Lo de Anna Allen es tu Proficiency

Probablemente estos días te has descojonado de los fotomontajes de Anna Allen porque eres un máquina del Photoshop, claro.

Pero esto estaba inventado  hace mucho. Lo de Anna Allen es El País tratando de putear a Monedero porque ha mentido en el currículum y el otro raudo y veloz sacando una foto con un señor mayor, porque yo me junto con gente importante. Lo de Anna Allen es El pequeño Nicolás. Lo de Anna Allen es tu LinkedIn con gente compartiendo artículos de Ciutadans sin miedo a que mermen sus expectativas laborales. Lo de Anna Allen es contar que eres social media strategist cuando vas a cenar en Nochebuena a casa de tus tíos de Guadalajara. Eres tú sacándote el First primero, el Advanced después y el Proficiency a modo de corolario, igual que Anna Allen fue primero a los Goya (si fue) y finalmente a los Oscar (si fue), pero contigo dejándote, ¿qué vale ya sacarte el póquer de títulos de inglés, 700 euros, o me quedo corta? Vamos, gastándote un dinero que no tienes sin cuestionarte por qué no lo tienes y por qué otros sí tienen un dinero que no necesitan. Somos cualquiera de nosotros moviendo un artículo por miedo a no cobrarlo si no tiene las suficientes visitas. Anna Allen soy yo dejándome los nervios durante dos años en un trabajo que terminé odiando solo para ocupar “espacios en blanco” en el CV y porque es “de mi sector”. Es tu colega yéndose a escuchar a Zuckerberg y tuiteándolo, para que sepan que estoy donde hay que estar.

Lo de Anna Allen es lo de cualquiera de nosotros viviendo la vida que, a ojos de terceros siempre -y esta es un poco la movida- se supone que deberíamos de vivir para que vaya en consonancia con una serie de cosas que se atribuyen a nuestro rango laboral presente o al que esperamos obtener en el futuro: desde la casa que tenemos, pasando al gintonic que bebemos y finalizando con nuestra estructura familiar. Y esa vida se compone de lo que hacemos en el centro de trabajo -que en muchos casos es nuestra casa, no vaya la empresa a gastar de más en agua y luz, y encima puedes estar con tu bebé (con un ojo en el bebé y otro ojo en la pantalla y el oído pegado al teléfono que también pagas tú), sí, sí, todo ventajas-, a dónde vamos de vacaciones y las relaciones que establecemos a la salida de la oficina: el maldito AFTERWORKS. Pero sin beber mucho, que luego igual alguien se chiva de un comentario que hiciste sobre nosequién. No vayamos a salirnos de este Gran Hermano taaan agradable que nos mantiene ahí aferrados a una nómina de mierda, porque como esto es mejor que nada, pues…

Toda esta historia no es muy diferente de la del falso autónomo que reproduce la estructura que le jode vivo porque es lo que resuelve sus problemas a corto plazo impidiéndole atender sus necesidades (¡o deseos, qué coño, que no va a ser todo dedicarse a luchar por no vivir bajo un puente!) a medio y largo plazo. Es una constatación de cómo se han ido difuminando las fronteras entre lo íntimo (iba a decir personal, pero creo que me quedaría corta, y me refiero a esto) y lo laboral al albur del crecimiento -tanto en prestigio como en número, porque las nóminas no crecen- de las profesiones de calado artístico/intelectual/con una formación específica, en detrimento de aquellas con un componente más físico o que exigían poca o ninguna implicación emocional; por lo que era comprensible que si te pasabas ocho horas en una cadena de montaje te quisieras ir pitando, si podías, a menos dos minutos, en vez de a en punto, a tu casa. Pero hete aquí que la expansión en el acceso a la cultura y más años en la educación formal hacen que una parte creciente de la población pueda “liberarse” de los trabajos alienantes (que no desaparecen sino que se transfieren a otra parte de la población *invisibilizable*) para adquirir las herramientas de desempeño de otros más acordes con lo que debería ser una persona contemplada en todas sus dimensiones (más allá de su mera supervivencia), más ligados a su identidad o a sus gustos. Más “conformadores de sentido”, por decirlo de un modo pedante. Y todo esto, ¿para qué? Pues para que acabemos yendo de COWORKATION, virgen santa. O sea, petando del todo la frontera personal laboral para que exista solo lo segundo. UN EXITAZO.

Que Anna Allen no estuvo en los Oscar, pero un poco sí. Y estos estaban en lo de Zuckerberg, pero más bien no #dondehayqueestar #networking
Que Anna Allen no estuvo en los Oscar, pero un poco sí. Y estos estaban en lo de Zuckerberg, pero más bien no #dondehayqueestar #networking

Claro, esto tiene una pequeña trampa: como se supone que el trabajo intelectual/artístico/”delonuestro” libera, gusta, tiene prestigio, conecta con nuestra visión del mundo, loquesea, parecemos dispuestos a hacer CUALQUIER COSA por mantenernos en el mundillo (TM), so pena de, al mínimo paso en falso, quedarnos fuera de él. El tema es que el peor paso posible, como en el caso que nos ocupa, no consiste en mentir: es mucho peor QUE NO SE SEPA LO QUE HAS HECHO. Mucho más estigma el paro que las mentiras. Con cada sector polarizándose a tope entre Annas Allenes y Penélopes Cruces y entre El Celler de Can Roca y la mítica área de servicio de Alfajarín, ahí, sin zonas Intertoto en las que puedas más o menos sobrevivir o establecer la gradación acerca de cuánto quieres maximizar tu career/negocio/marca personal, te la tienes que jugar: o mientes y escarnio máximo o tocas el puto cielo con las yemas de los dedos. Lo que ha hecho Anna Allen es vivir a ojos de los demás, de los que mandan, porque ahora solo eso garantiza tu viabilidad laboral. Están desapareciendo los espacios intermedios, y no me refiero solo a los salarios. Que Anna Allen estaba mintiendo, pero sobre todo estaba “moviéndose”. Que mires las BARBARIDADES que tienes puestas en el perfil de Infojobs, cielo santo.

¿Es postureo y de un ego de no te menees? Hombre, pues viendo el caracter sociopático de los que “lo petan” (TM), resulta que mentir y exagerar es una inversión absolutamente racional, así que solo hasta cierto punto -si te mueves en estos parámetros de valores, claro-. Si hubiera ido solo al Festival de Teatro de Mérida, le hubieran dicho que qué poco ambiciosa. Y me viene a la cabeza la peli de Jobs, en la que, si no recuerdo mal, aparte de que es la señora madre la que le prepara a la criatura la merienda para que siga dándole a los cacharritos, el chaval empieza a ganar pasta cuando MIENTE como un bellaco al amigo polaco (o con apellido polaco, no me acuerdo) acerca de cuánto les va a pagar uno de sus primeros clientes. Si no te pillan en el momento, y solo merced a una interpretación posterior, porque ya dice el refrán que una vez visto todo el mundo es listo; todo queda en una simpática anécdota que permitió construir un genio. O algo así.

Pero yo sigo pensando que cada vez más gente se da cuenta de que las inversiones iniciales que se le plantean en forma de creciente credencialismo que sirve para arreglarles la vida a terceros –las industrias del paro– (ponte tetas, aprende inglés, el carné, carrera tal pero ahora ya aquí no vale sino que en el extranjero…), mezcladas con ese mejunje del trabajo como definidor del sentido, junto con el photocall laboral de la disponibilidad y visibilidad infinitas; no sirven más que para detraer costes de los empleadores o empleados del rango superior haciendo que recaigan sobre los empleados, sobre todo los del rango inferior (Allen sería una suerte de *contratada en prácticas* dentro de su sector, no se le puede dar mucha más entidad, sería una especie de becaria del master de El País, entendiendo su master de El País -que ya ves tú- como su aparición en Cuéntame): nos la vuelven a colar. Antes el trabajo alienante era mera supervivencia y ahora, como “tiene sentido”, ¿para qué coño te vamos a pagar? Vamos, que no pasa ni a garantizar la supervivencia. Eso es demasiado PROSAICO. No lo BANALICES. Estas máximas son las vigas maestras sobre las que se sustentan profesiones de amor, de vocacion, de soylomío24/7, como la de profesor universitario, cuyas vicisitudes y (posibles soluciones) cuenta aquí con mucha ternura Elena Fraj.  Porque ese péiper que escribes a medias pero que no firmas porque ahora no te interesa tener movidas con no sé quién también es Anna Allen, amigo profesor. Volviendo un segundo a los costes crecientes que los empleados tienen que efectuar para tratar de trabajar -manda huevos-, lo que mejor hace, a mi juicio, la actriz en esta historia es NO GASTARSE UN DURO.

No sé, hace treinta y nueve años se cargaron a cinco tíos en Vitoria por una cuestión laboral (entre otras cosas) y estamos ahora cobrando en visibilidad. En algo la hemos cagado. Centrándonos en el sector de Allen, en la TV movie de Telecinco sobre Rocío Dúrcal la pobre se llevaba bien de hostias de la policía y pasaba la noche en el calabozo por querer OH LOCURÓN cobrar las horas extras que hacía en el teatro y ponerse a vocear con un megáfono y una pancarta, cosa que a nadie se le ocurriría hoy en día porque te cierra puertas. Que critiquen lo de Anna Allen periodistas que hacen del peloteo hasta la náusea a políticos a los que detestan su forma de viabilidad profesional me deja totalmente KO.

Que sí, que los pliegues del vestido de Allen se ven ahumados en el montaje, pero que para humo, los cigarritos que yo me fumo y la vida profesional que todos y cada uno de nosotros edulcoramos cada vez que tenemos ocasión.

One response to “Lo de Anna Allen es tu Proficiency

  1. Lo que tú digas, hija. Así que (según tú, claro está) todos engañamos en el currículum. ¿De acusaciones falsas por violación por parte de esta señorita no sabes nada, no? ¿De la gente a la que ha perjudicado, tampoco? ¿Qué pasa? Ahora resulta que todos hacemos lo que ha hecho esta “actriz” y hay que reírle las gracias o justificarle porque sí. Y porque lo digáis y ya está. Pues te sorprenderías de la cantidad de gente que aún tiene la cabeza en su sitio y no cae en la tentación de mentir de esa forma a los demás, por muy duras que sean sus situaciones (que parece que esta si no es actriz o no le dan un papel, se muere de hambre o monta una rabieta mientras desaparece).

  2. Yo en lo de Anna Allen ni me he interesado, me da igual.
    Pero en tu texto dices unas grandes verdades. Estoy al moño d currar en “lo mío” pero con un jefe cabrón, cobrando poco y un ambiente que me está dando ansiedad crónica. No es por postureo, es por supervivencia. A la mierda la supervivencia, no tengo hijos ni hipoteca que pagar. Así que en breve, me voy del trabajo y me paso una temporada de voluntariado europeo. ¿Jamás volveré al sector de “lo mío”? Me da igual.

  3. Esto casi de acuerdo en todo pero no en las proporciones. En mi opinión creo que lo que hizo Anna Allen sería más parecido a que yo pusiera en mi CV que he trabajado en Microsoft España de Vicepresidente corporativo. El equivalente de Anna Allen de tener un inglés “Almost Native” sería decir que tiene un título la Royal Academy of Arts británica. Las proporciones importan y no os lo mismo mentir en capacidades (que te van a pillar a medio/largo plazo) que mentir en experiencia que ya requiere un esfuerzo extra por parte de la empresa para que te pillen. No es lo mismo golpear a alguien en una riña que arrancarle la columna vertebral de cuajo.

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