Diary of a choni on the dole

Se encaró con la pared y encogió las piernas. No le esperaba nadie ni nada, pertenecía a esta generación a la cual se le ha dado ya, dicen, todo hecho -símbolos, victorias, héroes que venerar, mármoles que besar-, dejándola sin posibilidad de nueva senda, siquiera sin derecho a buscarla entre una marea de días prefabricados, dictados, días que se posan mansamente al pie del lecho todas las mañanas igual que perros apaleados. Bostezó, el pulgar y el índice en las comisuras de la boca. El camino es llano, pensó, y se puede recorrer con las manos en los bolsillos, callada y aburridamente.

Juan Marsé. Encerrados con un solo juguete.

Me parece que ya empiezo mal, y si no he empezado mal, que alguien me corrija: on the dole quiere decir que recibes un subsidio, que no es mi caso.

De lo que quería hablar es de que es un cúmulo de sensaciones esto del paro, ¿eh? Esta es mi primera vez en el paro en serio. Mi primera relación formal con el paro. Comienzas muy bien, MUY MOTIVADO, muy dispuesto a empezar UNA NUEVA ETAPA DE TU VIDA AÚN POR ESCRIBIR, poniéndote HORARIOS en una pizarrita, decidiendo a cuántas ofertas te vas a inscribir cada día. MADRUGAS. Inicias un cuadernito con la referencia de cada oferta a la que te has postulado, tienes el CV MAQUEAO de tres o cuatro formas distintas (una sin carrera, otra con carrera, otra con master) para adaptarlo a las ofertas, como suelen decir Yoriento y otra gente como este vendedor de crecepelo (persuabilidad, CUIDAO). Haces una carta que encaja con cada oferta, no una carta modelo para todas, que las empresas tienen que sentirse ESPECIALES cuando reciben tu CV. Barajas incluso subirte el perfil de Infojobs a Premium, que a lo mejor por unos durillos compensa. Te tragas charlas del COIE en la que el ponente de un día te dice que el currículum con foto y el del día siguiente te dice que sin foto.

En definitiva, vas bien. Haces LO QUE HAY QUE HACER. Como con todo, cuando haces lo que ‘hay que hacer’ –no hay complemento agente- es cuando empiezan los problemas. Pero no sólo para buscar trabajo. Para todo en general. Hacer ‘lo que hay que hacer’ es la gran fuente de infelicidad del mundo.

ImagePsicológicamente esto está bien. Es como ir a la biblioteca en exámenes: aunque SABES que luego vas a estar polleando todo el día, estás físicamente en la biblioteca y eso ya implica que estás haciendo algo, aunque en realidad no. Pero lo parece. Te consuelas. Por mí que no quede.

Esto, gracias a dios, no dura más de una semana. Entonces empiezas a ser por fin tú, y no un robot. TE LEVANTAS A LA UNA DE LA TARDE. Das comienzo a la búsqueda de empleo Guadiana style (me paso tres días metido en Infojobs y LinkedIn en plan psicótico –no menos de 15 pestañas abiertas- y otros tres días tocándome el badajo –en el bar o en el gimnasio, o en Twitter-). Los tiempos son menos consistentes, los horarios… bueno, sí, sigues teniendo una pizarrita pero ya no tiene horarios. Prefieres poner “Mariano, cabrón” en letras grandes. Das un paseo hasta alguna ETT (siguen existiendo, increíblemente. Sí). Te dicen que subas el CV por internet (oiga, señora, que yo he venido porque YA ESTOY todo el día en internet y quería dar un paseo para que no se me pusiera el culo fofo). Tenemos todo más o menos updated, tres o cuatro portales de referencia, otros dos para mirar más de vez en cuando y nos acaban de pasar una página de becas (tengo 28 años, antes me quito la vida, como comprenderán. Que ahora se lleva). Un tuitero al que no conocemos y qué podría ser un asesino, PERO QUÉ MÁS DA, tiene nuestro CV y lo está rulando por ahí. Al final hay tantas pestañas abiertas en el ordenador que empiezas a respirar con dificultad, lo cual te lleva a intentar arreglar tu vida de mierda como el 90% de las mujeres: yendo a la peluquería. Yendo a la peluquería con un dinero que no te sobra precisamente. Fin.

Luego viene la parte más bipolar, la que te hace descojonarte o ponerte de muy mala hostia sin un patrón demasiado definido: el análisis detallado de las ofertas. Las azafatas tienen que ser cada vez más altas y más rubias, y los periodistas tienen que escribir menos y communitymanagear más y mejor. Y tener experiencia de cinco años en communitymanagear (¡si hace cinco años esto no existía!) Y estar en eventos, en muchos eventos. Ir a más eventos que a mear al cabo del día. Todo ello por un sueldo de tres cifras en ciudades de cuatro cifras en las que queda muy bien decir que vives cuando vuelves los fines de semana a tu pueblo de dos cifras y media. Para que, al final, acabéis petando aquí. Más pronto que tarde (esto ya lo han vivido otros sectores que considerabais ajenos “porque yo he estudiao”).

Tus competidores en toda esta historia coñazo son de tres tipos: 1) el que YA NACIÓ funcionario y echa la culpa de su mala situación a los demás (a los demás de su generación. A los que mandan no, porque de los que mandan hay que rodearse. ÉL ES ESPECIAL). 2) El cani clásico (ése del que el funcionario nato cree que tiene la culpa de la situación de ambos. Irremediablemente la que suscribe está aquí) y 3) Los contubernistas (no es una crisis, es una estafa -¡es capitalismo, tontolnabo!-). Cualquier miembro de estos grupos es susceptible de caer en cualquier momento en un grupo 4) de autoinculpación –puede que los del número 3 menos, que esto es una estafa global, y la culpa de todo la tiene Yoko Ono-, en el que abrazarán los libros de autoayuda y se autoflagelarán tras leer ‘Quién se ha llevado mi queso’ pensando, mientras fotocopian sus diplomas de cursos de verano de 20 horas sobre inmigración para enviarlos por procedimiento administrativo a las Cortes de Aragón, que a lo mejor tenían que haberse dedicado a otra cosa.

Al final, tras intercambiar impresiones con alguna gente (no mucha, la mayoría de mis amigos tienen trabajo), la sensación es que en esta historia todo se basa en encajar con calzador muy fuerte, en aceptar cosas absurdas como esta. Necesitas dos referencias, para ganar DOSCIENTAS SETENTA LIBRAS AL MES, y una de ellas tiene que ser de tu último empleador, por cojones. Y tener coche –en el país, recordemos, se conduce por el otro lado-. O sea, que el Franquismo sociológico que dice Pornosawa que son las cartas de recomendación no es exclusivamente español. Os creéis que sí, os marcháis porque pensáis que en otros sitios os valorarán sólo por vuestro impagable talento, y acabáis como éste.

¿Cómo hemos llegado aquí? Pues ni idea. Creo que el momento en el que se traspasó la línea roja y se dieron un montón de cosas por buenas (cosas que ahora criticamos, sitios que ahora nos parecen deleznables y que hasta antesdeayer eran lo máximo a lo que podíamos aspirar) vino muchísimo antes de estar medio país sin trabajo.

Vosotros seguid intentando encajar muy fuerte y echándole la culpa de todo lo que os pasa a Cebrián o a los de Gandía Shore. No sé cuántas ‘oportunidades de vuestra vida’ de seis meses de ¿contrato? llevaréis ya. Cuántos ‘al final todo vale la pena’ (¿y si te mueres mañana qué, gilipollas?). Yo me pondría a contarlos y a contar los años que tenéis y ya si eso hablamos. Y hablamos de qué hemos conseguido en realidad. La nada más absoluta. ¿Cuánto de lo que tenéis es vuestro? Poquito.

Cuando no tenemos mucho que ofrecer, y sabemos que tampoco recibiremos demasiado, lo único que nos queda es ser honestos.

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