Me gustan las cosas sencillas

Me he preguntado alguna vez si el hecho de que me gusten las cosas sencillas tiene que ver con que considere que hay muchas cosas que son demasiado caras y no me puedo permitir, y he logrado de alguna manera engañar sutilmente a mi cerebro para ser responsabilísimo y no vivir por encima de mis posibilidades (cabría aquí preguntarse por qué no todos tenemos las mismas, y cabría decir que normalmente no se debe a mérito sino a suerte y relaciones, y oigo ya los gritos de ‘puta comunista’ de fondo) y viajar un montón, por ejemplo. No te lo vas a poder pagar, así que mejor piensa que no te gusta. O sea, sí te gusta, pero no. Moriré viendo seguramente menos de veinte países. Los aeropuertos me parecen un coñazo. Los hoteles me parecen un coñazo, con sus horarios regulados de desayunos. Los hostels me parecen un coñazo aunque ‘conozcas gente de muchos países y TE ABRA LA MENTE’. ¿Qué cojones es ABRIR LA MENTE y POR QUÉ SE ABRE SÓLO EN OTRO PAÍS? Me parece una chorrada meterte siete horas de avión para ir a la playa si tengo una a doscientos metros de casa. Lo siento, no puedo ser exótica, no puedo ser viajada. No me sale. Yo quiero, os lo juro. Que a la gente viajada la respetan. Pero no me sale. A mí me gusta ver el Tour con la persiana bajada en bragas, en mi casa, y beber una Voll Damm Doble Malta mientras tanto de la que le compro a la polaca cuando vuelvo de esa playa que está a 200 metros de mi casa por 0,95. No es muy respetable, pero no estoy muy segura de qué hay que hacer para cambiar eso. No estoy ni siquiera segura de si realmente quiero cambiarlo. De momento punible no es, pero no le faltará poco.

Me gustan las cosas sencillas. No tengo ni puta idea de usar un GPS o un esmarfón. He cogido un iPad dos veces en mi vida y a los cinco minutos ya estaba hasta los cojones de él porque necesito tocar botones. Steve Jobs: me dan igual tus fobias o lo que tú tuvieras pensado para el mundo: yo necesito que suene un botón, y baje para abajo, cuando lo toco. No, tampoco voy a aprovechar trayectos en el metro para estudiar chino… No necesito (ni la sociedad tampoco lo necesita, os lo aseguro), que el 100% del tiempo en que estoy despierta sea ‘productivo’, ‘market oriented’ y enfocada al bien social. Mi noción de bien social es Camela, dejémoslo ahí. La era tecnológica se me va a llevar por delante y lo de dejarlo todo (bueno, para dejarlo todo hay que tener algo, y yo no tengo nada) para repoblar un pueblo abandonado ya no es algo que dices cuando vas pedo. Y no va a ser elección, va a ser necesidad. Voy a seguir haciéndolo igual, lo que decía antes del metro, digo; y a imaginarme la vida de la chica de aros dorados de mi derecha o a bajarme en la misma parada y perseguir a ese señor de traje ahora que tengo un poco de tiempo para ver si he acertado dónde trabaja –más o menos-. Y no, eso no me convierte en  una vaga o parásita. Ya tengo la suficiente seguridad como para saber que eso no es así. Hay cosas peores que ser vago, como ser un hortera y pagar a tu hijo sus apañitos de trading  robando dinero de ese que dices que El Estao ™  te arrebata.

Me gustan las cosas sencillas. No soy de Carmina Burana, soy de Carmina Ordóñez. Y qué. No sé de cine. Me cuesta muchísimo mantener la atención sobre lo que pasa en un país, y cuando intento volver a cogerle el tranquillo el panorama ha cambiado por completo (mira que quise ponerme con Siria desde el día 1, y no hubo manera. Luego quise volver a ver qué había pasado pero ya iban por la temporada 7 u 8 los hijos de la gran puta). No me interesan los debates. No me interesa lo que diga un coach. No me interesa lo que diga Alfonso Guerra. ¿Se puede crear el interés? ¿Me tengo que poner un palillo en la boca y entonces… Magia? No entiendo cómo a alguien le puede gustar ir a un museo, y he sido redactora de la sección Cultura. Es imperdonable. Yo lo intento, pero es que no le veo la gracia a arquear medio cuerpo para adelante detrás de una catenaria y quedarse mirando un cuadro. ¿QUÉ SE SUPONE QUE DEBE PASAR? ¿Sale un señor y te habla? ¿Ves los pliegues del vestido de una menina y eso tiene algún significado? No sé, no lo entiendo. Os juro por lo que más quiero que es mi madre que yo QUIERO entenderlo, pero no puedo. Y claro, si no te has leído la Historia del Arte de Gombrich quién de provecho te va a querer. No me enorgullezco, pero tampoco tengo porqué pasar vergüenza, quiero decir, no veo la RAZÓN por la que debería pasarla.

Me gustan las cosas sencillas. Nunca tendré un buen trabajo (y sí, comotellames Punset, sí importa de dónde vienes, y bastante). Seguramente pasaré tanto tiempo de mi vida trabajando como buscando trabajo (ya es así de hecho). Por eso la realización laboral nunca me ha importado, porque ya me conozco un poco y sé que de ser así viviría toda la vida amargada (más). Y fruto de esto mismo seguramente tampoco ganaré ningún premio. Mejor, porque lo paso fatal hablando en público. Si alguien me felicitara por algo empezaría a preocuparme muchísimo. Tampoco sé conducir. Sin coche para ir a trabajar y sin saber hablar delante de gente no te quieren en ningún sitio. Pero si pides un crédito para comprarte un coche tienes que tener un buen trabajo que te permita afrontar los plazos. Y eso ya no existe. Y si te echan y no puedes seguir pagando, la culpa es tuya. Tengo MIEDO de decidir lo que sea porque decida lo que decida estará mal. Por eso me gustan las cosas sencillas, porque me gustan porque sí y porque no decido sobre ellas. Sólo me gustan, sin explicaciones, sin consecuencias. Me gustan y ya está. Y vivo en una pequeña parcela de felicidad cuando veo a dos ancianos arrugados como pasas fumando un Marlboro a medias en la playa, y ni siquiera la escena es muy estética y me río cuando estoy tomándome un café con el Diario Vasco enfrente, porque sí, me gusta leer el periódico EN PAPEL –no me adapto, no, y sufriré las consecuencias, y aprende a programar y mira a ver si te operas las tetas –meritocracia- y compensas lo de tener un nombre tan cani y unos apellidos tan feos, que hay que gustar y vivir para otros YA LO SÉ-, y veo a “los amigos de Illarramendi” (bonito nombre para un grupo musical), treinta tíos en pantalón corto en el Bernabéu y el amigo al que el traje le queda como a un cristo dos pistolas. Y sé que sólo viendo esa escena hay alguien que ha pensado en mí. Me gusta mucho saber que sólo yo sé algo. Se parece mucho a la sensación de estar en un lugar a tomar por el culo y saber que nadie puede encontrarte, o a tener el móvil apagado tres días en el bolso Y SABERLO y no hacer nada para remediarlo porque no ves en ello ningún mal, y si es algo muy importante ya le darán el recado a alguien y ya me enteraré. Me gustan muchas cosas inútiles en realidad, y así me va. Supongo que es lo justo.

Me gustan las cosas sencillas. Y una ya ha vivido un poco y se da cuenta de que el que se vanagloria de saber normalmente no sabe tanto, solo finge mejor que sabe. Solo tapan mejor su ignorancia, sus miedos y sus manías. Yo soy muy expresiva con estas tres cosas, que luego creas falsas expectativas en la gente y vienen las lloreras. Bueno, y también porque no soy hábil disimulando, qué cojones, ojalá lo fuera. Si supiera mentir mejor seguro que me querrían en algún sitio, en un partido o algo. No lo hago por grandes valores de HONESTIDAD ni cosas así, o por DORMIR TRANQUILA, sino porque ya tengo otras cosas de las que preocuparme y no quiero añadirle a ellas lo de justificar mi biografía, que es injustificable. He tomado tantas malas decisiones que hubo un punto en que mi vida era ingobernable nivel Italia+1. Y qué. En general nuestras vidas son una mierda, tienen pocas cosas salvables, y lo poco salvable que tienen son otras personas, sobre las cuales no tenemos ningún tipo de mérito o derecho. Bastante que nos las hemos cruzado por el camino. Y sí, la mayoría de vosotros que leéis esto os parecéis muchísimo a mí. En otras facetas, pero muchísimo igual.

Es toda esta misma lógica que me lleva a sentirme profundamente incómoda en un congreso y como en mi casa cuando entro en el tugurio más decadente de la tierra. Ojalá fuera al revés, en serio, y tener una vida más ejemplarizante. Porque cuando eres ejemplarizante tienes menos miedo, seguro. Tienes a gente diciéndote constantemente lo bien que todo va y que estás en el buen camino. Echo de menos no tener miedo. Es la única cosa complicada que creo que me gusta de verdad.

Me gustan las cosas sencillas. Y es de mediocres. ¿Este listón quién lo pone y quién lo quita, que los pedestales también son de quita y pon? Hecho este repaso, ya solo nos queda justificar que sigamos por aquí ateniéndonos a la legalidad: no he robado, no he matado, no tengo ni una multa de tráfico (obvio, no tengo coche). Lo mejor que he hecho en la vida ha sido, pues, no hacer. Pero esto también se nubla cuando descubrimos a qué me dedico los sábados por la noche en los karaokes. No es que yo no haga ningún bien ahí, es que socializo el sufrimiento. Bien, entonces es posible que yo sea perfectamente ejecutable. Traedme el mono naranja.

También secretamente pienso que como me gustan las cosas sencillas seguramente soy más feliz que la mayoría, porque de hecho lo extraordinario, y muchas veces lo prestigioso, me incomoda. Pero yo ya no voy a cambiar. Y no, aunque lo hiciera, no tengo pinta de ir a mejor.

One response to “Me gustan las cosas sencillas

  1. Coincido completamente, en particular con lo de los viajes, tambien me han dicho que te abren la cabeza y te cambian la perspectiva, pero si les dices q no tienes el cash para hacerlo salen con que te puedes quedar en un hostal o pension en vez de un hotel, el problema es que si no tienes buenas habilidades sociales, al cuerno esa supuesta “apertura mental” que te genera tratar con personas de otros paises. Saludos

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