2002. Duración 7 min.
I’ve loved and I’ve lost
Ellie Goulding-Explosions
Y llevaban pasando ya muchas cosas malas –en realidad, no pasando nada cuando parecía que sí, que iba a pasar- pero no. Sólo me vine abajo cuando me acordé de las escaleras. Las escaleras que iban desde la calle Palacio a mi casa.
Qué horribles eran esas escaleras: en nada se llenaban de musgo los peldaños. Hasta llegar al edificio donde estaba nuestro piso había más de cien. Hemos bajado maletas pesadísimas por ellas. Me han bajado mis padres en la sillita. Hemos subido la compra. Hemos ayudado a nuestros vecinos mayores a subirlas. Cuando venía alguna amiga a la casa rosa con el toldo verde se preguntaban cómo demonios era capaz de subir y bajar todo aquello varias veces al día. Cuando alguien me acompañaba a casa nunca, nunca me dejaban en la puerta: siempre, siempre antes del inicio de las escaleras. Yo tampoco quería hacérselas subir, que eran muchas. Como si las escaleras fueran una metáfora de la separación entre mi yo más íntimo y el resto del mundo. Sólo me puedes conocer hasta aquí.
Y en concreto me vi a mí por un momento sentada un par de hileras de peldaños antes de llegar a mi casa echándome, ya de madrugada, ya domingo, el último cigarro antes de entrar. L&M si no tenía mucho dinero. Chester si sí lo tenía. ¿Cuánto duraría lo de estar allí sentada? ¿Siete minutos? Pues mirando a la carretera me acordaba de alguna subnormalidad hecha con Virginia, y me reía fuerte, tan fuerte que me tenía que sujetar la boca con las dos manos. O trataba de hacer circulitos con el humo con poquísima pericia mientras pensaba en ti y en que no te había visto en los bares de siempre y en qué estarías haciendo y sobre todo CON QUIÉN. Y que esta semana casi no habíamos hablado y que me gustabas mucho porque no te parecías a mí. Todo eso y que quería irme lejos contigo (lejos, con 17 años = PUEBLO DEL PREPIRINEO NAVARRO, aprox). Nunca, nunca, pensaba en qué iba a suceder después. De vez en cuando hay que fijarse en cómo uno no-era antes. No lo hacía a propósito. Simplemente era así. Ni pensaba en el día siguiente, que ya sabía que habría algún ejercicio de matemáticas esperándome. Todo formaba parte de un presente continuo. Todo el tiempo y el espacio se enlazaban con absoluta naturalidad y no había que forzar nada.
Y no, no era algo habitual lo de sentarme ahí. Porque podían ser las cinco o seis de la mañana y estaba todo tan en silencio que el miedo a que el sonido del mechero desencadenase la apertura de la persiana y mi madre me pillara con el Chester en la mano lo inundaba todo. O ya quería llegar a casa y meterme a dormir. O me había quedado sin tabaco. O todavía hacía frío. Por eso sólo recuerdo esos cigarros en el calor del final de la primavera, o en Semana Grande, con tirantes, pero con pantalones Lois acampanados llenos de mierda y plataformas. Llevo cuatro años pasando el verano fuera de España y nadie se hace una idea de cómo puedo llegar a echar de menos sentir calor de verdad, del de ver el Tour en casa con la persiana bajada. Echar en falta algo tan simple como dormir sin taparte.
Y claro. Aunque repitiera ahora esto mismo ahora, con la misma ropa y con la misma mierda en los bajos del pantalón ya no iba a ser igual. Eso de pensar qué vendrá después y la mochila con la pesadísima carga de errores (ensayoerror-ensayoerror-ensayoerror, 28 años así) no existían entonces (no me habían hecho la cobra en FITUR 2007, por ejemplo). Bueno: existían, lo veías en otros, pero era simplemente un plano ajeno. Como cuando te hablan del hambre en Etiopía. Tú estabas en el plano en el cual todo estaba por hacer. Me da una rabia tremenda cómo cuando vamos conociendo más cosas vamos sintiendo más miedo, y no al contrario. Luego dicen que el conocimiento te hace libre. Pues te hará libre, pero no te hace más feliz. Ni mejor persona, desde luego. Pero no quieres dejar de ser tú. Tampoco quieres parecerte a quien eras ni tragarte la literatura de mierda que te tragabas (no hablemos ya de las pelis). Bueno, a lo mejor sí se quiere. Pero no puedes. Por eso agota tantísimo reinterpretar. Y cuando tienes mucho tiempo libre no paras de hacerlo. Y tal vez no echas de menos todo eso. Pero sí cómo te hacía sentir.
Así que fui a beber agua de madrugada y no me acordé de esas cosas ‘importantes’. No me acordé de ningún rito de paso estandarizado ni de ningún momento de felicidad ‘social’ como mi graduación o la Selectividad o algún cumpleaños, ni siquiera de algún concierto en el que me lo hubiera pasado muy bien. Me acordé de lo automático. Pasaban cosas malas, como ahora. Pero todo parecía fluir. A pesar de las putas escaleras. A pesar de que ahora podamos bajar las maletas en ascensor. Y a pesar de que hace tres años que no fumo.
Vuelve a fumar.
¿Cree ud. que no lo he pensado? ;D
Escribe un libro.
No soy muy de comentar noticias o “posts” (aunque reconozco que leerlos sí me gusta) pero con éste haré una excepción. A mí esta entrada me parece una de los mejores que he leído en años. Estoy harto de leer textos pretenciosos de gente que se empeña en mostrar cuánto sabe de algún tema en concreto o en contarnos su particular opinión -o visión o como lo llames- sobre lo que está bien y lo que está mal, y que tontos son los demás que no ven algo tan claro como lo ven ellos.
Tampoco sabría explicar porqué me gusta tanto, tal vez por la honestidad con la que está escrito (al menos yo considero eso) o por un extraño sentimiento empático. Reconozco que me pasa como a ti, y los recuerdos que me vienen a la cabeza son los cuasi-diarios, aquellos que no están relacionados con momentos claves y que no necesariamente pertenecen a épocas “gloriosas”. Lo cual es también normal puesto que mientras unos solo ocurren una vez en la vida los otros los vives varias veces.
En mi opinión lo que pasa es que cuando uno es un adolescente con un futuro en la universidad puede despreocuparse del futuro porque aunque éste sea desconocido tiene los límites definidos, sabes que irás a la universidad, que conocerás gente, que solo tendrás que tomar unas pocas decisiones trascendentes.
Bueno, tampoco quería liarme aquí a escribir, que no es lo mío y hace ya unos añitos que no lo hago, solamente decirte que me ha gustado el post, que odio a la gente que, lejos de preocuparse de que pensarán los demás, habla sobre lo que le da la gana.
P.D. Me ha quedado un comentario muy “chupa-pollas”, lo sé, pero bueno.
Donde pone “odio” quise decir, evidentemente, “admiro”. Debo mirarme la polaridad.