Qué Tiempo Tan Feliz y la dualidad

Es lacerante la pretendida superioridad moral de esas personas que te dicen que tienen Telecinco desintonizada de la TDT, más aún cuando se trata de una cadena perfectamente válida, si no la mejor, para retratar el estado de algunas cosas. ‘Telebasura’, dirán. Sí, pero la telebasura también hay que saber hacerla.

Los programadores de Mediaset han logrado generar una interdependencia entre sus espacios que consigue arrastrar a los espectadores de unos programas a otros a base de narrativas a medio hacer, por ejemplo, dejando inconcluso algo en la franja del mediodía para remitirnos a lo que toque en el prime-time y, si aguantamos, al late-night. De estos años nos vamos a acordar de Jorge Javier y cía, ya lo digo ahora (¿Alguien tiene en mente qué emitían en Antena 3 durante los años del caso Filesa?). Telecinco observa su programación como un continuo, un libro al que le faltan capítulos para ser terminado, piezas que obtendrás dentro de un rato si te quedas viéndoles (“No me conteste ahora, hágalo después de la publicidad”, ¿os acordáis?). Al mismo tiempo trabaja la intranarrativa dentro de un mismo espacio (por ejemplo, las célebres peleas entre tertulianos de Sálvame, que mutaron de juez a parte pasando por caja, eso sí). En todo caso, si nos parece mal la cadena de Vasile tenemos un problema de estos dos: o nos odiamos a nosotros mismos o, vistos los índices de audiencia, odiamos bastante fuerte a la sociedad que nos rodea.

En el terreno de la intranarrativa y de los extremos que pueden ser usados para la identificación con tendencias sociales si uno no se toma las cosas demasiado en serio, es imposible no amar esa orgía de ganadores de la Cultura de la Transición que es Qué Tiempo Tan Feliz. Al principio parecía una copia ligeramente alterada de Cine de Barrio (sin peli, claro), pero ha sabido construir su propia identidad y ser una cita irrenunciable de nuestros yayos las tardes del fin de semana. En cambio, si una persona relativamente joven se sienta enfrente del televisor es posible que no haga más que ver reproducido lo que ya observa en su día a día, esa ‘invisibilidad-pero-no’ tan irritante “porque total la gente joven está por ahí fumando porros o en el Internet”.

La cosa funciona más o menos así: mientras nuestros queridos insiders (con María Teresa Campos al frente y unos cuantos invitados mayores de sesenta años, esa gente de cuya pensión vivimos, como se encargaba de recordarnos el anuncio de Campofrío) se deleitan añorando sus años mozos (que conocemos de memoria, idolatramos y mitificamos porque hemos visto en otros espacios televisivos cienes y cienes de veces, en otros canales, en otras épocas, en otros TODO), un grupo de outsiders que ronda la treintena, en su mayoría ex triunfitos de las ediciones de menos éxito, ejecuta con la pretendida alegría de las cantantes de orquesta de pueblo aquellos temazos que al grupo de insiders hacen recordar lo bonito que era todo a la edad que ahora tiene el grupo de outsiders. No sé si me explico. Es como pagarles las pensiones a los campeonísimos CT un poquito antes, crearles un Estado del Bienestar catódico y que te tiren unas miguitas a cambio de algo de visibilidad. Y luego ya veremos lo que hacemos contigo (frase esta última escuchada por servidora recientemente en una entrevista de trabajo).

Mi idea de joven al que la vida se le ha torcido un poco ha pasado de ser una adolescente embarazada a un ex triunfito de QTTF. Las aguas se abrían ante Fran, Mercedes et al. en el prime-time de la 1 y han acabado aquí, seguramente odiando a María Teresa Campos (y no digamos ya a Terelu), pero “currando de lo suyo” al fin y al cabo. En la calle de en medio está la antimeritocrática Terelu, que en su vida ha pasado por un proceso de selección (al menos en el terreno laboral). Su madre se ha encargado de allanar su camino utilizando un nepotismo bastante más cutre que el nepotismo ilustrado de la factoría Nachete escolariana.

Una vez más, los jóvenes son los invitados a esta historia, pero se les ha privado –podríamos discutir si es que se han dejado privar porque lo tengo todo papi– de su propia narrativa. Viven a rebufo de algo ya construido y perpetuamente rememorado.

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Consejo: no ver NUNCA, NUNCA, NUNCA de bajón y/o resaca.

Al final todo eso supone tener que asimilar un par de cosas jodidas de digerir: la primera, la sensación –y la realidad- de que las personas que nos servían como modelo, a las que aspirábamos a parecernos al final del camino son nuestras antagonistas. No sólo en un sentido estrictamente económico (el ‘los de arriba contra los de abajo’ me sigue pareciendo simplista, más teniendo en cuenta que a lo mejor habría que repensar quién está arriba y quién abajo), sino también aspiracional. Hemos sido lo suficientemente listos como para querer parecernos a ellos, pero desear también llegar a la línea de meta de un modo diferente, más divertido, no estar todo el rato en la misma empresa, viajar… Y la segunda, que el ámbito de protección que es la familia también es –o puede llegar a ser- tu enemiga, no ya sólo en temas de expectativas depositadas en ti, sino en las diferentes capacidades que tienen las diferentes familias de mantener a sus miembros donde cada uno de ellos quisiera realmente estar. A nadie le viene bien, y puede que ni siquiera a nosotros nos apetezca demasiado, una pelea dentro del ámbito que más ha influido en que seas como eres. Repensar qué es “arriba contra abajo” puede acabar con escenarios raros como la Verdadera Izquierda ™ reivindicando la familia como espacio de solidaridad y cosas por el estilo. Vete tirando de tu padre, que está afiliado a Comisiones. Es jodido de abordar que a lo mejor dentro de la clase media ahora hay dos clases y que esas dos clases conviven muchas veces bajo el mismo techo.

Con todo así, esa pregunta más vieja que la tos de si hay que morder la mano que nos da de comer para conseguir lo que realmente queremos tiene otro reverso aún más doloroso: ¿sabemos lo que realmente queremos? ¿Queremos madurar de verdad? Yo tengo mis dudas. ¿Es mejor que seamos estrellas invitadas? ¿Hay alternativa? Si la hay, ¿queremos la alternativa o nos da un miedo tremendo no poder volver atrás después si las cosas no son como pensábamos? Avanzar constituye, pues, competir descaradamente contra el modelo que han puesto sobre la mesa aquellos como los que aspiramos a ser. Ver, en definitiva, si queremos ser Terelu (tercera vez ya que la mencionamos en este artículo) y volver a las faldas de mamá cuando las cosas con Pipi Estrada no terminen bien. La chavala que está cantando canciones de Karina quiere, en realidad, presentar un programa. Pero es que otros llegaron antes y no tienen intenciones de retirarse tan rápido.

Llegarán más sábados por la tarde y los prejubilados de España no se cansarán de recordar lo felices que eran una y otra vez. Mientras tanto nosotros seguiremos quemando chistes de Chávez y el Papa Paco en un tiempo mínimo. Que ya me parece que todo eso pasó hace un año y no quiero acordarme más. No sé cómo mi madre no se satura de ver OTRA VEZ cuando los Beatles actuaron en España. Nuestro pasado es reciente y olvidable y el suyo se puede perpetuar sin temor. No hay peligro.

One response to “Qué Tiempo Tan Feliz y la dualidad

  1. Siempre que veo a los triunfitos pienso que se sienten como si les hubieran hecho un gran favor por dejarles cantar allí, como una especie de limosna “hala, esto es lo que os dejamos y ya os podéis dar con un canto en los dientes” y ellos allí cantando sus cancioncillas sin parar de sonreír cuando en realidad están pensando “vaya asco, te odiamos MªTeresa”. Y ella, allí sentada, tan satisfecha que no cabe en el traje. Me producen ternura.
    En lo de tele5, muy de acuerdo, ellos crean su propio contenido, lo continúan en otros programas, y luego vuelve, es el ciclo sin fin, que lo envuelve toooodo.

  2. yo no tengo desintonizado Telecinco, pero no es menos cierto que solo recuerdo ponerlo para ver fútbol o F1. Cada vez que paso haciendo zapping me parece ver lo mismo: la 14ª temporada de un “concurso” que perdió su interés al principio de su primera temporada, presentado por una señora cargante que va de digna y pensando que lo que ella hace es periodismo (y un cuerno), señoras chillándose unas a otras, un calvo hablando en tono amenazante y a María Teresa Campos presentando a “cantantes” o grupos de “música” facilona que para mí no tienen el menor interés ni por supuesto calidad.

    Lo siento, soy muy rarito. Y en lo que respecta a gustos televisivos no soy una excepción. He tenido que poner en Google QTTF para saber qué habías querido decir y no creo conocer a ninguna de las personas a las que mencionas solo por el nombre de pila. Lo único que tengo claro es que los contenidos de calidad (al menos en televisión) cuestan dinero. Canal Plus fue lo primero que entró en mi casa una vez que abandoné el nido familiopaterno. De esto hace ya 9 años, y pese a los recortes y a la época de apretarse el cinturón, sigo pagándolo mientras pueda y permitiéndome lo que puede que sea algo más que un caprichito dado el frío que hace fuera de mi querido iPlus.

    Cuando veo una peli en Canal Plus, pudiendo elegir entre VO o versión doblada. Cuando empieza y acaba a su hora, respetando los títulos de crédito, o cuando el iPlus me graba la temporada completa de una serie, me siento que he aprovechado el tiempo dándome un baño de cultura, mientras que cuando pienso en todos los que ven la basura que cada día pasan por T5, no puedo evitar imaginarme que están perdiendo un tiempo muy valioso. Pese a lo que pueda parecer, no me siento superior a nadie por pensar de esta manera (rarito puede, superior no); ahora eso sí, que ellos se lo pierden.

  3. Hace un par de días escuché que “Punset es como Garci y Dragó, nadie hace programas mejores que ellos por mucho que los critiquen”. Y vas tú y escribes esto.

  4. “Es lacerante la pretendida superioridad moral de esas personas que te dicen que tienen Telecinco desintonizada de la TDT”TU SI QUE ERES CUÑADA, TÍA.

  5. Tu reflexión trascendente sobre la diferencia del tiempo lineal con felices flash-backs para bastantes generaciones en contraposición al tiempo de acceso secuencial y discontinuo de las jóvenes generaciones es interesante, pero yo como anti-intelectual militante soy muy de Telecinco y me centraré en ella.

    Mis padres no ven Telecinco, mi padre de 77 años, jubilado obrero textil, la odia y sólo acude a ella para sus clases de derecho con la Barneda. Cuando les visito es pillar el mando y poner Telecinco y ser objeto linchamiento instantáneo: ¿cómo puedes ver eso? ¿tanta carrera pa’qué? A ver si no vas a ser hijo mío, etc etc

    A mi sin embargo me encanta, aunque no suelo ver la tele sin hacer otra cosa a la vez, me gusta de fondo. Creo que ayuda a crear una vida paralela que enriquece a gente que no tiene medios para la felicidad oficial: viajar cada vez más lejos, comer cada vez en restaurantes más caros platos más pequeños, comprar bolsos o gemelos caros, ir a “espectáculos”, pagarse yogas, psicoanálisis e inyecciones de colágeno…
    Pero es que los intelectuales quieren condenar a los pobres a una cadena perpetua de lectura. Los intelectuales son gente de saña infinita y menos mal que Telecinco nos defiende de ellos aunque algunos se les infiltran las noches de los sábados. Vasile por favor, ojito con eso.

    Jorge Javier valdría igual de cardenal preconciliar, juez duro, fiscal implacable y hábil negociador. Es hora de que Sálvame de Luxe sustituya a la Audiencia Nacional, ETA acabó y lo que preocupa es el choriceo sin fin. Y NO! La Audiencia Nacional no ha demostrado ser efectiva en ese rubro.

    ¿Se hubiesen burlado de nosotros Floriano y la Cospedal si hubiesen pasado por el interrogatorio de Mila y los Kikos? ¿Hubiese sobrevivido Corina al polígrafo y a las preguntas de Peñafiel? ¿y todos los gurtelianos en un careo continuo mientas pelean por la comida en un Supervivientes no ayudaría a esclarecer la verdad? Realities de supervivencia podrían ser nuestros Guantánamos para los condenados.
    Si se quisiesen endurecer las penas, el de los saltos con alguien al quite para retirar el tapón a la piscina podría ser una opción.

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