Miseria de la comunicación (I)

Uno de los temas que llevo hablando con bastante gente desde principios de año son las cualidades de tipo casi milagroso que ciertos proyectos políticos le atribuyen a la comunicación y a diferentes rebrandings que se le da un poco a lo mismo (el último, el proceso de escucha activa de Yolanda Díaz, que casualmente se parece bastante al proceso Entzunez eraiki del PNV, no puedo asegurar quién ha copiado a quién pero sí, alguien ha copiado). Dentro de las ideas de “la comunicación” están la creación de artefactos de diverso pelaje, los dilemas sobre si hay que estar o no estar en sitios y lo que le presuponemos a muchos procesos que luego no son los que decimos que son (pero hay que vender que sí, vete a saber por qué). Lo voy a dividir en dos partes, y de nada de lo que pongo tengo una opinión fortísima, son solo intuiciones (ya apuntaba algunas en los últimos párrafos de aquí), pero si esas intuiciones se confirman ciertas, creo que algunos cambios no pueden esperar mucho si es que no quieres estar dándote permanentemente de hostias contra una pared. Es muy posible que quede una ensalada bastante guapa pero vamos.

Sus lógicas/nuestras lógicas

Iñaki Abad es un chaval de Altsasu que la noche de la famosa “pelea de bar como la que puede haber cada fin de semana en cualquier rincón de España” (que diría la progresía, sin querer tener en cuenta que el norte de Navarra es prácticamente una zona ocupada y que si a los agentes les da la gana te cosen a multas, germen que nunca hemos visto mencionado en la prensa española), llegó en medio del entuerto, ya en el exterior del bar, después de currar y se puso a grabar con su móvil. Abad presuponía, como lo haría cualquier persona, que si había un testimonio gráfico de lo sucedido, todo podría aclararse. En el momento en que grababa, posiblemente no tendría ni idea de que por medio estaba la guardia civil, de que el caso de la pelea pasaría del juez natural a la Audiencia Nacional y de que a él también lo condenarían a 42 meses de prisión.

Pero cuando uno tiene enfrente lo que tiene enfrente, la lógica es -siempre ha sido- otra: podríamos pensar que a Abad lo condenan por tratar de esclarecer la verdad, pero lo que él hizo fue más grave: atreverse a no querer continuar con una mentira. Su peor suerte fue no saber que no es solo que la verdad estorbe, sino que el objetivo último es que no importe lo más mínimo.

¿A dónde quiero ir a parar? A que revelar las verdades no siempre tiene los resultados que esperamos, y lo que es peor: sabemos que no va a tenerlos pero seguimos haciendo lo mismo, no sé si por una especie de compromiso forzado a base de palabras así como muy grandilocuentes y que en ocasiones alcanza tintes religiosos o porque no sabemos hacer otra cosa. Al final los más honestos en esto son los periodistas del corazón cuando te dicen que x famoso va al programa a contar ‘su’ verdad, igual que la pestañí fue a la AN a contar ‘su’ verdad cuando dijeron que uno de los presuntos implicados en aquella pelea -luego resultó que estaba en su casa, pero se fue a la cárcel igual- llevaba camiseta roja pero en una imagen televisiva de un partido de pelota de horas antes se ve perfectamente que era negra pero, repito, el objetivo no es dilucidar si era roja o negra, no es embarrarse ahí, si te embarras ahí estás perdido: el objetivo del de enfrente es que eso dé igual, y a la hora de trabajar ciertas cosas es eso lo que hay que tener en mente, no tanto (o no exclusivamente) lo que es verdad o no.

La información no está sirviendo para lo que pensamos (o nos gustaría) que sirviese

a) Julio 2022, audios de Villarejo con Ferreras. En una tertulia, según la directora de un medio a la izquierda de El País, en verano “se montó” muy gorda con los audios. Según la que está escribiendo esto, se montó un poco lo habitual: los cuatro frikis que siempre comentamos estas cosas memeando y gente enfadadísima diciendo que vaya puto escándalo (si todo es un escándalo, nada lo es) y que “no hay democracia” y demás (llevamos más de diez años en estas). Vacaciones de verano de por medio y el 5 de septiembre Ferreras tan pichi presentando Al Rojo Vivo con toda la normalidad del mundo y ni el más mínimo cambio.

Los periodistas que están en la tertulia antes mencionada inciden en que la información (de que Pablo Iglesias tenía una cuenta en Granadinas) “debería haberse contrastado”. Pero esos periodistas saben que el trabajo de Ferreras no es contrastar nada, es que ni siquiera podemos afirmar que lo haya sido alguna vez. No es que haya fallado en un procedimiento habitual que hayan realizado de manera defectuosa. Es que no hacen ese procedimiento Y ESO ES LO QUE SE PREMIA. Este señor tiene reuniones para que le digan lo que tiene que decir, y lo sabemos. Y ahora el trabalenguas: ¿Qué finalidad tiene hacer como que no sabemos cosas que ya sabemos, seguir hablando como si cosas que sí ocurren no estuvieran pasando, o al revés, como si cosas que no ocurren, ni nunca han ocurrido, sí estuvieran pasando? No pillo el punto a intervenir HACIENDO COMO QUE no sabemos que es su cometido ese, o peor, pensando que su cometido ES OTRO y que es el mismo que EL NUESTRO.

b) Tener más información sobre ciertos temas no está teniendo los efectos que pensábamos que iba a tener, y no solo eso, sino que igual hasta es peor. Se ve una caída brusca en los últimos meses en el consumo de noticias por, se dice, su incidencia en la salud mental. Pero es que la gente ni siquiera está pasándose a otros formatos de entretenimiento o algo así, no son las gallinas que entran por las que salen, sino que los primeros que están dejando de consumir noticias son gente que lo hacía con bastante frecuencia: hemos ido de extremo a extremo. La audiencia está entendiendo mejor que los periodistas, parece, que consumir más información no sirve para lo que se dice que sirve o para lo que tradicionalmente se ha dicho que ha servido (ser un ciudadano crítico y bla bla bla), y además lo siente así. Es posible que el papel correcto no sea ahora mismo darle otros contenidos diferentes en otros formatos o lo que sea (por lo menos si entiendes tu labor de una forma diferente a la generación de temas como fin en sí mismo, yo me pongo mala cuando escucho a gente de medios ultraprecarizados diciendo que si tuviera más recursos sacaría x o y, más, más y más, luego que si la hiperproductividad y su puta madre). No voy a decirle a nadie que se meta a hacer una FP con 40 tacos y deje la prensa (sí, soy yo literal) pero igual hay que darle una vuelta al papel que interpretamos en este cotarro y a si no estamos, aunque sea sin querer, haciendo más mal que bien (si es que enmarcamos nuestra actividad “comunicativa” -por decir algo- en alguna nebulosa que podríamos llamar proyecto político/militancia o similar).

c) El factchecking no está teniendo los resultados esperados -todavía seguimos esperando que Newtral nos confirme si Reino Unido es un estado plurinacional después de que Pablo Iglesias lo dijera en un debate hace como cuatro años- y muchísimas veces sirve más bien para que te lleguen noticias bastante esperpénticas de cuya existencia, de otra manera, ni te hubieras enterado. Ahora se ha puesto de moda decir que las fake news (algo que toda la vida hemos conocido con el sobrenombre de ‘mentiras’) tienen la finalidad de que no te creas nada y la verdad es que si es así, el factchecking ha colaborado en cierto modo con ello (porque ellos deciden qué desmentir y qué no). Si sales a desmentir que han salido hipopótamos en Murcia después de una DANA igual lo que había que hacer es ponerte en medio de una plaza a que te tiraran tomates. Durante el mes de agosto de hace tres o cuatro años el líder de un partido político estuvo totalmente desaparecido, algo que en algunos mentideros se atribuyó al hecho de que estuviera ingresado en una clínica de desintoxicación. Y era un rumor bastante insistente. Si nadie corrió a desmentirlo, por algo sería -porque saben que desmentirlo hace que, aunque parezca contraintuitivo, cobre visos de verdad-. Hablando de contraintuiciones…

Pensar de manera contraintuitiva (las exclusivas ya no son lo que eran)

Estamos dentro del famoso chiste del borracho que empieza a buscar las llaves que había perdido debajo de una farola y alguien le pregunta a ver si está seguro de que se han caído ahí y el borracho contesta que no, que se han caído más lejos pero allí está oscuro y debajo de la farola por lo menos hay luz. Con la diferencia de que en la situación actual la bombilla está fundida. Nos empeñamos en buscar cosas en sitios en los que sabemos que no las vamos a encontrar.

Lo que a nosotros nos abochorna es algo de lo que los de enfrente están bastante orgullosos. Si denunciamos que hay interinas en las casas cobrando dos euros la hora, habrá gente que en su vida hubiera pensado que podría contratar una y “para cuatro duros que vale” lo haga. Si un alcalde cambia el nombre de la calle de una maestra por el de la División Azul, no lo hace compungido. Quiero decir: si todo tu argumentario es ir a decirle que a ver si no tiene vergüenza, lo que él te va a decir es que por supuesto que no porque su política -y por lo que es votado- es por no tenerla y su recompensa -que es la que tú le dejas tener- es que no le pase nada. Y si tú vuelves a replicar el ciclo, y ellos te contestan igual, a lo mejor el problema es que sigues en lo tuyo de comunicar en vez de hacer otro tipo de cosas. Y ahí el margen de interpretación es, desde luego, bastante amplio. Si a la otra parte no le pasa nada pero a ti te sigue pasando, hay que hacer cambios (parezco un coach).

Tú estás impugnándolo todo pero ellos te están diciendo: “pues sí, voy a seguir haciendo esto porque me sale de los huevos, ¿y qué?”. Lo que tú impugnas a mucha gente le parece bastante bien. Y la política está en esto último, no en descubrir ni en denunciar. Ya no, eso ya fue.Y no salió bien o no fue suficiente.

Si tuviera que establecer una regla rápida, diría que en muchas de las frases que decimos habría que sustituir los aunques por los porques. Vamos a exclusiva por semana de que el PNV tiene las manazas metidas en el Puerto de Bilbao, en el Athletic y en tantos otros sitios. La gente no les vota porque no lo sepa, les vota porque (aunque) lo sabe y son un valor seguro. ¿Entonces no sacamos nada? No, claro, hay que sacarlo pero sabiendo que no sirve para lo que a nosotros nos gustaría que sirviera. Pepe Rei se murió, aunque en su día no lograran matarlo. Ahora no hace falta matar a nadie, estas informaciones sirven para mantener la moral de la tropa -las lee gente ya convencida, nadie NADIE compra un periódico para leer otra cosa distinta de la que piensa sino para reforzar lo que ya piensa-, saber que se está en el lado bueno y poco más. Y además duran en los servidores web minutos hasta la próxima información. ¿Merece la pena estar investigando meses dada la poquísima vigencia de cualquier información en este puto tiempo que nos ha tocado vivir -nos hemos ventilado los memes de la muerte de la puta vieja en tres horas-?, ¿se puede investigar de otro modo y presentar los resultados de otra forma? ¿Quizá lo que hay que atender está en otra parte y no necesariamente superoculto? Conclusión: no sé muy bien lo que hay que hacer, pero más NO. Martirios a cambio de nada NO.

Por ejemplo, noticia de hoy mismo: Vecinos y ecologistas denuncian que quieren hacer de Urdaibai un complejo “turístico-hostelero de alto standing”. Pues esto no es un complot de Sabin Etxea, habrá gente que tendrá un piso de mierda en Mundaka dando palmas con las orejas. El drama de las exclusivas y de la investigación no es que desvelemos un pozo de mierda infecta o lo dejemos de desvelar: es que en el mejor de los casos eso que desvelamos no le importa a nadie y en el peor de los casos a lo mejor cogen y te dicen que no les jodas el chollo, que les ha costado mucho conseguirlo. Igual que los millones de reportajes sobre desigualdad no han hecho que el número de superricos haya disminuido -ya sé que no depende solo de eso, pero diría que Jeff Bezos mucho miedo de que le maten no es que tenga-, las profusísimas investigaciones sobre corrupción con más gente pasando por la trena que guiris por los sanfermines al final -y esto no es culpa de los periodistas, pero sí de cómo piensan los periodistas que la opinión pública acoge su trabajo (si es que le sigue haciendo algún tipo de caso a ese trabajo, que esa es otra)– han hecho que la corrupción se naturalice. O sea, que tú te cascas un tema para el que estás meses y no solo no te cargas a nadie ni despiertas a ningún pueblo dormido, es que el pueblo al que ibas a despertar te va a mandar a tomar por el culo. Mire, yo me he hecho aquí mi esquemita de vida a rebufo de que estos señores me adjudiquen alguna puta mierda o me den un pastizal en una concesión y NO VA A VENIR AQUÍ UN PLUMILLA A JODÉRMELO. Te van a decir que estás contra su proyecto de vida.

Alguno vendrá a decirme que el problema es la élite que maquina para que nos enfrentemos “entre nosotros”. Veinte años de inquilinato ingresando religiosamente la mensualidad del alquiler a pequeños propietarios desmienten esa afirmación: no somos lo mismo aunque el casero no viva en una urbanización a las afueras con tapias de cuatro metros y segurata. Que estoy de pagarles el coche y la hipoteca a las “clases populares” vascongadas hasta los cojones. Hay que darle una pensada al antagonismo político también porque el 1% creo que ya no vale.

Yo misma no estoy muy segura de no haber hecho este mismo post otras cuatro o cinco veces. En fin, la semana que viene, más y prometo que más corto 🙂

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