Lo que jode del botellón es que nadie gana dinero con ello

El nuevo mundo nace, el viejo no acaba de morir y entre medias hay un fenómeno que sirve para un roto y para un descosido: el botellón.

Querido amigo de izquierdas: los jóvenes no hacen botellón por “el 40% de paro juvenil”, lo siento. Ha habido tiempos en los que se ha llegado al 50%, de lo cual deduzco que entonces tendrían que haber sido poco menos que como el carnaval de Río. En los primeros dosmiles aquí había dinero para todos, o eso se dice -yo salía con diez euros-, y pleno empleo en teoría, también había botellones, y chavales con dinero en el bolsillo (TM), y se lo gastaban en los botellones pero también en los bares, en drogas y en el coche, igual que la generación anterior. Entonces eran la esperanza blanca de la economía: porque consumían, pero también porque se dejaban explotar en trabajos peligrosos. Antes iban al “dinero fácil”. Ahora dices que “no quieren sudar” (vamos, una manera de decir que si tú tuviste que sudar, ellos se tienen que joder también). Si fuera por ti les ponías a currar en la fresa de Huelva, que falta gente. Pero que otros se jodan no quiere decir que tu trabajo vaya a dejar de ser la puta mierda que es, solo que quieres diseñar una estrategia de socialización del sufrimiento, ojo.

Como cuando llegó Franco a los barrios de chabolas y dijo “dénles techo a esta pobre gente”, en un hilo que nos une a la especulación inmobiliaria del presente, parece que lo que se quiere decir es: “dadles un trabajo y dejarán de beber”. Y no, no funciona así. Beberán, pero después del trabajo. Y sobre todo, beberán en las terrazas de los cojones y en los locales de hostelería. Su ocio será el epítome de esta libertad de pago que nos hemos dado entre todos.

Que haya un 40% de paro juvenil en esta mierda infecta de mercado laboral es una excelente noticia.

Pero hablemos claro: lo que jode del botellón es que nadie gana dinero con ello, o afinando un poco más, que no ganan dinero los que se supone que tendrían que ganarlo. Cómo nos jode que el dinero lo gane el del bazar chino o la tienda del Ahmed -aunque la mayoría de la priva se compre en el supermercado, claro-.

Hosteleros y maderos

Vamos a mover un pelín el objetivo de la cámara y vamos a enfocar a otros dos actores, activos o pasivos, de los botellones. Yo de la hostelería/motor económico no voy a decir nada más, ya he dicho todo lo que tenía que decir si ponéis en el buscador de Twitter hostelería/hosteleros @enchandal_ . De hecho, cuando la época de los cierres duros pareció por un par de fines de semana que los que iban a generar los altercados iban a ser ellos. Pero no son tan peligrosos y ha tocado llorar y mamar. Y les ha salido más o menos bien.

Todavía queda un rato para que la palabra EMPATÍA deje de darnos declaraciones históricas.

Y sin embargo nos encontramos con que precisamente porque ha habido restricciones y las terrazas miden como siete coladas de lava del volcán Cumbre Vieja, aquí a la peñita aparte de regalarle dinero de ERTE para mantener a flote lo que en muchos casos eran empresas zombi se le ha metido la ampliación de espacio terracil, con lo que tiene una superficie el doble de grande para poner copas pagando igual un 70% menos de tasas de terrazas, y eso cuando no la exención completa, más las exenciones a la seguridad social que facilitan los ERTE. Pero claro, esto no es paguita, parece ser. Esto no pone en peligro las jubilaciones.

Pero resulta que NI ASÍ los chavales compran vuestra ampliación de espacio. Y aquí lo que hace pupita es eso. Pero bueno, tenéis un público adulto, que no es poco. Lo que toca los cojones es lo mismo que toca los cojones cuando dan por la tele que unos okupas han okupado una casa con piscina y tú tienes que pagar un puto piso de 40 metros: que tú seas de los que paga y haya gente que se lo monte para no hacerlo. Entonces llega el relato hostelero de “dar vida al barrio” y mierdas así.

Entre mis momenticos de la pandemia, las pancartas hosteleras pidiendo EMPATÍA.

De lo más reciente que me he quedado pícuet ha sido ver a los hosteleros de Juan de Bilbao -calle de bares que se pueden (o se podían, hace mucho que no salgo por allí) adscribir al ámbito de la izquierda abertzale- dar una rueda de prensa diciendo que van a cerrar un jueves por ATENCIÓN: “masificación de la calle”, ofreciendo argumentos relativos a la suciedad, a que -mi favorita- se molesta a los vecinos y, como somos de izquierdas, diciendo que hay que ofrecer a los chavales “alternativas de ocio”. Hombre, pues en esa calle, en la que que yo sepa no hay bibliotecas, ni cines, ni salas de conciertos, la alternativa de ocio seriáis vosotros. Esa calle la he visto yo como Móstar en el 92 en sucesivas ediciones de la Aste Nagusia, y molestaban a los vecinos lo mismo si no más, y se ensuciaban lo mismo si no más. ¿Pero cuál es la diferencia? Que antes os compraban el kalimotxo a vosotros, y ahora no.

Luego pasamos a la parte de salud pública, por dos vertientes distintas: qué malo es el alcohol para los chavales, aunque no hay estadística que no demuestre que el consumo baja más y más; y la actitud incívica contra el covid después de 40.000 muertos, de que hayas matado a tu abuela y te hayas quedado su casa para alquilarla a precio de oro cuando todos estos eventos se producen al aire libre y no hemos tenido los cojones de salir de la pandemia reconociendo que la gente se contagia en trayectos al trabajo o en el mismo centro de trabajo.

Aquí entran los segundos actores, en realidad un reparto entero -y nunca mejor dicho lo de reparto-, que se encarga de eso que llamamos orden público. Lo mejor viene cuando hay una movida en algún lado, se carga -en el País Vasco se ha tendido a cargar- y luego te salta por ahí gente, incluso algunas veces los alcaldes, que te dicen que “no son gente del pueblo”. O sea, había botellón en Plentzia y sale la gente del pueblo a decir que no han sido los del pueblo, que eran los veraneantes. Aquí que las cosas sean verdad o no  ya da lo mismo, el caso es poder hacerte el relato a medida. ¿Que esto será nihilismo puro o los coletazos de una guerra generacional que ya veremos en qué términos se expresa si es que si expresa? Pues lo pasamos todo por el pasapuré del orden público y a correr, o de las cosas que hacen “los otros”.

Otra cosa que jode del botellón es que no puedes perimetrar tanto como deseas, que no sirven las equivalencias de grupos sociales que utilizas en tu discurso del día a día. Si en el botellón de Ciudad Universitaria hubieran sido todos nítidamente podemitas habría faltado tiempo para sacar el camión de los chorros de agua. Los chavales ven a diario a los adultos hacer cosas simplemente porque se pueden hacer, y además han sido los paganos de la pandemia -sí, los abuelos también, pero para esto ha habido complicidad política y ciudadana, que solo ha faltado decir que es que hay que equilibrar la hucha de las pensiones-, así que no entiendo que se quiera que ellos hagan algo distinto.

¿Consumos peligrosos? Pues claro que hay, pero no de alcohol y no desde luego en su tramo de edad, ya lo he puesto arriba. El móvil y el ordenador, pero eh, di tu algo de esto y que te cuenten lo que ven que hacen los padres en casa. Como los consumos privados de Monster y del Twich de Ibai no los disuelve la policía -de momento-, se encuentran dentro de la libertad de elección (¿me vas tú a quitar el Twich, puta?) de un país ejemplarmente democrático y au.

O también puede que estés esperando al 28 –sí, el de la canción de La Oreja de Van Gogh– en el Boulevard para ir a casa de una amiga un sábado a las nueve de la noche y tengas un par de furgonetas entrando hacia la Parte Vieja cuando no se oye ningún ruido proveniente de allí y lo que ves al día siguiente en el Teleberri son imágenes de los ertzainas bien pertrechados pero de paseo y a la del micrófono diciendo que incidentes pero sin que se muestre ningún incidente, y que de suceder incidentes empiezan cuando llega la policía. Ninguna persona mayor de 30 años -la inmensísima mayoría de la población que vive en esta ciudad- se alarmará con la situación ni irá a decir que a ver qué es esto, aunque lo piense -normal porque tienes a cuatro tíos que dicen “sentirse humillados y con falta de medios” pero llevan porras en la mano-. Nos limitaremos a hablar por lo bajini en el autobús diciendo que qué mamarrachada es esta. Es verdad que un fin de semana rompieron el escaparate de un Zara. ¿Forma esto parte de una estudiada estrategia en homenaje a la autonomía italiana? Pues no, pero no me quedo con las razones, sino con los resultados, y mira, ya le han hecho pagar más a Amancio Ortega de lo que paga en impuestos. Chavales 1- Estado 0. Por cierto, sobre los cuerpos de seguridad “humillados” y “sin medios”, ahora que tenemos a ertzainas yendo vestidos a concursos en la tele pública con camisetas ultraderechistas americanas y al PNV utilizando expresiones en euskera de modo deliberado para asociarlo a una presunta radicalidad, comentarle al diputado Jon Iñarritu de EH Bildu que él debería saberlo mejor que nadie, pero que no hay una infiltración ultraderechista en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado -ni en la policía vasca tampoco-: que son así de siempre.

Igual que la ruta del bakalao luego nos ha dejado impagables piezas documentales a lo mejor dentro de 20 años vemos películas sobre botellones con explicaciones ampulosas sobre por qué se dan estos fenómenos –cuando has vivido esos momentos históricos te das cuenta de que nunca es para tanto– estás ahí con tu Barceló cola haciendo historia e incluso dando lugar a, yo qué sé, a un nuevo modelo de autogestión del consumo. Ni héroes ni villanos, solo gente haciendo (o por qué no, destrozando) cosas, no sé.

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