parece mal este curro, cógete la puerta y vete, pero si no haces lo que digo, te apercibo de sanción. Si ellos deciden lo que sea, no es que hay una alternativa mejor y peor: es que sales perdiendo tú por sistema (puedes elegir entre perder la vida o el trabajo, como los sanitarios madrileños estos días) y ellos librándose siempre, pero si sale algo bien, el trabajo de equipo desaparece y x (una persona directora de un equipo, generalmente un hombre), pasará a los anales de la Historia, que es otra herramienta de quita y pon: en las partes chungas o en las que ellos salen mal parados, hay que pasar página y no reabrir heridas. Como si se hubieran cerrado alguna vez. Y así con todo: cuando las cosas van mal se diluye la culpa por algo que supuestamente todos sabíamos, como en el libro de Cuñao Muñoz Molina (aprovecho para saludar a los letizios que dicen que una azafata de congresos y un consejero de Caja Madrid se beneficiaron igualmente de la corrupción, que hablan de agregar preferencias para expresar individualidades pero a los que el grupo les resulta útil para echar culpas y creerse más listos que nadie, y les sirve para no pegar fuerte a responsables verdaderos, que ya sabéis que el reformismo es un poco llevarse bien con todos, no vaya a parecer que tengamos opinión propia de nada), pero cuando van bien, hay un héroe y los demás no importan nada. Como Juanki el 23-F. Claro que sí.

Mientras haya alguien a quien poder culpar (un naviero ya envejecido, un maquinista, ETA, una mujer que recoge los vómitos y la mierda de un enfermo) que esté en una posición lo suficientemente vulnerable como para poder deslizarle culpas sin que pueda devolver ese golpe, para ellos nos encontraremos en el estado natural de las cosas. De hecho, los periodos en los que ellos no gobiernan son difundidos como grandes anomalías históricas. Se pasan marrones unos a otros, pero saben estar juntos. Y saben estarlo porque saben que estar al otro lao es socialmente caro, y aquí hace frío y hay gente que tiene que elegir si pagar la comida o la luz . Pueden tener poder decisorio, pero ese poder decisorio siempre viene apadrinado. Es gente extremadamente cobarde. Empezando por la señora a la que la sanidad pública extirpó su cáncer de mama pese a lo cual la castigó después, y no tuvo, tan valiente que es, arrestos de enfrentarse a su base electoral. Con enfermeras se atreven, con médicos menos. Me pregunto qué hubiera pasado estos días si el contagiado hubiera sido un médico. Y hombre.

Si alguien en la Cope, como me comentan, ha dicho esta noche que si te tocas la cara, te la tocas tú, sabemos que bajan esa calle y si vas con shorts pues atente a las consecuencias, y que qué majo es el Ejército de Israel que te avisan para que no estés dentro cuando te bombardeen la casa. Imagino que entonces nosotros estaremos en posición de contestar que si te roza una bala la nuca pues que no la fueras enseñando por ahí, que la nuca la enseñas tú. Efectivamente, para estos señores, la intercambiabilidad del sujeto agente y del paciente también es un truco que funciona muy bien. Todo en ellos es de quita y pon, porque están acostumbrados a que todo se adapte a ellos y baile a su son, menos lo ignorantes y los inútiles, que no se lo quitan ni en las más prestigiosas universidades de pinipón esas a las que van porque no les da la nota en las de verdad. Sus tertulianos no son frikis, son alimañas.

Ellos no tienen que cambiar: no van a cambiar, no necesitan hacerlo. Tenemos que hacerles cambiar nosotros, y no apelarles gritando bajo sus casas a cierta “piedad”, porque eso es mendigar. Que no tengan alternativa, tanto que dicen que no hay. La acción política contra estos psicópatas peligrosos, porque dan risa, pero son peligrosos, no son malos, sino peligrosos por inútiles sobre todo; va de hacer nosotros de sujeto agente. Por una vez. Usemos esa responsabilidad individual que ellos pregonan y no ejercen, pero juntos, y contra ellos. Y hay que echarlos porque nos va la vida en ello. Y estos días, literalmente, lo hemos comprobado. Y a lo mejor hay que empezar a hacer cosas, y ser manifiestamente hostiles con esta gente y con sus votantes que todavía los defienden: quizá haya que dejar de ponerles el café, de saludarles en el ascensor… Recoger ese Plan ZEN de arriba y aplicarles un plan ZEP (zona especial pepera, ¿acaso no son ellos especiales? ¿Acaso no merecen un trato preferencial, y no solo en los hoteles?), y conseguir que generen más desprecio que miedo, y que sientan que lo generan. De momento, estamos ya jugando bien en esa dirección. Que el ellos y nosotros no lo inventaron un día de risas en Fort Apache: es el modo en el que nos lleva tratando esta gente toda la vida. Menos consensos y más Azarías, que para ser libres hay que empezar tratándose como libres.

Bonus: De cómo adaptarte a la mentalidad colonial de mierda de los otros para no ser una víctima perpetua. No hay otra solución a eso que desacreditar esas reglas o hacérselas cumplir primero a los que las ponen.

One response to “De responsabilidades y construcción de la otredad

  1. Inconcebible que no seas columnista en un medio grande, o concebible viendo a quien “reportan”.

    Cierto el apunto sobre el odio, ya dijo Ernesto Guevara el odio era el arma que permitía derrotar a enemigos más poderosos.

    Sí, ELLOS “han nacido para mandar y a la vez perdonarnos la vida”, ellos hablan de esfuerzo como si se hubiesen esforzado, hablan de estudiar sesudamente como si lo hubiesen hecho, ellos hablan de ellos mismos como la gente equilibrada y sensata, joder, que son Carromeros !!! Ya no pueden engañar a nadie.

    Afortunadamente la sociedad está enloqueciendo con tanto veneno como nos inoculan con sus desmanes, si la sensatez son ellos no los queremos, se les echará más pronto que tarde. Están nerviosos.

  2. No me ha quedado muy claro si tenemos que dirigirnos con las antorchas hacia reductos liberales o hacia las sedes del PP.

    Con respecto a los primeros ayer vi una entrevista de una autora que comentaba sobre este tema y derivados:
    http://youtu.be/8CiAxQF38DE

    Si Ernesto decía eso razón de más para no odiar. Él también era muy liberal pero solo consigo mismo y no con los demás. Especialmente con los que le pegaba un tiro en la cabeza, aludiendo a no sé qué paraíso en la tierra.

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