Cuñadocracia
¿Qué es un cuñao? Preguntas mientras llevas el albornoz del Real Madrid del Marca. ¿Qué es un cuñao? ¿Y tú me lo preguntas? Un cuñao eres tú.
Originalmente publicada en nationalcunadism.wordpress.com
Todavía recibo atónita mensajes en los que me preguntan QUÉ ES UN CUÑAO. Bien, sólo esta semana ya tenemos estas noticias (I, II y III). Y sí, habrá quien no relacione esto directamente con el cuñao con el que comparte lectura de prensa deportiva y vermuts, pero lo que quiero tratar de exponer es cómo se da ese paso de ser el señor en pantuflas que dice a sus hijos que dejen de dar por culo ya a ser un magnate, un CUÑAO, con mayúsculas.
Por un lado está el cuñado estándar, el de ‘Maricarmen, ponme otra caña’ golpeando con el canto del euro en la barra (copyright @Namconiano). El novio de tu hermana diciendo paridas en la cena de Nochebuena, y tú sin saber dónde meterte (si tu cuñao te cae bien, ya sabes que el noviazgo con tu hermana va a durar poco, copyright @fr_carrillo). Estos cuñaos son, en general, inofensivos, puesto que es fácil ver de qué pie cojean. Pueden tener pequeñas influencias que se dedican a subrayar, “para que te enteres de con quién estás hablando”, pero poco más. Cierto, son molestos de cojones a la hora de magnificar su estatus y empezar cada puta frase con ‘pues yo’ o ‘tengo un amigo/primo/compañero de trabajo que…’. Les gusta hacer gala de una omnipotencia que no tienen, convirtiéndose en el máximo exponente de la diferencia ser/apariencia platónica. No dejan, en fin, de ser cuñaos a nivel micro, que no van mucho más allá de mirar las tetas de las mujeres de sus amigos en una barbacoa y de utilizar a Paco el de la gestoría, Fran el de aduanas, y Fali el de Hacienda para asegurarse una tranquila existencia vía pequeños resquicios legales –cuando no la ilegalidad más flagrante- para él, su santa, y su prole. Los domingos al Calderón y luego a putas.
Pero llega un momento en el que el cuñado conoce a alguien que puede tener la llave del FORRARSE (la cultura del pelotazo nunca se fue, sólo se transformó), o ve una especie de verdad revelada, y quiere más. De repente fumarse unos Montecristos en el club Pétalo’s con los amigotes cuando las parientas se han ido de spring break deja de ser suficiente. El cuñao quiere partir la pana. Quiere ver billetes de 500 euros entrando por la puerta de casa. Quiere que no le escuchen sólo en la tasca habitual. Quiere palco VIP y putas escorts de lujo bielorrusas. Quiere Mirós encima del retrete. Quiere recibir a la gente en audiencia para que le imploren favores. Quiere gintonics de ginebra islandesa con bolitas de enebro. Quiere turismo sexual en Tailandia en vez de estar seis horas conduciendo hacia Formigal para pasarse la Semana Santa discutiendo con los tontolabas de sus hijos (copyright @wificola). Quiere Gran Premio de Mónaco pero no aguantando al puto Lobato, sino viendo el circuito desde el balcón de un hotel.
Cuando esta ambición –normalmente antes vista en otros a los que el cuñao considera role and inspirational models- aparece, se iniciará un proceso darwinista por el que sólo los más avispados, los que mejor sepan hacer uso de esa esencia cuñada que es utilizar a las personas como medios dejando de ver en ellas fines en sí mismas (copyright @Pornosawa), ascenderán al tope de gama del cuñadismo. El cuñadismo macro, el cuñaísmo que lleva el que hace y deshace, el que otorga verdadera influencia, el que es uno y trino con tener un Mercedes y darse una vuelta por su antiguo barrio de viviendas de protección oficial para lucirlo: el cuñadismo de alta gama.
Así las cosas, el hábitat natural del cuñaísmo de alta gama reside en aquellas comunidades con escasa alternancia política, siendo los máximos exponentes la Comunidad Valenciana y Andalucía. ¿Qué más quiere un cuñao que toca a las puertas de la vida pública que ver sus deseos de influencia encarnados en – más bien confundiéndose con- la voluntad popular y transformados en policymaking y pulseras de goma? No es casualidad que el Valencia siga enfrentándose a equipos de Primera División utilizando dinero público o los treintaypico años que lleva el PSOE andaluz arrogándose el papel de valedor de la cultura andaluza, de Canal Sur y de las procesiones. El asentamiento del cuñaísmo en las políticas públicas requiere tiempo y lealtades, a veces pendientes de un hilo, pero lealtades al fin y al cabo. El cuñadismo, desde luego, ha sabido tocar las teclas para sintonizar, sin parecerse demasiado, con el caudillismo que tanto nos ha caracterizado a lo largo de la Historia –los españoles parecemos abocados a necesitar siempre un Mesías-, pero implementado ahora, de modo más disimulado, en el campo de las aficiones de la plebe.
El cuñaísmo de alta gama, sobre todo si el paso de la barra del bar o del ejercicio de la función pública en el grupo C2 a la zona de influencia se da en un espacio corto de tiempo, viene acompañado del despilfarro y la horterada, del analfabetismo estético y no digamos ético. Hay una escena deliciosa en ‘Crematorio’, cuando trincan al concejal de Urbanismo –la refiero de memoria, que alguien me corrija si digo algún detalle mal-, en el que éste está reunido con su abogada y le comenta que la Policía seguramente habrá encontrado en su casa una serie de cuadros de muy alto valor “con lo feos de cojones que eran los putos cuadros”. No se me ocurre mejor resumen de lo que pasa cuando se llega a ciertas esferas enarbolando la bandera de garante de la voluntad popular para, al fin, servir a intereses muy diferentes. Si en este país vivimos una desafección institucional como yo no recordaba en mis 28 años de vida, échenle buena culpa de ello a los cuñados.
La relación del cuñado tope de gama con terceros, él lo sabe, suele ser extremadamente precaria. El cuñado no puede confiarse, al menos si quiere subsistir en esa esfera durante el mayor tiempo posible, y además depende de nosotros, de El Pueblo ™. El cuñao es el bofetón y morreo llevado a la la vida pública, es el que puede facilitar tu futuro laboral a la vez que joderte vivo si das un paso en falso, es ese socio de ElDiario.es que te paga la nómina si escribes lo que a él le gusta y que cancela la suscripción si dices algo que no. Es locura, es esa bipolaridad que navega entre una lealtad mal entendida y el miedo a un chivatazo. Es vivir al filo de la legalidad combinándolo con vivir por encima del bien y del mal. Las bases del cuñado son de una debilidad que asustan, porque si un miembro de la old boy network cree no haber recibido lo suyo y abre la boca todo el chiringuito puede venirse abajo. Y sin embargo, a pesar de el constante anuncio de escenarios apocalípticos, el cuñado SIEMPRE SIGUE AHÍ. Si no es él, será otro. Otro cuñado.
Los cuñados son una clase, y si estamos en una lucha de clases, los cuñados, aquí en España, van ganando desde que Serrano Súñer cogió la cartera de Exteriores. El triunfo del cuñado es, en fin, el triunfo del “a mí que me dejen tranquilo con mis vinitos, mis moritas, sus muertos y su puta madre”, del que me lo den todo hecho, del porque yo lo valgo, del muchos derechos y pocos deberes “porque yo llegué primero”, del llevárselo crudo, del “con la que está cayendo”, de ser más DE ALGO que el otro, de detentar PUREZA. No es raro que un país que necesita caudillos del signo que le dé el aire al grupo social que más ruido haga (no confundir hacer más ruido con ser mayoría, MUY IMPORTANTE), sea el que muestre mayor tolerancia –por delante- y desprecio –por detrás- hacia el cuñadismo. La misma narrativa valleinclanesca en la que en la esfera pública nadie se atrevía a morder la mano que les daba de comer, no fuera a ser que ese otro les hiciera la vida imposible. Una existencia en los ojos de los demás. Una existencia miserable, en suma.
Nuestra misión no es otra que advertir a la sociedad de la grave amenaza cuñadista (copyright @namconiano) que puede esconderse en ámbitos tan cercanos como la familia de uno o incluso más cerca. Igual que Sartre dijo que el infierno son los otros, a lo mejor el cuñado está en uno mismo. Autoexplórense. Tengan cuidado.
Monarquía, República, PP, PSOE… Qué más da. Todo se asienta sobre algo mucho más nuestro, más profundo. La construcción de un otro al que nos parecemos que te cagas pero al que odiamos fortísimo. El repudio al lugar del que venimos, autoengañándonos diciendo que hemos llegado a un sitio muy diferente y mejor. Da igual el régimen, da igual la Ley Electoral. Todo se asienta en lo mismo. Bienvenidos a la cuñadocracia.
Me ha encantado. No has podido definir mejor esta plaga que ha ido conquistando las instituciones a base de favores, copitas de vino fino y llamadas telefonicas. Lo peor es que operan a todos los niveles inhabilitando a quien les plazca. Es una mediocrida tan uniforme que es dificil sortearla sin caer en el ostracismo. Dan mucho asquito
Hace poco vi La Gran Belleza. No me gustó nada. Una de las razones fue porque hacía mucho tiempo que no veía una peli tan machista y clasista. ¿Es el protagonista el arquetipo del cuñadismo a la italiana?